“En su momento, un soldado del ejército norvietnamita llamado Van Thanh entendió que no era con el corazón en la boca como valía la pena vivir. Una bomba y dos hijos muertos después, terminó de convencerse: lo mejor era la fuga. Sin la poesía de Carpentier, sin la angustia de Conrad, él se lanzó a escribir -con su cuerpo y sus días y sus dioses con raíz- una historia tanto más conmovedora por lo que tiene de cierta. Un padre que se lleva a su hijo a la selva para salvarle la vida. Un montón de extraños que un día deciden ‘rescatarlos’ de esa vida que alguna vez fue la única posible. Hay, en esta parábola, una verdad que se nos escapa. El don que sólo da el silencio: pensar sin palabras, ser sin los demás. Salir de todo para entrar en uno. Y ya no poder regresar a ningún lado.” –Fernanda Sández