Por Pat Buchanan *
“Los kurdos no tienen más amigos que las montañas”, reza un antiguo lamento. Muchos de ellos debieron haberlo tenido presente en sus espíritus la semana pasada. Bajo la mirada de sus aliados estadounidenses, los combatientes kurdos Peshmerga1 fueron expulsados de Kirkuk y de todos los territorios que habían capturado mientras combatían al ISIS junto a los norteamericanos. El ejército iraquí que los puso en fuga fue entrenado y armado por los Estados Unidos.
Los Estados Unidos habían advertido a los kurdos contra la idea de celebrar el referendo sobre la independencia que el 25 de septiembre obtuvo un 92 por ciento de apoyo. Irán y Turquía habían anticipado su rechazo a un Kurdistán independiente capaz de convertirse en un imán para las minorías kurdas de sus propios países. Pero los kurdos iraquíes sigueron adelante. Ahora perdieron Kirkuk y su petróleo, y sus sueños independentistas prácticamente quedaron hechos trizas.
Pero lo más inquietante para los Estados Unidos es la nueva realidad puesta en evidencia por la derrota de los Peshmerga. Irak, que George W. Bush y los neocons2 iban a convertir en una democracia prooccidental y en un aliado estadounidense, parece ahora estar tan cerca de Irán como lo está de los Estados Unidos. Después de haber entregado las vidas de 4.500 norteamericanos, miles y miles de heridos, y un billón de dólares, nuestros quince años de guerra en Irak podrían terminar con una Bagdad dominada por los chiítas y alineada con Teherán.
Pensando en esa sombría perspectiva, el secretario [de Estado] Rex Tillerson dijo el domingo: “Las milicias iraníes que se encuentran en Irak, ahora que la lucha contra el ISIS está llegando a su fin, deben volver a casa. Todo combatiente extranjero en Irak debe volver a casa”. Tillerson quería decir que la Fuerza Quds3 iraní que se encuentra el Irak debería regresar a su país, y que la milicia chiíta iraquí debería ser incoporada al ejército.
Pero ¿qué pasa si el régimen iraquí de Haider al Abadi no está de acuerdo? ¿Qué pasa si la Fuerza Quds no vuelve a Irán y las milicias chiítas que ayudaron a recuperar Kirkuk se niegan a alistarse en el ejército iraquí? ¿Quién entonces hace cumplir las demandas de Tillerson?
Prestemos atención a lo que ocurre en Siria.
Las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), apoyadas por los Estados Unidos y mayormente conformadas por kurdos, acaban de aniquilar al ISIS en Raqqa y ahora se aprestan a arrebatarle al-Omar, el mayor yacimiento petrolífero de Siria. distante unos cien kilómetros. Hay una carrera entre las FDS y el ejército de Bashar Assad para asegurar la frontera con Irak.
En resumen: el objetivo estadounidense de aplastar el califato del ISIS está casi logrado.Pero si nuestra victoria en la guerra con el ISIS deja a Irán bien afirmado en Bagdad y en Damasco, y asegurado su corredor desde Teherán hacia Bagdad, Damasco y Beirut, ¿podemos hablar realmente de una victoria? ¿Aceptamos ese resultado, hacemos las valijas y nos volvemos a casa? ¿O dejamos a nuestras fuerzas en Siria e Irak, y resistimos cualquier demanda de Assad para que abandonemos su país?
El editorial dominical del Washington Post, “Las guerras cercanas del cercano oriente”, enumera las preguntas cruciales que se nos plantean.
¿Estará dispuesto el presidente Trump a librar una nueva guerra para evitar que Irán consolide su posición en Irak y Siria? ¿Apoyará el pueblo norteamericano la participación de tropas estadounidenses en una guerra semejante? Y un Congreso aparentemente ignorante de la presencia de 800 soldados norteamericanos en Níger, ¿estará dispuesto a autorizar una nueva guerra estadounidense en Siria o Irak? Y si Trump y sus generales entienden que nuestros intereses vitales no pueden permitir que Siria e Irak caigan en la órbita de Irán, ¿dónde vamos a encontrar aliados para esa pelea? Si confiamos en los kurdos de Siria, perdemos como aliado en la OTAN a Turquía, que considera a los kurdos sirios como colaboradores en su territorio del PKK4, al que incluso los Estados Unidos califican como organización terrorista.
Pero la decisión acerca de si, derrotado el ISIS, este país debe comprometerse en nuevas guerras en el medio oriente, bien puede estar fuera de nuestras manos. El sábado, Israel lanzó nuevos ataques aéreos contra posiciones artilladas en Siria, en represalia por unos proyectiles arrojados sobre las Alturas del Golán. Damasco asegura que “terroristas” aliados de Israel en Siria lanzaron los proyectiles a fin de darles a las Fuerzas de Defensa Israelíes una excusa para entrar en acción.
¿Y por qué querría Israel provocar una nueva guerra con Siria?
Porque los israelíes consideran que el desenlace de los seis años de guerra civil en Siria es un desastre estratégico. Hezbolá, más fuerte que nunca, formó parte de la coalición victoriosa de Assad. Irán puede haber asegurado su corredor terrestre desde Teherán a Beirut. Su presencia en Siria puede de ahora en más ser permanente. Y hay una sola fuerza en la región con el poder para revertir el resultado actual de la guerra civil siria: los Estados Unidos.
Bibi Netanyahu sabe que si estalla una guerra con Siria, en el Congreso de los Estados Unidos se alzará un clamor para que el país corra en auxilio de Israel.
En el cierre de su editorial del domingo, el Post instruyó al presidente: “Si los Estados Unidos no defienden a sus aliados o no promueven nuevos arreglos políticos [en Siria e Irak] el resultado será más guerra, el surgimiento de nuevas amenazas terroristas y, en definitiva, la necesidad de una mayor intervención estadounidense.”
Lo que el intervencionista Post está diciendo es: La situación es intolerable. Enfrente a Assad e Irán ahora, o tendrá que combatirlos luego.
A Trump lo están conduciendo hasta el Rubicón. Si lo atraviesa, se unirá a Bush II en los libros de historia.
* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996.
© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana © Gaucho Malo.
- Fuerzas militares del Kurdistán iraquí, que es una región autónoma. (N. del T.) [↩]
- Conservadores procedentes de las filas del Partido Demócrata, el sionismo y la izquierda antistalinista. Tuvieron gran influencia en la política exterior de George W. Bush. (N. del T.) [↩]
- Unidad especial de la Guardia Revolucionaria iraní encargada de las operaciones en el exterior. (N. del T.) [↩]
- Partido de los Trabajadores del Kurdistán, grupo militante separatista, de raíces marxistas, que actúa en Turquía e Irak (N. del T.) [↩]