Borges: persona, personaje y obra

Nota de archivoPublicada originalmente en el diario La Prensa de Buenos Aires. Borges murió en 1986 en Ginebra, a donde voluntariamente se había retirado para preservar ese momento definitivo de su persona.

Hubo un tiempo en que el “tema Borges” fue patrimonio casi exclusivo de ciertos polemistas que se valieron de él para exponer –alabanza o diatriba mediante– sus propias convicciones. Faltos de delicadeza, ninguno de ellos se detuvo a explicar qué relación había –más allá de una gruesa literalidad– entre esas convicciones y “El sur” o el “Poema de los dones”.

Desde hace algunos años, y ya con vicios de arrastre, el “tema Borges” pasó a ser patrimonio de los así llamados medios de comunicación. Una sucesión (y una simultaneidad) inacabable de reportajes y crónicas de tipo biográfico lograron incorporar a Borges a ese olimpo de célebres trivialidades que se sustenta en la letra e imagen de los medios.

Todo Borges, un trabajo de recopilación periodística aparecido recientemente, aporta un buen muestrario de las actitudes señaladas, y constituye en sí mismo una nueva vuelta de tuerca en ese doble proceso de desvalorización que convierte a un texto literario en pretexto para una polémica que le es ajena, y reduce la persona de su autor a la estatura de mero personaje.

En el conocido texto “Borges y yo”, el autor advertía ese desdoblamiento entre persona y personaje. “No sé cuál de los dos escribe esta página”, concluía, afirmando a la obra como única certeza.

Justamente, las dos actitudes que señalamos tienen además otra cosa en común: prescinden de la obra, la desplazan, se sobreponen a ella. (En el caso de Todo Borges esto encuentra su corroboración crematística: cuesta aproximadamente la mitad de lo que cuestan las Obras completas de JLB).

No procuran establecer un vínculo entre el lector y la obra, sino que por vía de la pasión política y la mitificación del autor, los antiguos polemistas y los modernos periodistas se interponen entre la obra y el lector, alterando esa actitud de disponibilidad que es condición previa de toda fruición y toda comprensión de un texto.

No puede negarse que Borges es hoy un producto que se consume; sí, en cambio, es posible poner en duda que sea un escritor al que se lee.

Hay quienes argumentan que es el propio Borges, con sus urticantes aseveraciones, quien alienta ese tipo de prensa. No advierten el juego de este gran irónico, que ha preferido empeñar su persona en la arena de una vida pública que destruye lo que no degrada, para poner a salvo el espacio de su obra y de su creación.

Esa obra, trabajada sostenidamente a lo largo de las décadas más difíciles que le haya tocado vivir a nuestro país, sigue allí intacta, con todos sus significados aún por desentrañar.

–Santiago González

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