¿Putin dio la orden de matar al espía?

Por Pat Buchanan *

Gran Bretaña todavía no logró identificar al asesino que trató de matar al doble agente Sergei Skripal y a su hija Yulia en Salisbury, Inglaterra. Y sin embargo, el secretario de asuntos exteriores Boris Johnson sabe quién ordenó el ataque. “Consideramos como absolutamente probable que [el presidente ruso Vladimir Putin] decidiera ordenar el uso de una sustancia neurotóxica en las calles del Reino Unido.”

“Imperdonable”, dice el vocero de Putin Dmitri Peskov acerca de la acusación, que a su juicio también desafía el sentido común. El domingo, Putin repitió los conceptos de Peskov: “No tiene el menor sentido, es pura basura, creer que alguien en Rusia pudiese hacer algo semejante en vísperas de la elección presidencial y de la Copa Mundial… Es francamente impensable.”

Putin reiteró el ofrecimiento ruso de ayudar en la investigación.

Pero Johnson no da marcha atrás; al contrario, le mete para adelante.

“Les dimos a los rusos todas las oportunidades para que presentaran una hipótesis alternativa… y no lo han hecho”, dijo Johnson. “En realidad tenemos pruebas… de que Rusia no sólo ha estado investigando la producción de sustancias neurotóxicas con fines criminales sino que también ha creado y almacenado Novichok”, el veneno utilizado en Salisbury.

Que Rusia sea el principal sospechoso es comprensible. Novichok fue creado hace décadas por los militares rusos, y Skripal, un ex agente de inteligencia ruso, entregó espías rusos al MI6. Pero lo que está faltando aquí es el motivo del Kremlin para cometer el crimen.

Skripal fue condenado en el 2006 por traicionar a espías rusos. Pasó cuatro años en la cárcel y en 2010 fue canjeado por espías rusos en los Estados Unidos. Si Putin lo quería a Skripal muerto como ejemplo para todos los traidores potenciales, ¿por qué no lo ejecutó cuando lo tenía bajo custodia en el Kremlin? ¿Para qué esperar ocho años hasta que Scripal fue enviado a Inglaterra? ¿Y en de qué manera este crimen cometido en suelo británico favorece algún interés ruso?

Putin no es tonto. Como agente de inteligencia veterano, sabe que ninguna agencia de inteligencia rival como la CIA o el MI6 canjearía espías con Rusia si el Kremlin se dedicara a matarlos después de haberlos canjeados.

“Cui bono?” reza la siempre relevante pregunta ciceroniana. “¿Quién se beneficia” de semejante atrocidad criminal?

Con toda certeza, en este caso, ni Rusia, ni el Kremlin, ni Putin. Todos ellos han sufrido un castigo incesante en la opinión mundial y en la prensa occidental desde que los Skripal aparecieron en estado comatoso, al borde de la muerte, en ese banco frente a un centro comercial de Salisbury.

Previsiblemente, la reacción británica ha sido de indignación, rechazo y represalias. Veintitrés diplomáticos rusos, agentes de inteligencia en su embajada londinenes, fueron expulsados. Los británicos tratan a Putin como a un paria y pintan a Rusia como ajena al círculo de las naciones civilizadas. Rusia está “destrozando el libro de normas internacionales”, tronó el secretario de defensa Gavin Williamson. Al preguntársele cómo podría responder Moscú a las expulsiones, William repuso: Rusia tendría que “marcharse y callarse”. Los simpatizantes de Putin, incluido el líder del Partido Laborista Jeremy Corbin han sido silenciados o fustigados como tibios por resistirse a los juicios apresurados. Los norteamericanos, naturalmente, se pusieron del lado de sus viejos aliados, y el presidente Donald Trump impuso nuevas sanciones.

Todos los días se nos alecciona acerca de que Putin trató de volcar la elección de 2016 a favor de Trump, Pero si esto fue así, ¿por qué ordenaría Putin un asesinato público que prácticamente forzaría a Trump a postergar sus esfuerzos a favor de un reacercamiento?

¿Quiénes, entonces, son los beneficiarios de esta atrocidad? ¿No lo es acaso la coalición –principalmente en nuestra ciudad capital– que alberga una hostilidad endémica hacia Rusia y contempla el papel futuro de los Estados Unidos como una continuidad del que ejerció en la Guerra Fría, de contener y acorralar a Rusia hasta que podamos lograr un cambio de régimen en Moscú?

¿Cuál debería ser la posición de Trump? Colocarse junto a nuestro aliado británico, pero insistir en privado en la necesidad de una investigación plena y de pruebas convicentes antes de adoptar ninguna decisión irreversible.

¿Realmente fue éste un acto ordenado por Putin y el Kremlin, que no sólo lo han negado sino que también lo condenaron? ¿O fue obra de agentes malintencionados que buscaban los efectos que sabían el crimen de Skripal iba a producir, una división más profunda y permanente entre Rusia y Occidente? Sólo un idiota pudo haber ignorado cuáles serían las ramificaciones de semejante atrocidad en el campo de las relaciones ruso-británico-norteamericanas.

Y antes de tomar decisiones basadas en el veredicto de Boris Johnson –que Putin lo ordenó– recordemos:

–No fueron los españoles, según supimos finalmente, los que en el puerto de La Habana volaron en 1896 el acorazado Maine, incidente que desató la guerra entre los Estados Unidos y España.

–La historia de las lanchas norvietnamitas que atacaron destructores norteamericanos, que tuvo como consecuencia la resolución del Golfo de Tonkin y la muerte de 58.000 estadounidenses muertos en Vietnam, resultó ser no del todo veraz.

–En el 2003 fuimos a la guerra en Irak para eliminar unas armas de destrucción masiva que después descubrimos Saddam Hussein en realidad no tenía. Unos 4.500 norteamericanos muertos y decenas de miles de heridos fue el precio de ese jucio apresurado. Y algunos de los que clamaban por la guerra en esos años, aparecen hoy a la vanguardia de los que claman por el enfrentamiento con Rusia,

Antes de desatar la Segunda Guerra Fría con Rusia, tal vez capaz de conducir a la guerra caliente que logramos evitar en la Primera Guerra Fría, mejor tratemos de establecer bien los hechos.

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

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