Reforma electoral, pero no mucha

Oficialismo y oposición temen que la boleta única de papel abra el camino a la eliminación de la lista sábana

El proyecto de implantar un sistema de voto electrónico en la Argentina resultó finalmente, y felizmente, derrotado en el Congreso, en gran medida gracias a la tenaz intervención de actores de la sociedad civil, lo que constituye una buena noticia adicional. Técnicos informáticos de los más variados orígenes y tendencias demostraron con superabundancia de ejemplos prácticos que lo que se presentaba como un sistema seguro e inviolable, en realidad no lo era, ni podía serlo nunca por su misma naturaleza. Ningún sistema informático es inmune a la intrusión, cosa que advirtieron los países que en su momento adoptaron el voto electrónico y lo abandonaron enseguida: sólo tres de casi 200 naciones en todo el mundo lo emplean. El Congreso nos libró por cierto de agregar otro capítulo a nuestra larga lista de desatinos institucionales, pero de todos modos el debate legislativo sobre la llamada reforma electoral fue extraño. Aún dejando de lado las suspicacias sobre  el beneficio económico que la reforma habría significado para la empresa proveedora de los equipos, aspecto en el que parecía estar particularmente interesado el gobernador salteño Juan Manuel Urtubey,  llamó la atención el empecinamiento del oficialismo por sacar adelante un proyecto cuya instrumentación local no ofrecía siquiera las garantías mínimas, negando hasta último momento las evidencias sobre su vulnerabilidad aportadas por los especialistas. No llamó tanto la atención el poco interés del peronismo en un sistema que le habría complicado algunas de las prácticas fraudulentas que tiene más aceitadas, como el robo de boletas o el voto encadenado. Pero lo que más llamó la atención fue la escasa disposición tanto del oficialismo como de la oposición a considerar el empleo alternativo de la boleta única de papel, mucho más económica que el voto electrónico, virtualmente inmune a las manipulaciones, y cuyo recuento puede ser fiscalizado por cualquier ciudadano sin conocimientos técnicos especiales. Si la intención es perfeccionar la transparencia del voto, una buena opción -si no la mejor- es la boleta única de papel, que además ya es utilizada con éxito en distritos como la provincia de Santa Fe desde el 2011. Pero esta opción estuvo ausente del debate, y también estuvo ausente de los comentarios periodísticos sobre el debate, que hoy prefieren secundar la interpretación oficial de la derrota como consecuencia de una conspiración de los gobernadores peronistas. El gobierno, comprensiblemente, está furioso, porque confiaba en el voto electrónico como instrumento para neutralizar las mañas electorales de los peronistas sin alterar el resto del sistema. Y el grave problema de la boleta única de papel para el establishment local es que abre la puerta a la liquidación de la lista sábana. En la boleta única de papel figuran todas las listas de todos los partidos, y el votante sólo tendría que marcar su preferencia con una cruz junto a la lista correspondiente. Pero una vez acostumbrado el votante a marcar su preferencia con una cruz, la lista sábana se vuelve obsoleta. ¿Por qué marcar listas completas cuando se puede marcar legislador por legislador? Por lo que se ha visto en este debate, ni el oficialismo ni la oposición ni la prensa tienen el menor interés en eliminar la lista sábana, asunto que ni figuró en la discusión, por la sencilla razón de que la lista sábana (y su tren fantasma de ignotos candidatos que están allí sólo para representar intereses especiales) es el instrumento favorito del sistema para acomodar en su favor la voluntad popular.

–Santiago González

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