A María Elena Walsh la define su retrato. La apasionada fogosidad de su pelo, la lúcida transparencia de sus ojos, y una boca grande para decir y para cantar, para acariciar y para amonestar, para compartir ese apasionamiento y esa lucidez acicateando nuestra fantasía y obligándonos a pensar por fuera de los lugares comunes y las nociones correctas.
Su pasión por las palabras, por el sonido y el sentido de las palabras, la reveló antes que nada como poeta; su lucidez de artista la llevó a colocar sus versos bien lejos de los atormentados cultores del ensimismamiento; su voluntad de hacerse oir la condujo al encuentro de la canción, el lugar que el siglo ha reservado para la poesía.
Dentro del gran auditorio imaginario eligió un público especial, el de los niños, en el que posiblemente adivinara una entrega sin retaceos, una complicidad juguetona que le aseguraba el espacio para divertirse a sus anchas. Tres generaciones de argentinos llevan grabados en el alma sus melodías, sus personajes, sus mundos de leyes propias. Continuar leyendo “María Elena Walsh (1930-2011)”
