Saddam y su frente interno

Nota de archivoOriginalmente publicada en el desaparecido sitio en castellano de CNN.

ATLANTA (CNN) — Si el acuerdo alcanzado en Bagdad por el secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan consigue el respaldo de la organización, y la amenaza de un ataque militar se diluye, Saddam Hussein deberá ocuparse rápidamente de su frente interno y convencer a los suyos de que la apertura de los “predios presidenciales” no constituye una afrenta a la soberanía iraquí.

Aunque allanarse a las condiciones exigidas por el Consejo de Seguridad de la ONU haya sido una muestra de sensatez, habida cuenta del masivo poder de fuego concentrado en la zona del Golfo como recurso de persuasión, el gobernante iraquí puede haber quedado preso de su propia retórica.

Condiciones como las aceptadas en las negociaciones del fin de semana con Annan habían sido rechazadas anteriormente por Bagdad como “humillantes” y lesivas para la soberanía del país, por lo que las explicaciones deberían ser altamente imaginativas para conformar al arraigado nacionalismo árabe.

Saddam ha tenido cierto éxito en el pasado para manipular la opinión pública en su favor y trocar mágicamente derrotas en victorias, pero a esta altura muchos iraquíes deben estar preguntándose por la capacidad de liderazgo de este abogado de 60 años que hace dos décadas recibió un país floreciente y lo convirtió en una ruina.

Primero fue la larga, cruenta e infructuosa guerra con Irán, que desangró a su país y condujo a la destrucción de buena parte de su infraestructura petrolera, para terminar negociando la paz bajo las condiciones de Teherán.

Casi inmediatamente vino la aventura kuwaití, con una amarga derrota y extenuantes sanciones económicas que siguen en pie.

Saddam parece empeñado en buscar un destino que trasciende las fronteras de su país para extenderse al resto del mundo árabe. Pero nadie sabe hasta dónde estarán dispuestos a acompañarlo su partido Baas, una variante nacionalista árabe del socialismo, y los militares cuyo uniforme el presidente prefiere por sobre la indumentaria de letrado.

Desde su llegada al poder a fines de la década de 1970, el líder iraquí sobrevivió a por lo menos dos atentados, y se desembarazó de sus opositores o seguidores desafectos -entre ellos miembros de su familia- mediante cruentas purgas, encarcelamientos y destierros.

Hoy se lo ve rodeado por sus viejos amigos incondicionales, como el viceprimer ministro Tariq Aziz, o por familiares cercanos, como su hijo Uday, aparente heredero, dueño de un diario y un canal de televisión, y sobreviviente de un atentado en diciembre de 1996. Qusay, su otro hijo, controla desde entonces la seguridad, la inteligencia, y un cuerpo de comandos.

Los países occidentales, que nutrieron a Saddam en sus orígenes y le proporcionaron las mismas armas que ahora quieren encontrar, esperaban seguramente que la derrota militar de 199 y las duras sanciones impuestas desde entonces deterioraran su reputación y erosionaran su base de poder.

Pero ello, evidentemente, no ha sucedido hasta ahora. Y si hay expresiones políticas moderadas en Iraq, no se las oye.

–Santiago González

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