Los analistas ya no pierden el tiempo tratando de entender el kirchnerismo: en vano lo han venido haciendo durante diez años, empleando los instrumentos de la politología allí donde sólo cabía usar los de la criminología o la psicopatología. Ahora sus esfuerzos se dirigen a anticipar el final, a imaginar si esta última encarnación del peronismo aceptará su ocaso evidente y organizará de manera ordenada sus propias exequias o arrastrará vengativa al país todo en una violenta, estrepitosa caída. Luis Alberto Romero recorre la historia de los finales peronistas y parece inclinarse por esta última alternativa. La presidente, dice, “no conoce el freno y no es fácil saber por qué. Quizá sea cálculo político, similar al de Perón en 1955: un final wagneriano, que esconda sus culpas, y luego una resurrección como la del ave Fénix. Quizá sea ceguera ideológica y pulsión destructiva, ya no moderada por su difunto compañero. Quizá simplemente, como Isabel, obtusa terquedad.” Marcos Novaro, en cambio, advierte todavía en el accionar gubernamental maniobras de supervivencia destinadas a alejar un desenlace fatal mientras le resulte posible. “Está convencido, escribe, de que mientras pueda evitar un choque y convencer a una porción significativa de la sociedad y las dirigencias de que cambiar de rumbo sería, en principio al menos, más costoso que seguir adelante, le alcanzará para evitar que se forme una mayoría en contra.” Con mayor precisión agrega: “Lo que busca para conservar el rumbo es desalentar el deseo de cambiarlo, y complicar la viabilidad de hacerlo. De allí el carácter sólo en apariencia rebelde e innovador, y en esencia defensivo y conservador, del curso adoptado. Y la similitud con el ocaso de la convertibilidad, perceptible en el clima de temor al futuro, desánimo y desorientación política.” Los analistas, en síntesis, examinan los finales anteriores del peronismo e imaginan situaciones similares a las de Perón en el 55 o a las de Isabel en el 73 (Romero), o bien a las de Menem en el 99 (Novaro). Coinciden en que la incapacidad evidente del kirchnerismo para encarar con realismo su propio final no hace sino agravar las cosas. Apelando a una imagen náutica dice Novaro: “El capitán es incapaz de explicar dónde quiere llegar y crece la sensación de que da vueltas en círculos, y va a dejar el barco no sólo averiado sino a la deriva”. Y Romero resume: “Estamos ante otro final peronista, que dejará a sus supervivientes un país complicado, para decirlo de manera suave. (…) Ojalá nuestro actual gobierno deseche las pulsiones catárticas que hoy parecen animarlo y no haga las cosas tan difíciles para sus sucesores. ” –S.G.
Los malos finales de los gobiernos peronistas, por Luis Alberto Romero