El cachetazo amable de Martin Wolf

El kirchnerismo acaba de recibir el segundo cachetazo en menos de dos semanas, un cachetazo en sus más arraigadas convicciones. Desde el corazón mismo del colonialismo anglosajón, desde las páginas de uno de los medios más representativos del capitalismo globalizado, desde la pluma de Martin Wolf, un brillante periodista económico, editor asociado del Financial Times, conectado con lo más granado de las finanzas internacionales, participante permanente de las reuniones del grupo Bilderberg y del foro de Davos, y considerado entre los cien pensadores más importantes del mundo, brotó un artículo cuyo título lo dice todo: “Hay que defender a la Argentina de los buitres”, y cuya descripción del actual predicamento argentino parece tomada textualmente de los discursos presidenciales: “Esta es una extorsión respaldada por el poder judicial norteamericano.” La flamante Secretaría de Coordinación Estratégica del Pensamiento Nacional debería expedirse sobre este (para la mentalidad oficial) inesperado testimonio de libertad de pensamiento y de libertad de prensa.

Pero el cachetazo también fue para los economistas contrarios al gobierno, que se erigieron en los últimos días en impensables abogados de los acreedores del Estado argentino. En cierto modo, su actitud fue comprensible: los más ecuánimes entre ellos no hicieron más que expresar el hartazgo de la sociedad con la incompetencia culposa, cuando no dolosa, de la clase dirigente argentina para poner de una vez las cosas en orden. Aunque este sitio compartió ese fastidio, debe reconocer que el gobierno también tuvo motivos para el hartazgo: entre los muchos pecados del kirchnerismo no figura ciertamente el de no haber cumplido las obligaciones del Estado argentino con los acreedores externos, obligaciones de origen espurio y trámite dudoso; peor aún, ha pagado más de lo necesario, o en peores condiciones, como en los casos Repsol, Club de París, y el que ahora se discute, que pudo haber sido negociado con anterioridad y sin presiones.

Desde fuera del país, sin embargo, la mirada puede ser más tolerante. “A veces las cosas salen mal. En algunas oportunidades, es por mala suerte y en otras, por irresponsabilidad”, concede Wolf. El articulista recuerda los antecedentes de la reestructuración de la deuda argentina, y justifica las quitas recordando las altas tasas que debía pagar la Argentina para tomar o renovar deuda. “Un acreedor al que se lo compensa por el riesgo de un default no puede sorprenderse si luego se produce la cesación de pagos”. Para describir el berenjenal actual, agrega: “Si bien el principio de reestructuración de deuda soberana es convincente, en la práctica es difícil. Ningún tribunal puede embargar y luego liquidar todos los activos de un país. Ese limbo legal crea dos peligros opuestos: el primero es que sea demasiado fácil que un país no pague sus deudas; el segundo es que sea demasiado difícil. La historia de Argentina ilustra ambos: enfrentados a un gobierno intransigente, los tenedores del 93% de la deuda defaulteada aceptaron canjes por deuda con valor nominal muy inferior; pero los holdouts, que rechazaron esa reestructuración, bloquearon un acuerdo limpio. Este desbarajuste lleva más de 12 años desde el default.” Y más adelante expone los mismos argumentos esgrimidos por el gobierno argentino desde que la Corte Suprema de los Estados Unidos se negara a escuchar su caso. “No soy abogado, pero para mí la idea de tratamiento igualitario implica tratar casos iguales de la misma manera. Pero los acreedores que han aceptado los canjes y los holdouts no son casos iguales. No parece correcto obligar a los deudores a tratarlos en forma igualitaria. Asimismo, es absurdo el argumento de que los holdouts están ayudando a los argentinos porque están castigando la corrupción. Le corresponde a los argentinos elegir el gobierno que quieren. Y peor, si Argentina se ve obligada a pagar la totalidad a los holdouts, ese precio caerá sobre los hombros de los argentinos. Esta es una extorsión respaldada por el poder judicial norteamericano.” Para Wolf, los principales obstáculos para resolver la cuestión se encuentran en la interpretación de la cláusula pari passu y en la capacidad de la justicia para embargar activos. “El problema inmediato es cómo hará Argentina para resolver estos casos. Las opciones –pagar a los holdouts, llegar a un acuerdo con ellos, transferir deuda a la ley local y directamente defaultear– parecen costosas, humillantes, difíciles o perjudiciales. Peores son las implicancias a largo plazo para las reestructuraciones de deuda”, agregó en consonancia adicional con los argumentos de la Casa Rosada.

Dado el peso que tiene la opinión de Wolf en el mundo financiero, es posible que su artículo aliente alguna flexibilidad en el tratamiento que reciba la Argentina. Casi de inmediato, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) emitió un documento en el que advirtió sobre las potenciales consecuencias de la crisis argentina sobre el sistema financiero y reiteró su antiguo reclamo de un mecanismo para manejar la cuestión de las deudas soberanas.

–S.G.

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