Por Pat Buchanan *

“Juntos”, aleccionó el presidente Macron al presidente Trump, “podemos resistir el ascenso de los nacionalismos agresivos que niegan nuestra historia y dividen el mundo.” Al hablar ante el Congreso, denunció el “nacionalismo extremo”, invocó a la ONU, la OTAN, la OMC y el Acuerdo de París sobre clima, e imploró a los Estados Unidos de Trump que regresaran al hogar del Nuevo Orden Mundial. “Fueron los Estados Unidos los que inventaron este multilateralismo”, prosiguió Macron, “y son ustedes los ahora llamados a colaborar para preservarlo y reinventarlo.”
Su visita fue aclamada y sus opiniones festejadas, pero, pensándolo bien, las ideas de Emmanuel Macron tienen que ver menos con el mañana que con el ayer. Porque el mundo que él celebra se está convirtiendo en historia.
Los norteamericanos ya se han dado cuenta de que la OTAN se convirtió en un compromiso permanente de los Estados Unidos para ir a la guerra con Rusia en beneficio de una Europa rica que se niega rotundamente a hacerse cargo de su propia defensa.
Desde que se creó la Organización Mundial de Comercio a mediados de los 90, los Estados Unidos han acumulado déficit comerciales por 12 trillones [estadounidenses] de dólares, y uno de sus grandes beneficiarios es… la Unión Europea.
El acuerdo de París sobre el clima impone a los Estados Unidos restricciones ambientales de las que China está exenta.
Y en cuanto a la ONU, ¿acaso esa cloaca de anti-norteamericanismo que es la Asamblea General vale realmente los miles de millones que le hemos destinado?
“Nacionalismo agresivo” es un término que podría caberle muy bien a Napoleón Bonaparte, cuyo Arc de Triomphe se levanta en los Champs-Elysées. ¿Pero acaso les cabe a los húngaros, polacos, británicos, escoceses, catalanes y otras pueblos indígenas de Europa que ahora emplean métodos y recursos de la democracia a fin de preservar un hogar nacional para las poblaciones singulares a los que pertenecen?
Y por otra parte, los Estados Unidos no parecen ser el lugar más apropiado para emprenderla contra “los nacionalismos agresivos que niegan nuestra historia.”
¿Acaso Macron no aprendió en el Lycée Henri IV de París o en la École Nationale d’Administration como consiguieron los norteamericanos todo su territorio? El general Washington, en cuyo hogar de Mount Vernon fue agasajado Macron, era un nacionalista que luchó durante seis años para cortar los lazos de América del norte con la nación bajo la cual había nacido. ¿Cómo cree Macron que Andrew Jackson consiguió la Florida de los españoles, cómo Sam Houston consiguió Texas de los mexicanos, y cómo Winfield Scott y Zachary Taylor consiguieron el sudoeste? ¿Por trueque? Nacionalismo agresivo es un sinónimo adecuado para el Destino Manifiesto de una república que se dedicó a aliviar a España de Cuba, Puerto Rico, Guam y las Filipinas.
¿Cómo cree Macron que se conquistó y colonizó el ”Nuevo Mundo” sino gracias a agresivos nacionalistas españoles, británicos y franceses decididos a imponer su gobierno sobre tribus indígenas más débiles? ¿No fue el nacionalismo lo que fragmentó la Unión Soviética en 15 naciones? ¿No fue el movimiento sionista que logró la resurrección de Israel en 1948, capturó la Cisjordania en 1967 y se anexó después el este de Jerusalén y las alturas del Golán, una manifestación de nacionalismo agresivo? Macron parece un eco de aquel George H. W. Bush que en 1991 en Kiev advirtió a los ucranios contra el “nacionalismo suicida” de declarar su independencia de la Federación Rusa.
“Los nacionalismos agresivos dividen el mundo”, advierte Macron. Bueno, sí, es cierto, y esa es la razón por la que ahora tenemos 194 miembros de la ONU en lugar de los 50 originales. ¿Es eso un problema?
“Juntos”, dijo Macron, ”vamos a construir un multilateralismo nuevo y fuerte, capaz de defender el pluralismo y la democracia cuando soplan vientos contrarios,” Macron pertenece a una clase política que considera que las fronteras abiertas y el libre comercio anudan y refuerzan los vínculos de la dependencia, hasta crear eventualmente una Europa Una cuyos destinos sus compinches controlarán para siempre.
Pero si su idea de pluralismo supone naciones multiraciales, multiétnicas y multiculturales, bajo el señorío multilateral de la UE, lo que describe es un futuro que para decenas de millones de europeos significa la muerte de las naciones que dieron sentido a sus vidas. Y que no van a aceptar así como así.
También en los Estados Unidos, millones de ciudadanos ya advirtieron que hay un método tras la aparente locura de las fronteras abiertas. De lo que se trata es de despojar a los deplorables1 del país que aman.
Con las fronteras abiertas y la inmigración masiva a los Estados Unidos de más de un millón de personas al año, casi todas gentes de color procedentes de países del tercer mundo que votan por los demócratas en un 70 a 90 por ciento, la izquierda tiene el futuro asegurado. La izquierda está convirtiendo el país más grande de Occidente en lo que Teddy Roosevelt denominaba “un hospedaje políglota para todo el mundo”. Y en ese hospedaje la izquierda tendrá la presidencia en un puño.
Con la colaboración de los conspiradores aliados de la prensa, los progresistas cubren con un manto de altruismo lo que es una cínica captura del poder pernanente. Porque cuando millones de inmigrantes legales e ilegales se empadronen, y el derecho a voto se extienda a los presos, a los ex convictos y a los de dieciséis años, la contextura política de los Estados Unidos se va a parecer a la de San Francisco.
Objetivo último: asegurarse de que lo que ocurrió en 2016, cuando la nación se puso de pie y se desembarazó de un establishment que despreciaba, jamás vuelva a ocurrir.
* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.
© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.
- Término despectivo con el que Hillary Clinton y sus seguidores describían a los partidarios de Donald Trump en la última campaña electoral. [↩]