Negroponte, embajador en México

Observadores locales ven con recelo la llegada de un diplomático experto en “zonas calientes” como Indochina o América central.

Nota de archivoOriginalmente distribuida por la agencia Reuters.

MEXICO DF (Reuter) — La virtual designación como embajador estadounidense en México de John Negroponte, un diplomático vinculado a operaciones encubiertas en Indochina y América latina, fue recibida como un signo ominoso en un país acosado por el fantasma del intervencionismo norteamericano.

Políticos opositores y expertos en relaciones bilaterales se devanan los sesos tratando de interpretar los designios del gobierno de George Bush al enviar a México a un funcionario asociado a las políticas más duras de Washington en la región.

“Al hombre ya lo conocemos y sabemos de sus antecedentes. Ahora el problema es saber cuál o cuáles son las intenciones que sobre México tiene el gobierno que lo manda”, manifestó el escritor y filósofo Leopoldo Zea.

El propósito del Departamento de Estado de enviar a Negroponte se hizo público la semana pasada a través de la prensa estadounidense, y el gobierno mexicano adelantó oficialmente el lunes por la noche su beneplácito por el nombramiento. La oposición legislativa de todos los sectores coincidió en describir como apresurada la aceptación de la Cancillería.

“Sería bueno que se informara oficialmente al pueblo de las razones que tuvieron para hacer lo que han hecho”, dijo Abel Vicencio Tovar, diputado del derechista Partido Acción Nacional. La izquierda prometió interpelar al canciller Fernando Solana.

Aunque el Senado estadounidense debe ratificar todavía el nombramiento del diplomático de 49 años, nacido en Gran Bretaña y de origen griego, los observadores mexicanos consideran que su designación es un hecho.

Negroponte cobró notoriedad en América latina por su gestión entre 1981 y 1985 como embajador en Honduras, desde donde promovió la política de Ronald Reagan de asistencia militar y financiera a los rebeldes nicaragüenses antisandinistas, que asentaron sus campamentos en ese país.

En ese lapso, la ayuda militar norteamericana a Honduras se elevó de tres millones a 92 millones de dólares anuales, se instalaron en territorio hondureño cinco bases militares estadounidenses y se realizaron numerosos ejercicios conjuntos de contrainsurgencia con el ejército local.

Aunque Negroponte negó sostenidamente toda injerencia en la política interna de Honduras, políticos de ese país lo asocian al ascenso en 1982 del general Gustavo Álvarez a la jefatura de las fuerzas armadas hondureñas.

Alvarez, asesinado el mes pasado en Tegucigalpa por un comando izquierdista, fue vastamente acusado de organizar escuadrones de la muerte en Honduras. Los casos de desapariciones, virtualmente nulos antes de 1980, se elevaron a 134 en 1985, según el Comité de Derechos Humanos de Honduras (CODEH),

“En Honduras, Negroponte hizo lo que quiso, fue el poder detrás del trono. En México tratará de hacer lo mismo”, vaticinó Lilia Bermúdez, especialista del Centro de Investigación y Docencia Económica.

Lo que intriga a los observadores mexicanos es dónde podrá aplicar aquí Negroponte una experiencia adquirida en “zonas calientes”, que se remonta incluso a los más graves momentos del compromiso bélico estadounidense en Vietnam y Kampuchea.

“La experiencia indica que a Negroponte no se le envía a países estables y sin problemas”, comentó el analista Jorge Castañeda.

Las hipótesis más coincidentes sobre la probable “misión” del diplomático apuntan a la lucha contra el narcotráfico, la situación centroamericana, y a supuestas amenazas contra la estabilidad social en México.

“Es el hombre adecuado para meterse a fondo en la acción contra el narcotráfico”, dijo Castañeda. Los Estados Unidos se han quejado reiteradamente de una supuesta inacción mexicana para contener el tráfico de drogas a través de la frontera.

El asesinato en 1985 en México del agente del organismo estadounidente contra las drogas (DEA) Enrique Camarena agrió las relaciones con Washington, que cuestionó la lentitud de las investigaciones para esclarecer el crimen.

Otros analistas asocian el nombre de Negroponte al del nuevo subsecretario de estado para asuntos latinoamericanos Bernard Aronson, otro duro en el tema centroamericano, y pronostican una política menos ideológica pero más eficaz en el área.

“Aronson y Negroponte constituyen la expresión de un juego de amenazas veladas que obligue a cada miembro de la región en un esquema muy elaborado de lealtades, entendimientos y concesiones”, escribió el columnista Mauricio Chávez en el matutino Unomásuno.

La hipótesis que más preocupa a los mexicanos, sin embargo, es la que se refiere a la política interna de su país.

Según Castañeda, los Estados Unidos parecen inquietos por la posibilidad de un estallido social en su vecino del sur, tras los rigurosos ajustes económicos aplicados para hacer frente al pago de la deuda externa, y tienden a ver a México desde la óptica de su seguridad nacional.

El descontento de la población quedó de manifiesto en las elecciones de julio, cuando el candidato de la izquierda Cuauhtémoc Cárdenas logró avances desconocidos para la oposición en México, un país gobernado desde hace décadas por el Partido Revolucionario Institucional.

“No les preocupa únicamente que Cárdenas llegue a ganar la próxima elección, sino que se den brotes de estallidos sociales armados. Eso es lo que les da más miedo”, dijo Castañeda al diario El Financiero.

También para Cesáreo Morales, especialista en asuntos bilaterales de la Universidad de México, la designación del Negroponte “confirma que la inestabilidad en México se ha convertido en el centro de preocupación en los Estados Unidos”.

A través del diplomático, “se daría una vigilacia más cercana de los procesos políticos (en México) y de sus expresiones sociales”, dijo Morales.

Para la izquierda, la presencia de Negropone supone una amenaza directa a su creciente papel político en el país.

Negroponte tendrá como tarea “abortar el movimiento popular surgido desde el (comicio del) 6 de julio y especializar a las fuerzas represivas en nuestro país”, dijo el diputado Jesús Ortega, del Partido Mexicano Socialista.

“Por sus antecedentes, cabe pensar que vendrá a entrometerse en asuntos de seguridad interna –especialmente en la represión política–, área en la que ha demostrado ser un experto”, dijo una declaración de mujeres intelectuales.

La polémica desatada corporiza el fantasma de la intervención estadounidense en los asuntos mexicanos, un factor constante en las difíciles relaciones entre dos vecinos con niveles de desarrollo e influencia tan desiguales.

El mensaje de aceptación enviado a Washington por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari expresa el deseo de que Negroponte “contribuya al fortalecimiento de los vínculos bilaterales sobre bases de igualdad y con estricto respeto a la soberanía”.

–Santiago González

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