Metidos en Honduras

El regreso de Manuel Zelaya sume a Honduras en una seria crisis política, satisface a Hugo Chávez y deja en incómoda situación a Brasil, confundido en su pretensión de liderazgo regional.

zelavez

El regreso a Tegucigalpa del presidente depuesto Manuel Zelaya sumió a Honduras en una grave crisis política, y dejó a Brasil -voluntario o involuntario anfitrión del viajero- mal parado en su pretensión de asumir el liderazgo de la región. Esta situación le otorga una doble satisfacción política al venezolano Hugo Chávez, animado por similares ambiciones.

La cadena de televisión bolivariana Telesur fue la primera en dar la noticia al mundo, y de inmediato un Chávez muy enterado hizo un relato épico del regreso de Zelaya. Éste sin embargo prefirió la lírica para explicarlo: “Dios hace milagros y ciega a quien no quiere verlos y realmente puede hacer mil proezas, estrategias, vencer mil obstáculos”, dijo.

Roberto Micheletti, el presidente de facto de Honduras, optó decididamente por la prosa más descarnada: “Zelaya no se mueve sin el apoyo de Chávez”, dijo. “Esto está patrocinado por Hugo Chávez”. Y agregó: “No hay forma de que [Zelaya] vuelva a la presidencia, pero él está bajo la influencia de Chávez”.

Zelaya fue derrocado en junio por la acción conjunta de los factores de poder de la sociedad hondureña y de poderes del estado como el Congreso y la Justicia, con apoyo de la prensa, la iglesia y las fuerzas armadas. Ni siquiera su propio Partido Liberal lo respaldó, y unas insignificantes protestas populares se disiparon a los dos días.

El presidente fue destituido por una serie de actitudes tales como reivindicar a las víctimas de la lucha contra la guerrilla, adherir al proyecto bolivariano de Chávez y embarcarse en una tortuosa campaña para lograr la reelección, algo prohibido por la Constitución. En el contexto social y político de Honduras todo eso es anatema.

Tras el golpe, Washington emitió una clara señal: condenó el derrocamiento de un gobierno democrático, y encomendó al paciente presidente costarricense Oscar Arias una tarea de mediación destinada a prolongarse hasta las elecciones presidenciales de noviembre, que previsiblemente dejarían la causa de Zelaya tranquilamente en el olvido.

Pero los gobiernos latinoamericanos no escucharon esa señal, algunos porque tienen un oído más sensible a las cadencias caribeñas del líder bolivariano, otros porque padecen de una leve sordera ideológica. Pero todos –también Brasil, y éste es el verdadero problema– sobreactuaron el bonito tema de los golpes de estado y las amenazas a la democracia.

Esa sobreactuación, a la que no fue ajeno el secretario general de la OEA José Miguel Insulza, sumada al tambor permanentemente batiente que resuena desde las húmedas faldas del Monte Ávila, alentaron las esperanzas de “Mel”, quien ayudado por la providencia divina y la inteligencia chavista, se lanzó a la reconquista de Tegucigalpa.

Lo que Honduras ya estaba dejando atrás a la semana del golpe se convirtió ahora en un lío fenomenal, para los hondureños, para la región, y para los países occidentales: Washington y la Unión Europea reclamaron moderación a las partes para no tener que ir a apagar incendios, preguntándose seguramente qué pasa con América latina que no se la puede dejar sola.

Las miradas de reconvención apuntan a Brasil, el grandote al que esperaban confiarle la conducción del equipo y el cuidado de la pelota. Pues bien, Itamaraty acaba de comerse dos goles a manos de su rival bolivariano, que no sólo logró llevar a Zelaya de regreso a Honduras sino que para mayor abundamiento lo depositó a las puertas de la embajada brasileña.

Algunos dicen que el canciller Celso Amorin habría dado su visto bueno de antemano al alojamiento del mandatario depuesto, a tono con la mencionada sobreactuación del tema democrático. Otros afirman que Brasilia fue tomada de sorpresa por la maniobra chavista. Ninguna de las dos opciones le hace el menor favor al pretendido líder sudamericano.

El arco brasileño ya había sido vencido hace cosa de un mes cuando el colombiano Álvaro Uribe hizo saber a la Unasur y del Consejo Sudamericano de Defensa –dos creaciones del palacio del Planalto– que su país era un país soberano y que no iba a dar marcha atrás con la autorización a la presencia militar estadounidense, mal que les pesara a Chávez y a Lula.

Con no disimulado disgusto, Lula se tragó el sapo, llamó a Chavez a contener su verborragia, y evitó toda sobreactuación del tema de la presencia militar extranjera. Es cierto que Colombia, con los Estados Unidos detrás, no es lo mismo que Honduras, pero también es cierto que la presencia de tropas extranjeras es hoy algo más serio que las amenazas golpistas.

–Santiago González


[importante color=blue title=”Notas relacionadas”]Sin convicciones ni liderazgo.
El hombre equivocado.[/importante]

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2 opiniones en “Metidos en Honduras”

  1. Todos estos líos en los países latinoamericanos sirven para alimentar de argumentos a los EE.UU. cuando quieran ir sembrando sus bases aquí y allá… No olvidemos que en su momento estuvieron propagandeando a la triple frontera y Ciudad del Este como eje estratégico del mal… para ir condicionando la opinión global y justificar sus invasiones… También está el Amazonas como patrimonio de la humanidad y la misión divina y ecológica de protegerlo de las manos bárbaras de los brasileños… Y veremos qué pasa en los demás países….

    Mientras tanto acá en Argentina le damos argumentos a todos para hacer lo que quieran.

    1. Justamente eso es lo que quiere evitar Brasil, y Chávez lo sabotea con sus patoteadas, puramente verbales por otra parte. Así como Kirchner dice defender a los pobres y crea cada día más, Chávez le ladra al imperio… y trabaja para él, incluso vendiéndole todo su petróleo, como le hizo notar Alan García en Bariloche. Gracias por sus comentarios.

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