La salud de la republiquita

La diputada Elisa Carrió, cabeza de uno de los socios de la alianza Cambiemos, se comprometió en 2015 a colaborar en el restablecimiento de la salud de la República, severamente deteriorada al cabo de 12 años de malos tratos kirchneristas. Para graficar ese compromiso, se fotografió en pose de flamante mamá con una muñeca atravesada por una banda celeste y blanca, y dijo “¡A la republiquita la cuido yo!”. Cambiemos ganó esas elecciones, pero cuatro años más tarde los problemas de la republiquita no han hecho sino agravarse. No quiero fastidiar al lector con una historia clínica que este sitio ha registrado desde los primeros meses de 2016, al menos en sus alternativas más evidentes. Pero en esta etapa preelectoral, cuando la coalición de la madre protectora pide a los ciudadanos la renovación de su confianza, por otra parte sin un solo argumento capaz de solventar ese pedido, la salud de la republiquita ha mostrado algunos síntomas preocupantes como para presumir un agravamiento. Después de su gran desempeño electoral en las legislativas de 2017, los estrategas del gobierno se plantearon el futuro político del país con la misma incompetencia y la misma soberbia como encararon su derrotero económico: en los dos casos creyeron que el éxito estaba asegurado simplemente porque ellos son ellos. En los dos casos fracasaron, probablemente por esa misma razón. El socorro de Trump y el FMI, cargado a la cuenta de nuestros hijos, nietos y bisnietos, evitó que se pusieran el país de sombrero antes de las elecciones. Pero el problema político quedó en sus manos. ¿Qué hicieron entonces los salvadores de la republiquita? ¿Plantearon francamente la gravedad de la situación y reclamaron de buena fe el auxilio de la oposición para evitar males mayores a los ciudadanos? Nada de eso. Ellos son ellos. Desde un primer momento se plantearon la elección de 2019 exclusivamente como un enfrentamiento de ellos con los otros, con los kirchneristas, seguros de que el comicio sería apenas una formalidad. ¿Quién querría volver con los otros, si ellos son ellos? Sin embargo, su conducción del país fue tan deplorable en lo económico y social, tan desconectada del ánimo y la tradición ciudadana en lo simbólico y cultural, que muchos sintieron que no querían volver a repetir la experiencia. Ni la de estos cuatro años ni la de los doce anteriores. Cuando esto empezó a aparecer en las encuestas, y cuando coherentemente en la arena política comenzaron a duras penas a surgir alternativas, la reacción del gobierno fue dedicarse a destruirlas o mellarlas o falsificarlas una por una: el peronismo no kirchnerista, el liberalismo clásico, el nacionalismo provida, todos, sufrieron súbitas deserciones, inesperados traspiés burocráticos, inexplicables reyertas internas. Ninguna de esas expresiones presentaba el menor punto de contacto con el kirchnerismo, todas estaban destinadas a abrevar en la base de votantes de Cambiemos. “Que no tengan dónde ir”, había sido la consigna. Con la complicidad de la gran prensa, que presentó las dificultades de esas listas como problemas de ellas mismas, el oficialismo consiguió neutralizar las opciones, debilitarlas hasta volverlas poco atractivas, inocuas. Ahora el electorado va a ser inducido a una polarización anticipada e innecesaria, simétricamente también alentada por los otros, que me temo habrá de convertir las primarias en una primera vuelta. Escamotear el derecho a elegir, la libertad de elegir,  es una práctica tan escasamente republicana que explica la visible recaída en la salud de la republiquita. Su declarada protectora ni siquiera ha tenido la delicadeza de brindarnos un parte médico.  –S.G.

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1 opinión en “La salud de la republiquita”

  1. Ahora pura depresion post-parto… ¿y qué lilito se atreveria a “cruzar el desierto” sin agua mineral francesa como tienen hoy a mano en reuniones de gobierno?

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