Conjunción peligrosa

A comenzar el mes de mayo, los análisis políticos dan cuenta de una creciente ofensiva del kirchnerismo ortodoxo para rodear, controlar y condicionar al presidente Alberto Fernández, a quien una pandemia imaginaria le brindó la posibilidad real de afirmar en la opinión pública un liderazgo personal, independiente de la base política que lo llevó al poder, con inesperados niveles de aprobación. Pero la cuarentena que impuso, y que la mayoría de la población acató con convencimiento, ya se está prolongando demasiado: la resistencia psicológica empieza a ceder, cada vez más gente se anima a salir a la calle, los efectos económicos de la parálisis comienzan a hacerse sentir, y la presunción de que nunca hubo tal pandemia, al menos en los términos en los que la presentaron la prensa y las autoridades sanitarias, se insinúa con creciente fuerza: el temible “pico” de contagios no parece llegar nunca. Si decide prolongar la cuarentena, Fernández corre el riesgo de que el acatamiento se debilite y lo mismo ocurra con su liderazgo personal: una regla de la política aconseja no dar órdenes que puedan ser desobedecidas. Otra regla dice que los ascensos vertiginosos suelen anticipar caídas pronunciadas. Sería muy malo para el presidente permitir que el apoyo conseguido se convierta en descontento, y mucho peor que ese descontento se conjugue con la embestida del kirchnerismo e incluso sea aprovechado para llevar agua al molino de la vicepresidente y su familia. Lo que fue un alineamiento favorable de los planetas puede transformarse rápidamente en una conjunción peligrosa. En este contexto, lo más aconsejable para su futuro político sería una rápida descompresión de la cuarentena y el restablecimiento urgente de la actividad económica. Esto le permitiría si no disipar, al menos volver más manejables algunas amenazas, y le devolvería credibilidad a su liderazgo. Pero si quiere hacerlo con alguna probabilidad de éxito tiene que decidirlo ya, ahora, hoy, mientras todavía disfrutamos de la apacible serenidad de un otoño benévolo. Si en cambio decide extender la cuarentena hasta la entrada del invierno, se va a dar de bruces con la temporada de las gripes, con su habitual saldo de víctimas fatales tal vez agravado por el corona, y con unos medios de comunicación habituados y entrenados para contar muertos y a la espera de un “pico” de contagios. –S.G.

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