Délfor (1920-2013)

No había muchas razones para reirse por aquellos años en los barrios de Buenos Aires ni en los suburbios. La felicidad peronista se iba agotando y en el horizonte había nubes negras, aunque no tanto como para presagiar la lluvia de metralla que se abatiría pronto sobre la plaza de Mayo. Y como no había razones, buenas razones, había que buscarlas. Fue entonces cuando apareció Délfor y su Revista Dislocada, uno de los más grandes éxitos que haya conocido la radiofonía argentina, con una incidencia en la cultura popular que sobrevive hasta hoy, en las palabras cotidianas. La más famosa de ellas, gorila, identificó a los antiperonistas más intransigentes, y trascendió las fronteras nacionales para aludir a los halcones de la política. Délfor Dicasolo llegó a Buenos Aires desde Chivilcoy como caricaturista, en 1949 debutó en Radio Argentina y en 1952 lanzó en esa emisora el programa que lo haría famoso. Dos años más tarde pasó a una de las grandes, Radio Splendid, y se adueñó de los mediodías dominicales. Entre 1960 y 1962 llegó a transmitirse en cadena junto con El Mundo y Belgrano, y Radio Carve de Montevideo. En el programa se dieron a conocer los principales cómicos de las décadas siguientes: Alberto Locatti, Héctor Ferreira, Beto Cabrera, Iván Grey, Mengueche, Hector Serafino, Mario Durán, Héctor Pasquali, Jorge Marchesini, Eduardo Almirón, Anita Almada, Nelly Beltrán, Calígula, Carlos Balá, Jorge Porcel, Raul Rossi, Tristán, Vicente La Russa, Mario Sánchez. Los guiones eran de Armando Libreto (el propio Délfor) y Aldo Camarotta. La orquesta la dirigia Santos Lipesker y entre sus integrantes figuraban nada menos que Lalo Schifrin, Horacio Malvicino, Roberto Grela y los hermanos Domingo y Francisco Marafiotti. “Deben ser los gorilas, deben ser…”, decía uno de los personajes de Délfor. La frase se hizo popular entonces, y reaparecería ante cada signo de intranquilidad en el país en las décadas siguientes. Caído Perón, los textos eran muy cuidadosos, pero toda la audiencia sabía que “Hormiga Negra” era el almirante Rojas, y el vasco que repetía “Arrayúa, sí, sí”, aludía a Aramburu. La angustia se liberaba en la risa: tal vez por eso la Libertadora no prohibió a Délfor (cosa que haría, inexplicablemente, el general Lanusse veinte años más tarde). “Petitero” (un tipo de la fauna social porteña de la época), “a la pelotita”, “pluma pluma”, y el suspenso cinematográfico marcado por Julio de Grazia con su “tatán… tatán”, fueron otras frases y expresiones que se colaron en el lenguaje de la calle. La Revista Dislocada aparecería más tarde como programa de televisión, como revista impresa, como una serie de filmes humorísticos. Pero esencialmente fue un fenómeno de radio y de una década. La memoria colectiva reservó para Délfor el recuerdo agradecido que la Argentina institucional le negó. –-S.G.

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