Ahora, el ojo en Cambiemos

Cristina Kirchner fue derrotada en las urnas y su figura política transita el camino del ocaso; el intocable armador, recaudador y cajero de la pareja cleptómana Julio de Vido pasa sus primeras noches tras las rejas; el progresismo que armó el relato durante doce años quedó con sus mañas impúdicamente a la vista en el malicioso y miserable uso de una muerte con fines electorales; el gobierno votado en el 2015 acaba de recibir una notable ratificación del electorado y cuenta con respaldo público suficiente para poner en marcha un programa de gobierno. ¿Podemos dejar el kirchnerismo definitivamente atrás? No hablo de arrojar un manto de olvido: la justicia tiene que hacer su trabajo, deslindar responsabilidades y recuperar lo robado. Sí hablo de apartarlo ya de nuestras preocupaciones cívicas, para centrar la atención en el gobierno actual, que no es exactamente un nuevo gobierno porque ya tiene dos años en el poder, la mitad de su mandato. La excesiva atención que mereció el kirchnerismo en estos dos años, en buena parte alentada por el oficialismo y la prensa que lo acompaña, nos impidió escrutar con la concentración suficiente las acciones de la alianza gobernante; no vaya a ser cosa de que en el futuro debamos lamentar esa distracción. El impresionante endeudamiento al que ha sometido el país en este lapso, el déficit fiscal que no cede y el empleo público que crece caprichosamente, la intensificación de los sistemas de control social implantados o refinados por el kirchnerismo, la amplia gama de contrataciones cuestionables, que va desde los sistemas de voto electrónico hasta el trajinado soterramiento del ferrocarril Sarmiento, son algunos pocos ejemplos respecto de los cuales ya se han encendido luces de alarma. A decir verdad, la mayoría de esas luces las encendió la sociedad civil desde las redes sociales; ahora debería ser el turno de los actores institucionales: la oposición política, la prensa. –S.G.

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