El nuevo presidente de la Corte Suprema Carlos Rosenkrantz se estrenó en esas funciones a comienzos de mes, y en menos de 10 días quedó envuelto en un escándalo de conventillo con su predecesor Ricardo Lorenzetti relacionado con el Centro de Información Judicial, un sitio de Internet creado bajo la gestión anterior y conducido por la Secretaria de Comunicación de la Corte, María Bourdin. El sitio recoge las noticias del alto tribunal y de otros juzgados y cámaras inferiores, y se convirtió en referencia obligada para los que siguen las novedades tribunalicias. El escándalo, que agregó innecesaria inquietud en una instancia nacional particularmente sensible, no sólo abrió interrogantes sobre la aptitud de Rosenkrantz para unas funciones que tienen la discreción y la prudencia como uno de sus mayores requisitos sino que le acarreó al magistrado una demanda por abuso de autoridad y violación de deberes de funcionario público. Aunque la demanda fue iniciada por un denunciante serial que aprovecha estas ocasiones para ganar notoriedad, el problema es que la corte le haya ofrecido la ocasión servida. Como suele suceder con las peleas de conventillo, uno sólo cuenta con los gritos que se escuchan desde la calle y resulta difícil saber quién tiene razón cuando no se vive dentro del conventillo. Aparentemente, el nuevo presidente no quiso que Bourdin, a quien todos consideran alineada con Lorenzetti, continuara como Secretaria de Comunicación y directora del CIJ. “Sellaste tu suerte en la Corte porque le contestaste a Carrió. Eso no se hace. No podés seguir”, le dijo Rosenkrantz según reveló el periodista Jorge Asís. “Echame y explicá que me echás porque me defendí de las agresiones de Carrió. Hacelo explícito”, le respondió Bourdin. El diálogo, agregó Asís, se produjo en el despacho del juez, aparentemente sin otros testigos. “Volví asqueada”, dijo la periodista, no se sabe si a su marido o a Lorenzetti, o al propio Asís. El intercambio hacía referencia a un conventillo anterior, del mes de junio, cuando Elisa Carrió acusó a Bourdin de mantener vínculos sentimentales con Lorenzetti, de organizar –en acuerdo con Lorenzetti y Gustavo Vera– un sonado viaje de jueces federales al Vaticano, y de concertar una reunión “golpista” entre Lorenzetti y el empresario Eduardo Eurnekián. Bourdin, casada y madre de dos hijas, le respondió con una declaración pública: “No tengo, no tuve, ni tendré una relación personal con Lorenzetti. No soy su amiga, no tengo un vínculo de afecto ni de confianza con él. Tampoco le organizo ‘reuniones secretas’ a Lorenzetti, ni participo de estrategia golpista alguna. Soy abogada egresada de la Universidad Católica de Santa Fe, tengo un magister en periodismo de la Universidad de San Andrés y desarrollé una herramienta comunicacional respetada, seria y eficiente.” Aparentemente, a Rosenkrantz no le cayó bien que Bourdin haya defendido entonces su reputación, porque ésa fue la razón que le dió al avisarle que no seguiría en el cargo. Según la crónica, ella y otros 10 colaboradores pidieron su pase a la vocalía de Lorenzetti. Si bien se mantuvieron en sus puestos a la espera de que fueran designados sus sucesores, dejaron sin actualizar la información del CIJ. Rosenkrantz, urgido por la inminente apertura de la reunión judicial del G20 y su primera prueba de protagonismo, contrató por 30 días los servicios de un consultor, pero Bourdin y sus colaboradores se negaron a facilitarle las claves de acceso al CIJ. “Lo único que hicimos fue no entregar información a un agente externo a la Corte. El programador hubiera incurrido en responsabilidad si lo hacía”, dijo Bourdin. Rosenkrantz dictó una resolución en la que acusó a Lorenzetti de dejar “acéfalo” el CIJ, y ordenó a la secretaría administrativa de la Corte recuperar el control del sitio y ponerlo a su disposición. Lorenzetti respondió de inmediato con una larga carta en la que recordó a su sucesor que el cargo de Bourdin depende del tribunal y no de su presidente, y que además debe ser cubierto por concurso. “El clima de tensión, de temor, de amenazas telefónicas, de falta de respeto de los derechos del trabajador y de la persona humana, así como de los procedimientos internos de la Corte, fue lo que generó la paralización momentánea” del CIJ, sostuvo Lorenzetti, quien también reprochó a su sucesor el trato dispensado a Bourdin en el diálogo que más tarde revelaría Asís: “Hubo expresiones que se apartan notoriamente de los criterios de respeto que se le deben a un Secretario de Corte (que tiene el rango de un juez de Cámara), de la política de género y protección de la mujer que la propia Corte lleva adelante, y de la independencia que se le debe a un periodista profesional”. Después del griterío, Rosenkrantz y Lorenzetti aparecieron juntos en la reunión del J20, y la página del CIJ volvió a la vida para registrar el encuentro internacional, aunque no se sabe manejada por quién.1 Tampoco se sabe cómo será la convivencia futura entre estos dos jueces del más alto tribunal de la Nación. “Nosotros tenemos una responsabilidad institucional que va mucho más allá de las personas, de modo que seguramente va a primar esa responsabilidad y estaremos a la altura de las circunstancias”, comentó otro ministro de la corte, Horacio Rosatti, en un intento de controlar los daños. Pero el duelo de egos es muy grande, y los resentimientos que afloraron con furia volcánica demasiado poderosos. Lorenzetti es un zorro viejo, y en este primer round logró poner en evidencia ciertas debilidades de su bisoño retador. Lo sacó de las casillas con un password. –S.G
- Horas después de publicada esta nota, los cinco ministros de la corte suscribieron una acordada por la que redujeron la secretaría de comunicación al nivel de dirección, dependiente de una flamante Secretaría de Desarrollo Institucional. El constitucionalista Valentín Thury Cornejo estará a cargo de la secretaría, y el abogado y periodista Ariel Neumann, el mismo al que le negaron las contraseñas, dirigirá el CIJ. [↩]