«Es bastante improbable que el insignificante oportunista que se sienta en el sillón de jefe de Estado [François Holllande], igual que el retardado congénito que desempeña las funciones de primer ministro [Manuel Valls], por no hablar de los “tenores de la oposición”, superen esta prueba con honor. ¿Quién dispuso recortes en las fuerzas policiales, hasta reducirlas a la exasperación, virtualmente imposibilitadas de cumplir sus funciones? ¿Quién ha inculcado durante años que las fronteras son una antigualla absurda, símbolo de un nacionalismo nauseabundo y superado? Se advierte enseguida que tales responsabilidades se encuentran ampliamente compartidas. ¿Qué líderes políticos han embarcado a Francia en operaciones absurdas y costosas, cuyo principal resultado ha sido el de sumir en el caos, primero a Irak, después a Libia? ¿Y qué gobernantes estaban dispuestos, hasta hace poco tiempo, a hacer lo mismo en Siria? (Me olvidaba, es cierto que no fuimos a Irak, la segunda vez. Pero faltó poco, y parece descontado que Dominique de Villepin pasará a la historia sólo por eso, que no es poco: haber impedido que Francia, por una vez, la sola y única vez de su historia reciente, participase de una intervención militar criminal, y sobre todo idiota.) La conclusión inevitable es además sumamente grave: los gobiernos que se han sucedido en los últimos diez años (¿veinte? ¿treinta?) han fracasado penosa, sistemática y contundentemente en su misión fundamental, esto es, la de proteger a la población francesa confiada a su responsabilidad.» –Michel Houellebecq, escritor francés, en el Corriere della Sera, 19-11-2015.