Carrió, la diferente

La diputada reclama el respeto de una sociedad convencida de que todos somos iguales, o más o menos

Uno de los efectos más nefastos del progresismo a la violeta que impregna la mentalidad argentina es haber instilado la noción de que todos somos iguales, o más o menos. Noción equivocada: no lo somos. Somos iguales ante la ley, pero diferentes en calidad aunque pocos estén dispuestos a admitirlo. Hay algunos de nosotros que se destacan sobre el resto, personas cuyas cualidades morales, intelectuales o de otro tipo las colocan en una categoría más elevada, personas que en una sociedad sana serían merecedoras de reconocimiento, de respeto, incluso de reverencia.

Elisa Carrió es una de esas personas; en el ámbito de la política no hay nadie que se le compare. Para decirlo claro: no hay nadie a su altura, no hay nadie con su ética rigurosa y su dignidad moral, nadie con su inteligencia y su claridad de ideas, nadie con su coraje cívico. Ella lo sabe, y le duele que el país al que ha consagrado su vida, el país al que le abrió esta última oportunidad de redimirse, no lo advierta. Probablemente ya no espera el reconocimiento, pero tampoco parece dispuesta a seguir soportando el mal trato. “Creo que en esta historia de veinte años me han faltado demasiado el respeto –les dijo este miércoles a los conductores del programa A dos voces en referencia a su carrera política–. Demasiado. No hubo una sola denuncia por la discriminación que sufrí. Hubo sólo burla. Pero se terminó el juego. Se terminó la superficialidad de las apreciaciones”.

Le habían preguntado sobre la condición de inmanejable, que le atribuyó la vicepresidente Gabriela Michetti, y Carrió se vio obligada a marcar esas diferencias que la sociedad (y la propia Michetti) se niega a ver: “Lo que yo quisiera contestarle a la vicepresidente es que haga silencio conmigo –les dijo con inusual indignación a Edgardo Alfano y Marcelo Bonelli–. Porque lo que nos diferencia es que yo jamás hubiera designado a [Ricardo] Echegaray [en la Auditoría General de la Nación], y ella lo firmó. Y esta es una diferencia moral importante. Soy una persona inteligente, razonable, pero hay principios que no entrego, porque la conciencia no se entrega por un cargo. Yo jamás hubiera entregado mi conciencia para ser vicepresidente –le recordó a Michetti–, y hubiera puesto mi renuncia antes de designar a un delincuente como Echegaray. Esta es la diferencia.” De inmediato marcó otra, al contrastar “la formación, el estudio, la preparación académica, la experiencia, el reconocimiento internacional” de su propia persona con el perfil de otras (como Michetti, aunque no la nombró) “a las que uno no puede calificar ni en moral ni en conocimientos ni en muchas otras cosas pero que se atreven a decir ‘Carrió es inmanejable…’ ”

A pesar de la indignada vehemencia con la que hablaba, dijo no estar enojada. “Tengo un dolor profundo –admitió–. ¿Saben por qué? Porque siempre me usaron, porque hablan maravillas de mí en campaña electoral, y después me desprecian. Y uno se tiene que callar muchas cosas por el bien de la República, se tiene que callar demasiadas cosas para que esta Argentina pueda tener una República. Así que no voy a romper [la alianza con el PRO], pero traten de tener alguna consideración por personas más formadas, más preparadas, con mayores principios y con mayor dignidad, o aunque sea por ser más grande.” Carrió pedía un imposible: el respeto de una sociedad que no sólo no está a su altura sino que ni siquiera está en condiciones de reconocer las calidades humanas. Mientras la escuchaba, me acordé de René Favaloro, de sus últimas cartas.

* * *

Los medios, en su tarea de cambiar el sentido de las cosas, o despojarlas de sentido, redujeron todo a una pelea entre Carrió y Michetti, y la trivializaron al extremo. Una radio preparó incluso una producción especial alusiva recordando famosas trifulcas entre personas famosas: deportistas, políticos, gente del espectáculo.

–Santiago González

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2 opiniones en “Carrió, la diferente”

  1. Michetti es una persona valiosa. Pero metió la pata al calificar – entiendo que “al pasar” – a Carrió como inmanejable. Se le escapó una faceta de esa realidad compleja que es Carrió; o, más que una faceta, un eje: porque es cierto, Carrió es inmanejable.
    ¡Por suerte para nosotros es inmanejable! ¿Que pretenden, que Elisa Carrió se vuelva “manejable”? Dejaría se ser Carrió… Ella es la verdadera loca de la casa, pero lo es porque rompió el molde; esa matriz invisible pero poderosa – poderosa porque es invisible pero ubicua, porque está en todo y en todas partes – que nos moldea desde hace muchos años, que comenzó a consolidarse con el golpe militar del 43. Denominarla “peronismo” es, como usted mismo contribuye a demostrar, muy insuficiente porque está formada por muchas contribuciones convergentes. El hecho es que nuestro país sigue enclaustrado en los conflictos y las antinomias de la segunda guerra mundial reforzados por los largos años de la guerra fría. Y está intentando desenclaustrarse sin saber muy bien que es lo que quiere. Salvo eso: desenclaustrarse para no morir asfixiados. Carrió es una mujer enérgica y muy capacitada que logró – con sacrificios que no se le reconocen – desenclaustrarse, emanciparse. Y lo que ella propone, la república, no es una utopía: es un proyecto laico bien posible al que se resisten las iglesias políticas, entre ellas la Iglesia del papa Francisco que forma parte muy importante de la placenta que alimenta el claustro.

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