Ocho presidentes

Nota de archivoOriginalmente distribuida por la agencia Reuters. A fines de la década de 1980, ocho países latinoamericanos obraron conjuntamente para contener la injerencia estadounidense en las guerras civiles centroamericanas. En noviembre de 1987 sus presidentes decidieron ratificar esa voluntad política en una reunión cumbre en Acapulco. Así se preparaba la ciudad para recibirlos.

ACAPULCO, México (Reuter) — Una semana después de haber dejado caer el telón sobre un decepcionante festival cinematográfico, el balneario mexicano de Acapulco se prepara para recibir a las delegaciones de ocho países latinoamericanos que participarán de una cumbre presidencial.

Los mandatarios de la Argentina, Brasil, Colombia, México, Panamá, Perú, Uruguay y Venezuela eligieron este centro de sol implacable y precios tórridos para discutir soluciones concertadas a los problemas de sus pueblos, agobiados por las penurias económicas y los sobresaltos políticos.

Carpinteros, electricistas y técnicos trabajaban sin pausa para poner a punto el vasto complejo del Centro de Convenciones de la cudad, donde los presidentes buscarán durante dos días un camino para la integración económica y la concertación política en América latina.

El Centro fue sede hasta hace pocos días de la décimosegunda reseña mundial de cine de Acapulco, un intento aparentemente malogrado de revivir la serie de festivales de la década de 1960 que contribuyeron a la fama de este sitio turístico sobre el Pacífico. Rápidamente borrados como el recuerdo de un mal sueño, no quedan rastros ya del costoso festival que no atrajo estrellas pero movilizó a la ciudad durante diez días.

Tampoco hay todavía signos evidentes de la cumbre del Grupo de los Ocho, que comenzará el viernes. Sólo una discretas pantallas de acrílico transparente, colocadas a un costado de la senda de acceso al Centro de Convenciones, exponen en letras doradas los nombres de los países participantes, sus jefes de estado y sus escudos nacionales.

Lentamente, las primeras avanzadas de los centenares de periodistas y funcionarios que estarán pendientes de las palabras presidenciales van ocupando posiciones y diseñando su estrategia.

Acapulco atiende mientras tanto a su habitual clientela de turistas estadounidenses, aburridas parejas de mediana edad que no saben cómo disfrutar de sus primeras vacaciones sin los hijos, y solteros en busca de aventura.

Nadie parece enterado del inminente encuentro de presidentes latinoamericanos, primera reunión de este tipo de la que no participa el mandatario estadounidense.

“Supe que me perdí un festival de cine, pero ignoraba que hubiese una reunión de presidentes”, dijo Debbie McKay, una camarera de Nueva York que el sábado pasado comenzó a gastar sus ahorros en unas vacaciones mexicanas. La inesperada compensación de asistir a una ocasión política tan poco frecuente no pareció entusiasmarla.

Para quienes trabajan en esta ciudad de más de un millón de habitantes dispuestos a ofrecer al turista todo lo que los dólares puedan comprar, la cumbre presidencia será simplemente otra manera, directa o indirecta, de ganar dinero.

“Esperamos que los presidentes se lleven una buena impresión de Acapulco, para que después comenten en sus países lo bonito que es”, comentó el taxista Jacinto Velásquez, un nativo de la ciudad.

Tal vez sus esperanzas no sean del todo infundadas, ya que desde su creación en Río de Janeiro en diciembre de 1986, el Grupo de los Ocho siguió un itinerario que parece tomado de un paquete de promoción turística de América latina.

Antes de llegar a la cumbre presidencial de Acapulco, los cancilleres de los ocho países se reunieron en el centro de esquí argentino de Bariloche, en el refugio montañés brasileño de Campos de Jordao, y en el balneario uruguayo de Punta del Este.

Dada la apretada agenda del fin de semana, difícilmente los presidentes encuentren tiempo para ascender a las colinas de Acapulco, a donde las familias del taxista Velásquez y otros lugareños debieron mudarse cuando la costa se volvió prohibitiva para ellos.

Los mandatarios llegarán aquí el jueves por la tarde con intervalos de media hora para dar tiempo al presidente mexicano Miguel de la Madrid a recibirlos con las formalidades correspondientes.

Se alojarán en el complejo residencial de Las brisas, un apartado sector de la costa en el norte de la ciudad, cuyo acceso único facilita las precauciones de seguridad.

El viernes por la mañana mantendrán una serie de conversaciones informales y en la tarde cleberarán la primera de las tres sesiones de trabajo programadas, que completarán el sábado.

Finalmente, el domingo ofrecerán una conferencia de prensa antes de emprender el viaje de regreso.

El cálido clima acapulqueño, con temperaturas que rondan los 30 grados, determinó que los funcionarios de protocolo optasen por recomendar a los presidentes una vestimenta liviana e informal para sus reuniones.

Según la crítica, el reciente festival cinematográfico de Acapulco se frustró fundamentalmente por la ausencia de grandes estrellas, ya que hubo excelentes películas en la pantalla.

Seguramente las principales figuras de la cumbre presidencial no faltarán a la cita, pero, al menos para algunos analistas, la posibilidad de que ella emerja algún título atractivo es un interrogante abierto.

–S.G.

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