Massa y Vidal

Otra de las novedades auspiciosas que arrojó este 25 de octubre es la consolidación de dos figuras jóvenes, Sergio Massa y María Eugenia Vidal, que tienen enormes desafíos por delante pero que ya han exhibido una rara madurez en los ámbitos donde les tocó moverse para la campaña en curso. Massa surgió casi como un experimento de probeta, cuando sectores del establishment decidieron financiar sus ambiciones. El esfuerzo por imponerlo en la escena política resultó demasiado evidente, y Massa no convenció entonces porque sus dichos y hechos parecían responder a un guión bastante elemental, preparado por politólogos a sueldo. Su perfil se disparó cuando perdió esos apoyos, perdió altura en las encuestas, y quedó librado a sí mismo. Entonces exhibió su talla, dio pelea, hizo la mejor campaña de los tres aspirantes presidenciales, y fue el más claro y preciso al decir lo que pensaba hacer si obtenía el mandato de los votantes. Su principal problema era el lastre de dirigentes zonales habituados a las viejas mañas peronistas, muchos de los cuales lo abandonaron a último momento. Los más de cinco millones de votos que consiguió pese a todo no le alcanzaron para disputar la presidencia en un ballotage, pero lo dejaron en inmejorable posición para conducir lo que será la inevitable renovación peronista. Ya se aseguró el apoyo de figuras consulares del justicialismo como Roberto Lavagna y José de la Sota, que seguramente habrán de contribuir con su experiencia al nuevo reto que afronta este joven de 43 años. María Eugenia Vidal tiene casi su misma edad y ha sabido ganarse contra todos los pronósticos el apoyo del electorado más arraigadamente peronista para el desafío enorme de gobernar la provincia más compleja del país. Nunca se entendió muy bien por qué su mentor político Mauricio Macri la eligió como vicejefa de gobierno en el 2011, ni por qué la arrojó este año a los mastines bonaerenses. Ahora se entiende. Vidal supo encontrar el tono, el lenguaje y la presencia (austera, discreta) para ganarse la confianza de las poblaciones con mayores dificultades del país. Los que la han visto trabajar en el gobierno de la capital federal destacan su energía inagotable, su firmeza y su capacidad organizativa. En una provincia abandonada por sus gobernantes desde hace casi tres décadas esas cualidades, o su déficit, resultarán rápidamente evidentes para todos los que la votaron. También Vidal cuenta con el respaldo de gente con experiencia, como el propio Macri o el dirigente radical Ernesto Sanz, cuyo partido se adjudicó buena parte de las intendencias provinciales. Massa y Vidal, desde espacios políticos que suponen o anuncian una imprescindible renovación de los viejos troncos peronista y radical, pueden ser el anticipo de una reconfiguración capaz de encauzar de una vez por todas la política argentina por el camino de la modernidad. El progresismo, la tercera pata de esta mesa, todavía no ha generado un liderazgo promisorio como el de estos dos. –S.G.

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