Massita

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“Si se presenta, Massa puede sacar el 40 por ciento de los votos, o más”, afirma sin titubear el encuestador y analista Jorge Giacobbe. Uno no puede dejar de preguntarse en qué se basa semejante vaticinio: ¿quién es Sergio Massa? ¿Quién lo conoce en la provincia de Buenos Aires, más allá del municipio de Tigre? Lo conoce ciertamente el aparato justicialista, al que Massa está ligado desde fines de los noventa, cuando rompió vínculos con la Ucedé de Álvaro Alsogaray, el partido liberal en el que inició su carrera política. Pero el votante común, el hombre de la calle, ¿lo conoce? “Massa es la figura política con mejor imagen”, insiste Giacobbe en el programa de Mariano Grondona, sin aportar mayores precisiones. El golpista Eduardo Duhalde proyectó a Massa a la escena nacional cuando lo puso al frente de la ANSES, cargo en el que fue posteriormente ratificado por Néstor Kirchner. Massa colocó a su lado en la ANSES a su antiguo correligionario liberal Amado Boudou, quien ingresó así al escenario mayor de la política.1 En el 2007 “Massita” fue electo intendente de Tigre, pero al año siguiente pidió licencia para ocupar la jefatura del gabinete nacional tras la renuncia de Alberto Fernández. En el 2009 se prestó al juego de las candidaturas testimoniales y fue elegido diputado nacional, pero renunció para volver a la intendencia de Tigre. Pese a los servicios prestados, el kirchnerismo lo acusó de traidor porque en las elecciones municipales diferenció su campaña de la del oficialismo nacional y logró que la candidatura a concejal de su esposa obtuviera 14 puntos más que la del propio Kirchner a la diputación provincial. ¿Alcanzan estos antecedentes para que Massa exhiba el mejor perfil de la provincia, y eventualmente arrase en una elección, como afirman Giacobbe y otros augures?

Los bonaerenses podrán apreciar su buena gestión en la municipalidad de Tigre, que aprovechó sin duda la excelente herencia del recordado intendente Ricardo Ubieto, pero en ese orden de ideas podrían apreciar igualmente la buena gestión de Darío Giustozzi en el municipio de Almirante Brown, donde tuvo que empezar prácticamente de cero. La diferencia entre Massa y Giustozzi es que Massa tiene ambiciones más audaces, y desde hace tiempo viene trabajando con otros dirigentes e intendentes, incluido Giustozzi, en el armado de una base política propia que le permita llegar a la gobernación provincial y, si le alcanza la nafta, a la presidencia de la nación. Pero el común de los votantes bonaerenses desconoce estas cosas, y aun si las conociera no las consideraría decisivas para orientar su voto. ¿Alguien sabe qué piensa Massa, cuáles son sus ideas sobre la provincia, sobre el país? ¿Alguien le conoce la voz?

Entonces, ¿a qué se debe que los comentaristas de la prensa ubicada en la vereda de enfrente del oficialismo vengan hablando de Massa desde hace tiempo, e insistiendo en el potencial de su figura? ¿A qué se debe que Joaquín Morales Solá, el analista estrella de La Nación, le haya dedicado toda una columna a principios de mayo, y otra este domingo? ¿A qué se debe que este mismo domingo los dos principales comentaristas políticos de Clarín, Ricardo Kirschbaum y Eduardo van der Kooy, pongan a Massa en un lugar central de sus análisis? ¿A qué se debe que simultáneamente la revista Noticias denuncie en tapa un presunto complot kirchnerista para ensuciar la figura de Massa? En abril, a propósito de las familias mafiosas que se apoderaron de la Argentina, se dijo en este sitio: “Mientras tanto, discretamente, las otras familias ya están preparando el candidato que esa misma ciudadanía habrá de votar esperanzada en el 2015, que les asegurará la continuidad de los negocios, y que será debidamente instalado en el aprecio popular por los medios de comunicación. Esto es lo que viene ocurriendo desde el retorno de la democracia, y no hay razones a la vista para pensar que habrá de dejar de ocurrir.” El alboroto publicitario en torno de Massa se parece mucho a una instalación. Las ambiciones del joven intendente parecen resultar funcionales a intereses que no se agotan en precipitar una derrota kirchnerista en la provincia de Buenos Aires. Sólo se trata de invocar encuestas imaginarias para justificar la atención que se presta a Massa (y para explicar también sus ambiciones y sus armados), y encumbrar su figura hasta el momento en que la profecía se cumpla y Massa empiece a aparecer en la imaginación de los votantes y en las encuestas reales.

–Santiago González

Notas relacionadasMafias
  1. “Yo no lo llevé a Boudou a ANSES. Lo llevó Rodríguez Larreta en el 98”, aclaró Massa durante una entrevista al canal TN concedida a fines de mayo del 2014. Efectivamente, Boudou ingresó a la agencia de seguridad social en 1998, durante la gestión de Horacio Rodríguez Larreta, quien posteriormente ganaría perfil político en el PRO junto a Mauricio Macri. Massa fue sin embargo quien promovió la carrera de Boudou: gerente de presupuesto en el 2002, secretario general en 2006, y director en el 2007, cuando dejó ese puesto para hacerse cargo de intendencia de Tigre. [Actualización del 2 de junio de 2014.] []

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2 opiniones en “Massita”

  1. Seguramente hay mucho de lo que afirma usted: la política de un país, suele ser la lucha entre unos pocos grupos por imponerse y – agrego yo – constituirse en la “oligarquía gobernante”. La palabra oligarquía, con su tradicionalismo, puede ser eufemística: en ocasiones es necesario usar palabras más descriptivas; o, mejor, verdaderas calificaciones, como el uso que usted le da a las palabras “familia” y “mafia” para referirse a los grupos en pugna. Pero, me pregunto, si un grupo de políticos, empresarios, sindicalistas, intelectuales, técnicos, etc. de origen peronista y trayectoria peronista, está dispuesto (como dicen estarlo el grupo de Massa y otros grupos) a formar un partido con plataforma escrita, basado en la constitución, por consiguiente dispuestos a transitar (si ganase) un turno o dos con metodología democrático-republicana; esos grupos ¿aún serían “peronistas”?.
    Gracias por sus análisis.

    1. El peronismo siempre se ha colocado, voluntaria y hasta diría orgullosamente, a un costado de la Constitución y de lo que comunmente se entiende por democracia republicana. Cualquier peronista puede declarar su intención de someterse a las leyes y encuadrarse en las instituciones, pero ¿quién le creería? Que La Nación y Clarín hagan como que le creen a Massa, y lo encumbren, habla más de La Nación y Clarín, y de su papel en el juego político de las últimas décadas, que de Massa.

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