Desinformación

Al trazar la crónica de un reciente caso policial, los medios de Buenos Aires describen al señor Alfredo Pesquera, quien aparentemente se suicidó con un disparo en la cabeza dentro de su camioneta, como “empresario”. Inmediatamente recuerdan que sobre este “empresario” pesaba, desde apenas horas antes de su presunto suicidio, una orden de captura internacional por el presunto asesinato del “financista” Miguel Ángel Graffigna, al parecer por cuestiones relacionadas con una deuda impaga. En ningún caso se aclara cuáles eran las empresas del señor Pesquera ni qué clase de operaciones financieras ocupaban al señor Graffigna. Cuando se avanza en la lectura de las crónicas se advierte que ambos personajes se movían en un submundo de negocios turbios y personajes fronterizos con el delito (cabareteras, pervertidos sexuales, boxeadores fracasados), todos relacionados entre sí por la sospecha de otros robos y otros asesinatos. Aunque ninguno de los dos personajes mencionados haya sido condenado por la justicia –lo cual en la Argentina no significa gran cosa–, describirlos como empresarios y financistas es un ejercicio de desinformación, porque los confunde con personas que realizan actividades lícitas y honorables cuando de los mismos hechos que los tuvieron como protagonistas resulta evidente que este par de truhanes, bribones, bellacos, maleantes y malvivientes no hacían una cosa ni la otra. –S.G.

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