El regreso de Uribe

El vertiginoso ascenso de su candidato Iván Duque y su propio éxito en el Congreso lo proyectan como árbitro del futuro político colombiano

BOGOTA – Uno no acierta a decidir si al presidente Juan Manuel Santos le salió todo bien o le salió todo mal. El proceso electoral en curso en Colombia, el primero desde la firma de los acuerdos de paz con los guerrilleros de las FARC hace dos años, marca una contundente derrota en las urnas de los ex combatientes devenidos en políticos y un irresistible ascenso de la corriente derechista acaudillada por el ex presidente Álvaro Uribe Vélez. Su candidato Iván Duque Márquez es de lejos el favorito con vistas a las elecciones presidenciales de mayo, y él mismo se convirtió, en las legislativas celebradas hace un par de semanas, en el senador más votado en la historia de Colombia.

Una encuesta comisionada por varias empresas de medios, y conocida este miércoles, muestra a Duque con un 40% de intención de voto frente al 24% de su más inmediato seguidor, el centroizquierdista Gustavo Petro. Pero el dato quizás más significativo dice que Petro exhibe una intención negativa (“nunca votaría por él”) del 35% frente a sólo un 14% de Duque. Y cuando la encuestadora YanHaas preguntó a sus consultados quién creían que iba a ganar, el 50% se inclinó por Duque y el 24%, el mismo porcentaje que dijo que lo votaría, mencionó a Petro.

Estos datos llevarían a pensar que Duque podría imponerse en primera vuelta, pero todavía faltan dos meses para esos comicios, y todos los involucrados están abocados a una intensa actividad de contactos y aproximaciones para mejorar sus posibilidades: lo hace la izquierda, lo hacen los partidos de centro, cuyos candidatos –Sergio Fajardo, Germán Vargas Lleras y Humberto de la Calle– suman en conjunto un 17% de intención de voto, y lo hacen también los uribistas. Óscar Zuluaga, que perdió frente a Santos en 2014 y quedó resentido al no ser postulado nuevamente para competir este año, anunció un próximo encuentro con Duque.

En el posicionamiento privilegiado de Duque y Petro tuvieron decisiva influencia las elecciones legislativas del 11 de marzo, que evidenciaron un nítido vuelco a la derecha del electorado colombiano. Antes de esa fecha, Duque mostraba una intención de voto del 6% y Petro del 13%. En la consulta para integrar las cámaras, las FARC recibieron 85.000 votos, mientras que los partidos de centroderecha –el Centro Democrático de Uribe y Cambio Radical, un agrupamiento conservador que acompañó a Uribe primero y a Santos luego– sumaron en conjunto 4.500.000 votos.

El uribismo y sus aliados tienen ya asegurada una posición decisiva en ambas cámaras, y se encaminan hacia las elecciones del 27 de mayo con grandes posibilidades de imponerse en primera vuelta si la polarización que imprimieron las legislativas se acentúa. Sin embargo, si los partidos de centro, cuyas principales figuras aparecen más o menos asociadas al actual presidente y a su controvertido plan de paz con las FARC, logran terciar en la discusión, tal vez haya que esperar hasta una segunda vuelta el 17 de junio para saber quién habrá de ocupar la Casa de Nariño a partir de agosto.

Uno se pregunta si el presidente Santos pensó en este escenario cuando impuso contra viento y marea, y contra la opinión de su mentor Uribe Vélez, su voluntad de concertar acuerdos de paz con las guerrillas. Al fin y al cabo, no hay derrota más decisiva contra las pretensiones políticas de la insurgencia izquierdista que la recibida en las urnas. En ese caso, a Santos todo le salió bien. Pero también, no hay golpe más doloroso para un político que ver triunfar en las urnas y convertirse de hecho en árbitro del futuro político colombiano, a quien cuestionó y combatió, abierta y duramente, la decisión que definió su presidencia y le hizo acreedor al premio Nobel de la Paz. En este caso, y también porque el plan que prohijó no funciona como él dijo que iba a funcionar, a Santos todo le salió mal.

Su temperamento, la manera como él mismo entiende que resultaron las cosas, quedará a la vista en los próximos dos meses, cuando todavía puede volcar su influencia en favor de los partidos de centro y frustrar un triunfo de Duque en primera vuelta.

–Santiago González

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