El tiro por la culata

“Lo que tenemos que hacer un día es emprender la reforma constitucional porque no es lógico tener un sistema electoral en términos de requisitos de primera y segunda vuelta más exigente que la Presidencia; hay algo raro ahí”, admitió fastidiado Mauricio Macri. Aludía a que el sistema de ballotage que rige para las elecciones nacionales permite que si el ganador obtiene más del 40 % de los votos y una ventaja de más de 10 puntos sobre su seguidor no haya necesidad de una segunda vuelta. En condiciones similares, el triunfo de Horacio Rodríguez Larreta en la capital federal sería a esta altura cosa resuelta. “Algún día hay que hacerlo, hay que cambiarlo”, insistió el líder del PRO. En realidad, lo deseable no sería cambiarlo, sino eliminarlo. Ballotages, ley de lemas, colectoras, sistemas alambicados para el recuento de votos y otras cosas por el estilo no son más que intentos de alterar la voluntad de los ciudadanos tal como se expresa en las urnas. En algunos casos en contra de determinado partido, en otros a favor de determinada parcialidad. Siempre como parte de una negociación en la que cada una de las partes involucradas cree tener algo que ganar, como ocurrió con los sistemas de doble vuelta electoral implantados en la ciudad y en la nación, surgidos del desgraciado Pacto de Olivos y sancionados por la todavía más desdichada Constitución de 1994 y su hija natural, la Constitución de la CABA. En ese entonces la idea era lograr la expresión electoral de mayorías fuertes e inducir a un sistema bipartidario repartido entre radicales y peronistas. Pero la aplicación de la doble vuelta electoral raras veces sirvió para algo bueno, y por el contrario hizo posible el advenimiento del kirchnerismo. Un tiro por la culata, como el que ahora se vive en la capital. Veinte años después de aquel deplorable acuerdo entre Raúl Alfonsín y Carlos Menem, el panorama político del país está en ebullición, los viejos partidos que aspiraban a repartirse el poder lucen anémicos y desvertebrados, y normas como el ballotage más parecen esqueletos artificiales para mantenerlos erguidos que instrumentos de la democracia. Dejando de lado otras consideraciones, nadie puede dudar de cuál ha sido la voluntad mayoritaria en la ciudad de Buenos Aires, y si una segunda vuelta la revirtiera el resultado sería tan legal como artificial. Compárese el caso con el de la provincia de Santa Fe, donde los votos se repartieron parejamente entre tres candidatos: ¿cómo definir allí la voluntad del electorado? Una nueva votación parece en todo caso necesaria cuando las diferencias son mínimas, y no amplísimas como en la CABA. Todo lo dicho no supone, ni mucho menos, una invitación a que Martín Lousteau retire su candidatura de la segunda vuelta. No se le puede pedir a alguien que resigne un derecho que legítimamente le asiste, simplemente porque la ley que le reconoce ese derecho está mal concebida. Esa no es responsabilidad de Lousteau, sino particularmente de las fuerzas políticas que se dicen republicanas y que si de veras están dispuestas a tomarse las cosas en serio deberían comenzar por derogar ese mamarracho constitucional aprobado en 1994 y todas sus derivaciones. Especialmente retomar la elección por simple mayoría (excepto en el caso del presidente, donde debería volverse al sistema de colegio electoral, mandato por seis años, sin reelección; pero éste es otro tema). –S.G.

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5 opiniones en “El tiro por la culata”

  1. Coincido con lo de volver a un mandato único de 6 años. Los dos mandatos de 4 no son sino uno de 8, con estado de campaña y manipulación permanente. Más las poco democráticas sucesiones intrafamiliares, que un conocido cantante popular calificó de monarquías…

    1. Si no hubiese tenido la posibilidad de buscar la reelección, Menem no habría malogrado las reformas de Cavallo y el país hoy sería otro. ¡Gracias, don Raúl!

  2. Muy interesante el final.
    Hay más de uno que piensa sí.
    No puedo recordar con precisión cómo funcionaba el colegio electoral.
    Habría que volver a fundamentarlo.
    Estamos acostumbrados a estos cuatro años que terminan siendo ocho…¡si no van por más!

  3. En las redes se especulaba con que todos los votos de Recalde iban a Lousteau. Hoy Recalde le dio el tiro de gracia a este último al decir “no apoyo a ninguno”… Veo más difícil que el rebaño vaya a votar.

    1. Nadie es dueño de los votos de nadie, y el día de la elección cada uno vota como quiere. No hay rebaño sin pastor, felizmente no tenemos ni uno ni otro.

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