La conspiración

Luego de comprobar la ineficacia de las sucesivas cortinas de humo tendidas para ocultar el desastre al que condujo el país, la presidente intenta ahora con un denso telón antiflama que espera la proteja hasta diciembre de 2015. El telón expuesto por cadena nacional el último día de septiembre puede ser titulado “La conspiración”, y viene a ser el gran final brillante de todo el relato kirchnerista, con la intervención estelar de los sospechosos de siempre, de adentro y de afuera. Los Estados Unidos, el capitalismo financiero y los organismos internacionales comparten los papeles protagónicos, en un finale de opereta, con villanos locales como los bancos, los agentes de bolsa, las automotrices, el campo, los sindicalistas, la justicia, y hasta una sospechosa “línea” infiltrada dentro de su propio gobierno al amparo del presidente del Banco Central Juan Carlos Fábrega.1 Como suele ocurrir con las teorías conspirativas, la que expuso la presidente está edificada sobre medias verdades. A decir verdad toda la construcción retórica elaborada por el oficialismo está montada sobre medias verdades. Sobre medias verdades se armó el famoso relato, desde que Néstor Kirchner comenzó a construir su base de poder político en el 2003 hasta ahora que Cristina Fernández se ve obligada a cubrir su retirada con la ambición excluyente de terminar su mandato y no ir a la cárcel. Que Washington no le tiene simpatía a los Kirchner es cierto, que hay bonos argentinos en manos de implacables especuladores internacionales es cierto, que los organismos internacionales distan de ser imparciales es cierto; que bancos y agentes de bolsa aprovechan todos los resquicios posibles para enriquecerse ellos y beneficiar a algunos de sus clientes es cierto, que las automotrices se guardan los autos porque no les atrae la posibilidad de vender a pérdida es tan cierto como que los productores acumulan granos en sus silos por la misma razón; que los sindicalistas no tienen amor por su gobierno es cierto; que la justicia tiene la venda caída también es cierto, como es cierta la existencia de soplones en el Banco Central. Ahora, hay varios problemas con estas verdades: primero, que todas juntas no reúnen la sinergia suficiente como para graduarse de conspiración; segundo, que en su gran mayoría no constituyen actividades ilegales, y ni siquiera inmorales; y tercero que prácticamente todas son consecuencia directa de la manifesta incapacidad del matrimonio Kirchner para gobernar. En este último punto reside la otra mitad de la verdad, mitad que si se incorpora al cuadro derriba en un instante el argumento de la conspiración. La animadversión de los Estados Unidos se la ganaron los Kirchner con sus desplantes infantiles contra George Bush primero y contra Barack Obama después. El juez municipal que nos obliga a pagarle a los buitres lo eligió voluntariamente su gobierno, y los buitres existen porque su gobierno negoció mal la deuda. Es curioso además que en un largo mensaje que giró casi totalmente en torno de asuntos económicos, la presidente no haya hecho una sola mención de la inflación, que es el único problema económico que la población en general, el público al que estaba destinado su mensaje, percibe a diario en forma directa, en el aumento de los precios y en la pérdida de valor de sus ingresos y de sus ahorros. La presidente habló de oscuras maniobras especulativas, del recurso al contado con liqui, que muy pocos entienden y ella no explicó, pero no habló de lo que afecta a la gente. Al omitir el tema de la inflación, escamoteó la verdadera clave y raíz y causa de todos los problemas que enhebró en una presunta conspiración. Pero, claro, si hubiera hablado de la inflación habría tenido que reconocer que su gobierno gasta atrozmente más de lo que recauda, que para cubrir el gasto imprime dinero sin respaldo (es decir por encima del aumento del PBI), que cuando se imprime dinero sin respaldo cada peso en circulación pierde valor, que cuando el peso pierde valor la gente trata de proteger su patrimonio desprendiéndose de los pesos y comprando otra cosa, en este caso dólares. Y que es la demanda de dólares, provocada por las  políticas extravagantes e irresponsables de su gobierno, la que genera todas las situaciones y conductas que pretende atribuir a una conspiración. La presidente, que se esforzó por alimentar la idea de que especuladores de afuera se quieren quedar con nuestros recursos, no se refirió a las misteriosas concesiones hechas por su gobierno, sin intervención del Congreso, en contratos secretos con China, Rusia y los propios Estados Unidos, a cambio del dinero adicional que necesita para soportar un gasto público desenfrenado. El recurso a la conspiración le fue sugerido a la presidente cuando estaba en Venezuela mientras en Nueva York se discutía una salida negociada al conflicto con los hold-outs; dinamitó esa negociación para victimizarse, y desde entonces no ha hecho más que profundizar esa línea, convencida de que ha encontrado el telón ignífugo para cubrir la retirada. Para acentuar el dramatismo del último capítulo del relato, Cristina insinuó, ya lanzada sin red al disparate, que en los Estados Unidos, o en el mundo desarrollado, alguien podría estar interesado en matarla, como si ella tuviera alguna importancia para el mundo. “Si me pasara algo, miren al norte”, dijo. Efectivamente, si algo le pasara a la presidente, si no pudiera concluir ordenadamente su mandato, por ejemplo, habría que mirar al norte. Pero no muy lejos: al norte de Buenos Aires, a Olivos, donde sus hombres de confianza la abandonan a la letal (y real) conspiración de la soberbia, la ignorancia, el engaño y la paranoia.

–Santiago González

 

  1. Menos de 24 horas después de esta acusación pública por presuntas filtraciones de información desde su banco, Fábrega presentó la renuncia. []

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2 opiniones en “La conspiración”

  1. “…sus hombres de confianza la abandonan a la letal (y real) conspiración de la soberbia, la ignorancia, el engaño y la paranoia”.
    Tal cual; usted lo dice, como de costumbre, con las palabras apropiadas.
    Si yo tuviese que acentuar una de las cuatro “virtudes” que usted le atribuye a esta persona que supimos promocionar como presidente del país, pondría énfasis en la ignorancia.
    Desde 1945 se sabe mucho, y cada vez más, sobre los regímenes políticos autoritarios (fascistas, comunistas, bonapartistas, populistas, llameseles como se quiera, o como corresponda al caso) desembozados o disfrazados; mal disfrazados, como el nuestro.
    En un libro olvidado de 1956, el sociólogo autodidacta Julo Mafud, contaba con suficiente material como para caracterizar al peronismo como un “problema psicológico”, un error o confusión.
    El proceso actual, y sus notas desde 2008 lo confirman, ya había manifestado su “tendencia”, para algunos de manera inequívoca desde antes de 2007, cuando el régimen que estaba montando nuestro San Martín del siglo XXI, intervino el INDEC.
    No le ha sido dada a la Argentina, el don de la innovación política.
    Copia, y copia mal, a destiempo.
    El régimen actual, proyectado al futuro, es un Black Hole.
    Gracias por su nota.

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