Corrupción empresarial

“Mucho se habla en la Argentina del populismo de los políticos. (…) Pero, como en toda comunidad, los políticos son un reflejo de la sociedad misma. Y así como aquí existe el populismo de los políticos, también existe un populismo de los empresarios, entendido, también, como la priorización del corto plazo aun cuando los costos de largo plazo sean importantes. Es que el negocio que requiere cooperar o participar de las distintas formas de la corrupción estatal, o el negocio que se basa en lograr estructuras de mercado donde se reparten rentas y donde la competencia es artificialmente asfixiada, también conlleva el mismo dilema del populismo tradicional de los políticos. La ganancia es rápida, pero en el largo plazo las empresas argentinas terminarán valiendo mucho menos que lo que valdrían en un país con transparencia, donde el crecimiento esté determinado por la capacidad empresarial y no por la capacidad de obtener privilegios estatales. Si en el populismo tradicional el político engaña al ciudadano, en su cortoplacismo los empresarios se engañan a sí mismos. (…) Hasta que el empresariado no deje de banalizar la corrupción, no sólo no ayudará a aquellos funcionarios que quieren hacer una diferencia, sino que se condenará a sí mismo a un entorno donde dependerá del beneplácito del poderoso de turno. En los esquemas de connivencia con el poder la ganancia es de corto plazo y muy incierta. Las reglas de juego nunca son claras. Y el día que se cae en desgracia con las autoridades, todas las puertas se cierran. Ahí, empiezan los lamentos por no haber sabido defender un sistema basado en la capacidad. Entonces los empresarios finalmente entienden que hoy viven el largo plazo que ayer no ayudaron a construir.” –-Federico Sturzenegger, economista, en La Nación, 7-1-2015

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