Día de la Raza

La idea de celebrar el 12 de octubre, fecha de la llegada del almirante Cristobal Colón a tierras americanas, como Día de la Raza hispana fue la ocurrencia de un ex ministro español, recogida de inmediato por ciudadanos argentinos, y adoptada oficialmente con posterioridad por España, la Argentina y el resto de América. El abogado y político Faustino Rodríguez San Pedro, que había sido titular de varias carteras bajo el reinado de Alfonso XIII, ocupaba en 1913 la presidencia de la Unión Ibero-Americana, un foro oficioso para el diálogo entre España y sus ex colonias americanas, y en ese carácter se dedicó a buscar una fecha que pudiese ser de festejo común a ambos lados del Atlántico. La encontró en el día del descubrimiento, y el 12 de octubre de 1914 la sociedad que encabezaba celebró por primera vez la “Fiesta de la Raza Hispana”. La Casa Argentina en Málaga, una entidad civil, recogió la idea y en 1915 festejó el “Día de la Raza”. El ayuntamiento de Madrid instituyó la “Fiesta de la Raza” en 1917, y ese mismo año el presidente argentino Hipólito Yrigoyen declaró el 12 de octubre como fiesta nacional; el decreto invocaba la solicitud formulada en ese sentido por la Asociación Patriótica Española y otras entidades sociales y culturales españolas y argentinas, no asignaba una denominación especial a la fecha, pero reconocía a España “el milagro de conquistar para la civilización la inmensa heredad en que hoy florecen las naciones a las cuales ha dado, con la levadura de su sangre y con la armonía de su lengua, una herencia inmortal que debemos afirmar y mantener con jubiloso reconocimiento”. Al año siguiente, el rey Alfonso hizo lo mismo en España: impuso la festividad, pero no le dió un nombre específico. Al parecer fueron los medios los que, a falta de un nombre oficial, se atuvieron al usado en las celebraciones inaugurales. Según algunos historiadores, Yrigoyen adoptó y promovió la celebración del 12 de octubre en el resto del continente como forma de afirmación de la identidad hispanoamericana frente a la tangible amenaza que la política exterior estadounidense planteaba para la región: el presidente Theodore Roosevelt había aggiornado la Doctrina Monroe con un “corolario” de su autoría que justificaba la intervención norteamericana en el resto del continente, y que acompañaba admirablemente su declarada política del Gran Garrote. Uno tras otro, los países hispanoamericanos fueron incorporando la celebración del Día de la Raza, y lo enriquecieron con sus propios matices e interpretaciones. México, por ejemplo, lo hizo a partir de 1928 a instancias de José Vasconcelos, quien pensaba en términos de una raza iberoamericana, producto del mestizaje y el sincretismo cultural. El escudo de la Universidad de México lleva su lema: “Por mi raza hablará el espíritu”, y los mexicanos han hecho del término La Raza una suerte de talismán de identificación nacional. Pero la denominación de Día de la Raza nunca convenció demasiado, ni en España ni en la Argentina, que fueron sus padrinos, y hay testimonios de que el uso de la palabra “raza” ya hacía ruido en ambas plazas mucho antes que el vendaval de la corrección política arrasara con el sentido de las cosas. En 1958 España le dió oficialmente la denominación de Día de la Hispanidad, lo que respeta el sentido original del festejo, y en el 2010 un decreto presidencial lo bautizó en la Argentina como Día del Respeto a la Diversidad Cultural, cosa que carece del menor sentido en relación con la gesta hispana que se evoca, ni con el mojón de identidad que representa. En otros países castigados por la izquierda y el chavismo pasaron cosas parecidas. –S.G.