Todos los argentinos aportamos por lo menos un 40 por ciento de nuestros ingresos para el sostenimiento del estado nacional: un 20 por ciento en retenciones e impuestos varios a los ingresos en sí, y otro 20 por ciento en concepto de IVA sobre todo lo que consumimos. Además de esta tasa digamos pareja para todos, pagamos según los casos una multitud de otros impuestos a la propiedad, inmueble o automotor, impuestos internos sobre el tabaco, el alcohol y la yerba, impuestos a los... Continúa →
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Fin de fiesta
La buena noticia es que por fin el gobierno parece haber reconocido que tiene problemas en el frente económico. Las malas noticias vienen por el lado de las medidas imaginadas para resolverlos, que fallan en su esencia misma, o en su oportunidad. El corralito fiscal tendido en torno del mercado de cambios refleja una tendencia a acudir al estado policial cuando las papas queman: atenta contra libertades elementales, como la de hacer uno con su patrimonio lo que se le antoje, siempre que sea dentro de la ley. La extravagante normativa creó una miríada de situaciones injustas, y tuvo efectos complicados sobre las operaciones con inmuebles y automóviles. El recurso a la fuerza, a la coacción, nunca resuelve estos problemas, y menos en la Argentina, donde todos ya están entrenados en el arte de buscar atajos. El primer efecto ha sido la organización de un mercado paralelo, cuya fluctuación comienza a encontrar espacio en las páginas de cotizaciones de los diarios. En su confusión, aparentemente decidido a bajar todos los indicadores relacionados con el dólar, el gobierno intervino a mitad de semana en el mercado del llamado “contado con liquidación”, y logró bajarlo de 5,15 a 4,85. El “contado con liquidación” es en realidad una operación con bonos en dólares usada para fugar dinero del país: se los compra en pesos aquí y se los vende en dólares en Nueva York. La ANSES, que administra de este modo el dinero de los jubilados, se desprendió de valiosos bonos en dólares y le abarató la jugarreta a quienes sacan divisas al exterior. Resulta evidente que el gobierno quiere mantener controlado el precio del dólar para que no avive el fuego de la inflación, lo cual desde cierto punto de vista tiene sentido. Pero el precio del dólar sube, como sube el precio de la lechuga o cualquier cosa, justamente porque hay inflación. Las autoridades económicas cayeron en una trampa montada por ellas mismas, más exactamente desde el Banco Central. Continuar leyendo “Fin de fiesta”