Todos contra Lavagna

Quizás la frase más escuchada en la última semana fue “Todos contra Macri”, compartida por las variadas iniciativas tendientes a aglutinar opositores de cualquier pelaje para enfrentar en las elecciones al actual gobierno. Pero la actividad política efectiva de la última semana podría mejor describirse como “Todos contra Lavagna” entendido como el principal exponente de una tercera opción. Tanto el macrismo como el kirchnerismo apuestan todas sus fichas a la polarización del electorado, porque el principal argumento de campaña que cada uno de ellos tiene es la aversión que despierta su rival. Roberto Lavagna, impulsado por algunos peronistas que se le acercaron, fue el primero en proponerse como alternativa a esos dos polos, y varios dirigentes de esa misma corriente sin demasiadas simpatías con el kirchnerismo iniciaron conversaciones entre sí y con él para armar un espacio que denominaron Alternativa Federal. Todos esos dirigentes hicieron conocer también sus ambiciones presidenciales, y ninguno de ellos estuvo dispuesto a resignarlas para facilitar el armado de la tercera alternativa. Entonces confiaron al gobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, identificado con ellos pero sin otra ambición que seguir conduciendo su provincia, el papel de “armador” para conciliar posiciones.

Schiaretti fue reelecto abrumadoramente hace pocas semanas; al proclamar su triunfo dijo que el peronismo, para tener futuro, debía ser republicano. Sergio Suppo, periodista de La Nación y además cordobés, describió así el peronismo republicano del gobernador: “Con el claro liderazgo de [José Manuel] De la Sota, edificaron juntos un sistema hegemónico en Córdoba que ayer llegó a su cumbre al cabo de 20 años en los que el peronismo no dejó resorte de poder sin controlar. En esto está incluida la Legislatura, en la que tendrá los dos tercios de las bancas; no hay fallos judiciales molestos para el gobierno provincial ni tampoco una oposición organizada. Un pacto de convivencia con el radicalismo para repartirse las intendencias y garantizar al peronismo el poder provincial se rompió ayer con el triunfo en la ciudad de Córdoba. No todo lo que brilla es republicano en Córdoba.” No será republicano, es cierto, pero se asemeja bastante al estilo de gobierno del PRO en su versión exitosa, como la que conduce Rodríguez Larreta en la capital federal. Y se asemeja todavía más al recordar que en ese mismo discurso Schiaretti respaldó el mito de los 30.000 desaparecidos y adhirió a la ideología de género.

Esta proximidad de ideas y de prácticas entre el gobernador cordobés y el presidente de la Nación, además de su amistad personal, tal vez incidió para que el presunto “armador” de la tercera opción electoral, se convirtiera de hecho en su efectivo “desarmador”. Cuando a Lavagna lo fueron a buscar, el ex ministro impuso sus condiciones. Schiaretti se apoyó en ellas para frustrar su candidatura, reclamando su participación en unas primarias que Lavagna siempre rechazó, con justa razón: el próximo presidente, sea quien fuere, habrá de necesitar una autoridad firme, amplia y respetada. Él no quiso someterse a una justa innecesaria, que sólo habría estado destinada a debilitar su perfil y volverlo susceptible a presiones para un reparto “proporcional” del poder. La llamada Alternativa Federal se disolvió en el aire, y cada uno de sus integrantes busca ahora un lugar para ubicarse frente a las próximas elecciones. La calculada insistencia de Schiaretti dejó a la gran masa de los descontentos sin un candidato a la vista para escapar de la forzada polarización que persigue especialmente el macrismo.

En este escenario volátil, el que pega primero, pega dos veces. El espacio político que conduce Cristina Fernández es por el momento el único que tiene la casa en orden y un discurso coherente. En el mismo mensaje en el que anunció que acompañaría en la fórmula la candidatura de Alberto Fernández, la ex presidente hizo una descripción somera pero realista de la situación del país y de lo que podía esperarse de un futuro gobierno. Desde entonces procuró mantenerse en un segundo plano y se cuidó de no decir tonterías. Propuso a Axel Kicillof como candidato a la gobernación bonaerense como para disipar temores sobre su regreso al ministerio de economía, y eligió para acompañarlo a Verónica Magario, la más revoltosa entre los intendentes kirchneristas, creo que guiada por preocupaciones parecidas. La fórmula parece una invitación deliberada de Cristina a renovar el mandato de María Eugenia Vidal: tal vez me equivoque, porque a los millenials del conurbano no los conozco bien, pero veo a los bonaerenses más dispuestos a ratificar su confianza a una dirigente que aprecian que a probar suerte con un par de guerrilleros. Varios intendentes peronistas de la zona, que conocen mejor el paño, tienen impresiones parecidas. Si este escenario es cierto, a la gobernadora le convendría impartir cursos acelerados sobre corte de boleta. Ella no tiene el salvavidas del ballotage.

Como contrapartida, en el oficialismo nacional todo es confusión y nervios e iniciativas que se vuelven cada vez más delirantes a medida que los plazos se acortan y las encuestas continúan siendo adversas. Alquimias con la fórmula presidencial, aperturas políticas en las que ni ellos creen, ofertas desatinadas como la conocida este fin de semana para ofrecer la candidatura de Vidal a Alternativa Federal cuando ese espacio prácticamente ha dejado de existir, y largos etcéteras. El problema principal con Cambiemos es que ha perdido la confianza de sus votantes por la ineptitud generalizada de su gestión, y los ha agraviado además en lo más íntimo con su política de derechos humanos y su adhesión desembozada a la ideología de género. Para revertir la pérdida de credibilidad y restañar las heridas, si pudiera o quisiera hacerlo, necesita un tiempo que no tiene. De modo que toda su apuesta depende de la polarización.

Una polarización que le resulta cada vez más forzada, porque Cristina Fernández está haciendo todos los esfuerzos para correrse al centro, a esa gran avenida poblada de descontentos, incluso con ella misma. A todos les concede el beneficio de eclipsarse, de hacerse a un lado y de hablar poco, sin estridencias sonoras ni conceptuales. Si la tercera opción llegara a materializarse, Cristina se vería obligada a volverse más kirchnerista (y a pensar más seriamente en su futuro judicial). La buena recepción de su espacio a la idea de una primaria con el Frente Renovador de Sergio Massa apunta más bien a atraerlo a uno de los polos. Sucede que la avenida del centro no ha quedado todavía desierta, y entre la K y la M sigue estando la L: Lavagna se apresta a inaugurar su sede de campaña, lo que indica que no ha desistido de su candidatura, y que algunas razones de peso deben haberla sostenido, además de los buenos oficios del matrimonio Barrionuevo-Camaño. El ex ministro peronista y candidato radical proyecta la imagen tranquilizadora que los descontentos necesitan: madurez, serenidad, solvencia. Lo que no se le conoce todavía es el equipo de colaboradores. Algunos de sus allegados aseguran que Lousteau podría ser su compañero de fórmula. Lousteau y Massa aparecen hoy como dos jugadores libres en condiciones de mejorar el desempeño de cualquier equipo, pero no de capitanearlo. Menos por su capacidad para atraer votos que por sus cualidades personales, lo mismo podría decirse de Pichetto. Lo difícil es verlos rendirse a la autoridad paternal.

–Santiago González

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