Comando Bibi

En la década de 1970, el actual primer ministro israelí fue parte de una misteriosa “operación contraterrorista” en la Argentina

La semana pasada nos enteramos, en un párrafo perdido de una nota de Infobae a propósito de la visita del primer ministro israelí, de que Benjamín “Bibi” Netanyahu ya había estado en la Argentina «no oficialmente, en algún momento de su juventud, para realizar alguna acción contraterrorista en tiempos en que era comando de la unidad de élite Sayeret Matkal.» Detrás de su aparente vaguedad, la información deja entrever que el comando Bibi ingresó a territorio argentino alrededor de 1974 ó 1975, es decir cuando en nuestras calles discutían a tiros el terrorismo izquierdista (ERP, FAL, FAP y Montoneros), el terrorismo de Estado (AAA) y la represión institucional, para agregar su granito de plomo a ese baño de sangre como integrante de la más importante y aguerrida unidad de élite de las fuerzas armadas israelíes, en cumplimiento de una misión no precisada. El dato de Infobae, que no ha sido desmentido por los israelíes ni ha suscitado reacción alguna de nuestro gobierno, indica que por segunda vez en el siglo XX agentes de ese país violaron la soberanía argentina para ejecutar acciones relacionadas con su interés nacional.

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Ya no recuerdo el nombre de la película, una película de acción e intriga política, pero puedo evocar la escena: en un aeropuerto se cruzan dos agentes secretos, colegas que rápidamente se ponen al día sobre sus últimas actividades y se preguntan sobre las siguientes. Uno declara que se dirige hacia alguna de las zonas calientes de la arena internacional, el otro responde: «Voy a la Argentina, a sabotear el peso». Probablemente el filme fuera posterior a la crisis del 2001, que nos dio fama internacional con las imágenes de los bancos tapiados y los cacerolazos. Pero de todas maneras la referencia me dejó pensando. El guionista no estaba haciendo chistes, estaba mencionando con toda seriedad una misión posible para un agente secreto. Nosotros creemos que esas cosas sólo pasan en las películas. Los que hacen películas dan por sentado que suceden en la realidad.

Deberíamos haberlo aprendido en el siglo XIX para estar convenientemente prevenidos en el XX, e iniciar el XXI sin Nisman ni Maldonado. La historia de nuestra organización nacional es casi inexplicable si no se introduce en la ecuación la acción de agentes extranjeros, y lo mismo ocurre con las grandes tragedias que nos estremecieron durante el siglo pasado. Detrás del terrorismo de izquierda y detrás de la represión del terrorismo de izquierda bailaron su danza macabra agentes y operadores de todo pelaje, menos alineados según presupuestos ideológicos que según los tableros estratégicos de sus respectivos titiriteros. Y lo mismo puede decirse de la Guerra de Malvinas, o del atentado contra la AMIA, o del asesinato de Carlos Menem Jr. Nosotros pusimos lo nuestro en estos escenarios, por supuesto, porque nos atraen las modas, el barullo, la vida aventurera y el dinero fácil, y estamos siempre dispuestos a comprar cualquier cosa que en el orillo diga Made in… Conclusión, que después de toda esa fiesta ingresamos al siglo XXI sin armas y sin fuerzas armadas, indefensos hasta lo imposible, nosotros que en ese rubro llevábamos la voz cantante en Sudamérica, con desarrollos propios en armas convencionales y también en aviación, cohetería y energía atómica.

Las acciones que agentes extranjeros realizan todos los días en terceros países reconocen distintas gradaciones, que van desde el lobby y la recopilación de información más o menos pública hasta el espionaje liso y llano, la violación de la soberanía y el ataque terrorista. Espionaje, podemos suponer que lo padecemos como cualquier país del mundo, aunque por su misma naturaleza sea difícil de detectar. Violación flagrante de la soberanía sufrimos por ejemplo en 1960, con la llamada Operación Garibaldi, en la que agentes israelíes localizaron, secuestraron, y retiraron ilegalmente del país a Adolf Eichmann, un jerarca nazi que había buscado refugio en la Argentina, cometiendo en el proceso una variedad de delitos y violando otras tantas leyes, incluso de derecho internacional. Israel nunca pidió disculpas y tardó 45 (cuarenta y cinco) años en reconocer que se había tratado de una operación ordenada por el Estado y ejecutada por su organismo de inteligencia, el Mossad. Ataque terrorista soportamos en 1994 con la voladura de la mutual judía AMIA en la que murieron 85 personas, aparentemente a manos de terroristas islámicos de origen impreciso con motivaciones igualmente imprecisas. En este caso, la Argentina invitó oficialmente a agentes extranjeros (CIA y Mossad) a participar de las investigaciones. Por sus propias razones israelíes y estadounidenses optaron por echarle la culpa a Irán sin aportar pruebas, y por sus propias razones la Argentina les siguió el tren. Actitud que desde entonces mantuvo por comodidad y desinterés (desinterés por las víctimas, debe decirse), y ratificó ahora durante la reciente visita de Netanyahu.

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Cuando el gobierno anunció que, como gesto de buena voluntad, iba a entregar al primer ministro visitante documentos secretos argentinos de la época del nazismo, dije a través de la cuenta de Twitter de este sitio que el gobierno israelí bien podía retribuir acercando a su par argentino documentos secretos israelíes de la época del terrorismo y la dictadura, y sugerí, de acuerdo con las muchas versiones recogidas a lo largo del tiempo, que algunas cosas debían saber. El dato de Infobae le otorgó impensada oportunidad a mi sugerencia.

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Para quienes están familiarizados con los temas militares no es necesario aclararar qué es Sayeret Matkal; para quienes no lo están, baste con decir que es la unidad de élite entre las unidades de élite que todos los ejércitos del mundo tienen. Depende de las Fuerzas de Defensa israelíes y, aunque sus operaciones se mantienen en secreto, se sabe que ha realizado misiones de inteligencia en terceros países, sabotajes, rescate de rehenes (como la famosa Operación Trueno, en Uganda, donde murió Yonatan, el hermano mayor de Bibi), secuestros y asesinatos selectivos. Una cosa es segura: los integrantes de Sayeret Matkal no hacen trabajos chicos, no cumplen misiones que no tengan que ver directamente con el interés nacional israelí, no operan como “contratistas” para terceros países, ni intervienen como asesores o entrenadores de terceros.

Con estos antecedentes, ¿qué vinieron a hacer a la Argentina el comando Bibi y sus compañeros de Sayeret Makal en 1974 ó 1975? ¿Qué clase de “operación contraterrorista” pudo haber ejecutado la unidad israelí en esos años en esta parte de Sudamérica, cuando todos los enemigos del estado judío estaban alrededor de sus fronteras, y el terrorismo islámico con ramificaciones internacionales que conocemos hoy todavía era una rareza? ¿Qué incidentes de importancia hubo en esos años en la Argentina que permitieran suponer una participación interesada de Israel? Sólo me vienen dos a la memoria: en 1974, el copamiento por el ERP de la Fábrica Militar de Villa María, en Córdoba, que derivó en la captura del teniente coronel Argentino del Valle Larrabure. El episodio en sí no habría pasado de ser una operación guerrillera habitual para aprovisionarse de armas, si no fuera porque dio lugar a un caso único en la historia de la subversión: ERP, Montoneros y las demás organizaciones armadas por lo general mataban de inmediato a sus víctimas uniformadas. Larrabure, un ingeniero militar experto en explosivos y combustibles, permaneció 372 días en cautiverio, a lo largo de los cuales fue interrogado, torturado y hambreado por sus captores antes de ser asesinado. El hecho singular de 1975, en cambio, fue el Operativo Independencia, la campaña frontal y legal del ejército argentino, ordenada por la presidente María Estela Martínez para recuperar territorios de la provincia de Tucumán, que el ERP procuraba controlar con la intención de ser reconocido internacionalmente como parte beligerante. Pero el terrorismo del ERP en la Argentina no significaba una amenaza para el estado de Israel, de modo que Tucumán debe ser descartado como escenario de la “operación contraterrorista” de la que participó nuestro distinguido visitante. Nos queda Villa María.

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El misil Cóndor I es algo así como el eslabón perdido de la cohetería argentina. Conocemos la secuencia que se inicia con el Alfa Centauro en 1961 y llega hasta el Castor en 1969. Y también conocemos con bastante detalle lo ocurrido con el Cóndor II y el planeado Cóndor III desde la guerra de Malvinas hasta que Carlos Menem cedió a la presión norteamericana y puso fin a la historia en 1991-93.1 Pero no tenemos datos precisos, sólo referencias vagas y a veces contradictorias o fantasiosas acerca de esa etapa inaugural del proyecto Cóndor, que se inició aparentemente en 1973; en realidad, no se sabe siquiera quién lo concibió ni quién trazó sus directrices, ni cómo se planeó su desarrollo, ni quién diseñó el motor ni quién definió su combustible. La única prueba concreta de que hubo un Cóndor I, aunque fuese en el papel, es el Cóndor II, que no nació de la nada. Como suele suceder, la falta de información se rellena con versiones, y las versiones colocan en lugar privilegiado de ese proyecto inicial al teniente coronel Larrabure, el ingeniero que trabajaba en la fábrica militar de Villa María, y fue secuestrado por el ERP y sometido a un largo, inusual e inexplicable cautiverio.

Las mismas versiones, que circulan desde hace años en ambientes militares, dicen que la etapa Cóndor de la cohetería argentina fue vista con inmediata suspicacia por Gran Bretaña y por Israel, paises que habrían interesado a la CIA para que tomara una intervención más directa y averiguara los pormenores del asunto. Los Estados Unidos siempre procuraron desalentar por todos los medios el desarrollo nuclear y misilístico de la Argentina, y en el segundo caso efectivamente lograron su propósito. La intepretación más corriente entre los militares era que el ERP había lanzado su ataque contra la planta de Villa María, no para hacerse de armas, sino a instancias (indirectas, por supuesto) de la CIA para recoger toda la información posible sobre el proyecto Cóndor. Suponían que la información estaba allí, porque allí estaba el teniente coronel Larrabure.

En verdad, el ataque del ERP contra la planta fue tan raro como raro fue el prolongado cautiverio de Larrabure. Los guerrilleros de la columna Decididos de Córdoba se llevaron unas cuantas armas, es cierto, pero según testigos parecían más interesados en buscar papeles y documentos, y en capturar a sus máximas autoridades. El director de la fábrica, teniente coronel Osvaldo Guardone, se defendió a los tiros, hirió de muerte a un guerrillero, y se puso a salvo; el capitán Adolfo García, ingeniero químico, resultó gravemente herido y fue abandonado por los agresores, que finalmente solo pudieron llevar consigo a Larrabure en su retirada. Algunas versiones sugieren que los guerrilleros también se alzaron con los papeles del Cóndor I, y que por eso nunca aparecieron. Otras dicen que los datos decisivos sobre la arquitectura del motor y el compuesto combustible sólo estaban en la cabeza de Larrabure, y que los largos interrogatorios y torturas que sufrió persiguieron inútilmente su confesión de los detalles.

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¿Y si detrás del copamiento de la fábrica militar de Villa María no estuvo la CIA, como creían nuestros uniformados, sino la unidad israelí a la que pertenecía el comando Bibi? Casi desde su mismo emplazamiento, la mayor pesadilla del Estado de Israel ha sido que alguno de sus vecinos adquiriese la capacidad de lanzar un ataque nuclear contra su territorio, y eso explica su actual hostilidad hacia Irán, que es el país en mejores condiciones de lograrla. El peronismo siempre tuvo buena sintonía con el nacionalismo árabe, y era lógico que su regreso al poder en 1973 y su inmediata puesta en marcha de un programa misilístico despertara la curiosidad y la inquietud de los israelíes. Con un incentivo adicional: por esos años Muammar Gaddafi encarnaba la idea de la unidad musulmana y a instancias de José López Rega nuestro país iniciaba un proceso de acercamiento con Libia y de promoción local del líder libio (en los quioscos de Buenos Aires se vendía una edición encuadernada del Libro Verde de Gaddafi, que rivalizaba con el Libro Rojo de Mao). “En 1974 hay un intento de apoyar los programas de fabricación de cohetes por parte de Libia, tenemos varias visitas de libios, hicimos varios lanzamientos de cohetes en el Chamical, de un cohete que nosotros llamábamos SS-50, superficie-superficie 50 kilómetros, capaz de llevar una ojiva de 250 kilos”, cuenta una fuente retirada de la Fuerza Aérea. “Al final, esto no funcionó. Con los libios no se firmó nada.»2

¿Razones suficientes para justificar el ingreso a la Argentina del Sageret Matkal? Tal vez sí, tal vez no. Cualquiera sea el caso, el ingreso se produjo, con el comando Bibi en sus filas, y este cronista no encuentra otra razón que lo justifique (estremece imaginar alternativas). La presunción de que un desarrollo misilístico argentino pudiese terminar en manos de sus enemigos parece un motivo suficiente para que una unidad dedicada a prevenir situaciones semejantes se ponga en acción; la decisión de tercerizar la operación de búsqueda de información en el ERP también resulta plausible: si algo salía mal, y la mano de Israel se hacía visible, la comunidad judía argentina quedaba en riesgo de convertirse en chivo expiatorio del resentimiento previsible. Es claro que estas son especulaciones, pero las especulaciones, aunque provisorias, son necesarias cuando falta la información.

–Santiago González

  1. Pablo Gabriel de León: El proyecto misilístico Cóndor, Universidad de San Andrés, 2015; Eduardo Barcelona y Julio Villalonga: Relaciones carnales, Planeta, 1992. []
  2. Daniel Blinder: El origen del misil Cóndor II (En Saber y tiempo, 1, pp. 60-82, 2015) []

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