Tribalismo en marcha

Por Pat Buchanan *

No hace mucho, un columnista amigo, Matt Kenney, me envió un diario de hace 25 años junto con su reproche de que a mi artículo le habían dado mejor espacio. Las dos habían aparecido en el Orange County Register el 30 de junio de 1991. La mía se titulaba “¿No hay espacio para nuevas naciones en el Nuevo Orden Mundial?”, y empezaba así:

“Al dar la espalda a las asediadas Eslovenia y Croacia, el presidente Bush y el secretario de estado James Baker no sólo le pusieron las fichas estadounidenses a un caballo equivocado. Le apostaron al caballo perdedor. ¿Puede creer seriamente el gobierno de los Estados Unidos que una Yugoslavia integrada por pueblos tan dispares, todos los cuales aspiran a una mayor libertad, y la mayoría de cuyas repúblicas desean independizarse de Belgrado, es una nación viable?”

El Departamento de Estado había denunciado los “pasos unilaterales dados por Croacia y Eslovenia” hacia su independencia. “Tal como el secretario Baker dejó en claro el viernes, nosotros no alentamos ni recompensamos la secesión.”

Croacia y Eslovenia son hoy naciones libres y miembros de la OTAN.

Un mes después en 1991, George H. W. Bush advirtió que el deseo de Ucrania de independizarse de Moscú ponía de manifiesto un “nacionalismo suicida”.

Hoy Ucrania es independiente y el establishment de Bush y el GOP quiere enviar armas a Kiev para combatir a los secesionistas prorrusos.

El nacionalismo que desintegró a Yugoslavia y la URSS en los noventa, y resurgió para impulsar la salida británica de la Unión Europea y el triunfo de Donald Trump en 2016, parece haberse puesto nuevamente en marcha.

El lunes pasado el Wall Street Journal escribió:

“El primer ministro húngaro Viktor Orban apenas si menciona a sus rivales políticos en su campaña por un cuarto mandato. En cambio, apunta contra la Unión Europea y sus miembros más importantes. ‘Nuestros enemigos más encarnizados no se encuentran en los partidos de oposición húngaros’, dijo Orban en un discurso la semana pasada. ‘Están afuera… en Berlín, en Bruselas.’ En la vecina Polonia”, prosigue el Journal, “la retórica gubernamental es todavía más dura. Los políticos compiten entre sí en atacar a Francia y Alemania, argumentando que quieren imponer una democracia liberal multicultural a una Polonia más tradicionalista.”

No sólo en el este de Europa resurge el nacionalismo. El viernes escribió el New York Times:

“La batalla en torno a Cataluña se ha atizado durante la última semana. Los legisladores catalanes votaron a favor de proseguir con el referendo independentista del 1 de octubre, mientras el Tribunal Constitucional de España declaró que esa votación se suspendía y los políticos catalanes dijeron que procederían de cualquier manera.”

El lunes, millares de catalanes marcharon en Barcelona bajo una pancarta que rezaba “¡Adiós, España!” Era el Día Nacional de Cataluña, que conmemora la captura de Barcelona en 1714 por Felipe V, el primer monarca borbónico de España. Cataluña, la región más rica de España, cree que Madrid la ordeña en beneficio de regiones que aportan mucho menos.

La cuestión que plantea Cataluña ya la han enfrentado los Estados Unidos. ¿Determinados pueblos de una república democrática tienen derecho a declarar su independencia, separarse, y establecer una nueva nación, como lo hicieron las 13 colonias en 1776 e intentaron hacer los Estados Confederados de América en 1861?

Aunque los Estados Unidos nacieron de una secesión, desde la Guerra Fría el establishment norteamericano ha sido mucho más transnacionalista y mundialista que adalid de las nuevas naciones. Tal vez ello se deba a que el Nuevo Orden Mundial proclamado por Bush I en 1991 veía a los Estados Unidos como el hegemón benevolente del planeta.

Otra secesión etnonacionalista podría proclamarse aun antes de que los catalanes vayan a las urnas el 1 de octubre.

El gobierno regional de Kurdistán tiene previsto un referendo para el 25 de septiembre… sobre la independencia de Irak. Si se materializa, puede esperarse con toda seguridad un voto masivo a favor de la separación. Y los kurdos confían en que tendrán el apoyo de los Estados Unidos, porque han sufrido muchas bajas y derramado mucha sangre a favor de nosotros, en Irak y Siria, contra el Estado Islámico.

Pero si bien nuestros sentimientos pueden acompañar la causa de un Kurdistán independiente, nuestros intereses nacionales pueden aconsejar cautela. Porque aunque los kurdos, que suman unos 30 millones, constituyen probablemente el mayor grupo étnico de la tierra sin un estado nación propio, la creación de una patria kurda podría encender una guerra en el medio oriente de la que los kurdos podrían emerger tan maltrechos como les ocurrió en su momento a los estados confederados.

¿Por qué? Porque la disolución del Imperio Otomano en la Conferencia de Paz de París de 1919-20 no sólo dejó a millones de kurdos en Irak, sino que dejó a la mayoría de ellos en Turquía, Irán y Siria. Un Kurdistán libre e independiente, extraído de Irak, podría convertirse en imán para los 25 millones de kurdos que habitan en Irán, Turquía y Siria, y en refugio para los rebeldes kurdos, e impulsaría a esas naciones a coaligarse para aniquilar al nuevo país.

Y además está Kirkuk, capturada por los kurdos cuando el ejército iraquí huyó de la invasión del ISIS. La ciudad se encuentra sobre algunos de los más ricos yacimientos petroleros de Irak. El lunes Massud Barzani, presidente del Kurdistán iraquí, dijo a la BBC que si los kurdos votan a favor de la independencia y Bagdad se niega a aceptarla, resistirían por la fuerza cualquier intento iraquí de retomar la ciudad.

El tribalismo parece estar haciendo con el Nuevo Orden Mundial de Bush lo que hizo con la Unión Soviética de Gorbachov.

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana © Gaucho Malo.

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