Lucio García del Solar (1922-2010)

El embajador Lucio García del Solar fue el gestor de los principales logros diplomáticos argentinos en su disputa con Gran Bretaña por las islas Malvinas.

La carrera del embajador Lucio García del Solar estuvo inextricablemente ligada a los esfuerzos argentinos por recuperar la soberanía sobre las islas Malvinas por la vía diplomática: asociada a sus mejores logros antes de la guerra de 1982, y al control de daños posterior a un conflicto que nunca dejó de lamentar.

Fue el principal artífice de la resolución de las Naciones Unidas que desde 1965 insta a Gran Bretaña y la Argentina a negociar la disputa de soberanía, logró que esa resolución se mantuviera en pie a pesar de la guerra, y posteriormente condujo las conversaciones reservadas tendientes a restablecer las relaciones diplomáticas con Londres.

El nombre de García del Solar se inscribe junto a los de otros talentosos diplomáticos argentinos, cuya visión estratégica y pericia negociadora han quedado lamentablemente diluidas por la ausencia de políticas de estado y debate público en materia de relaciones exteriores, algo que el propio embajador denunció en más de una oportunidad.

Miguel Ángel Cárcano, canciller de Arturo Frondizi, fue quien introdujo a García del Solar en la vida diplomática, y la casualidad –según él– lo introdujo en el tema Malvinas. Tras la caída de Frondizi fue enviado a la misión ante la ONU, cuyos integrantes buscaban superar el diálogo de sordos entre el Reino Unido y la Argentina.

Corría la década de 1960, y los vientos de la diplomacia internacional soplaban en la dirección de la descolonización, la autodeterminación de los pueblos (nativos, cosa que los kelpers no son), y el respeto a la integridad territorial de los estados. La Argentina aprovechó esos vientos para orientar su reclamo.

Así concibió lo que sería la resolución 2065, que todos los años desde entonces ha recibido el respaldo de la Asamblea General de la ONU y que llama a la Argentina y el Reino Unido a emprender negociaciones para encontrar una solución pacífica a la disputa de soberanía, teniendo en cuenta los intereses de la población isleña.

“En Nueva York, en la Cuarta Comisión, que entiende en los temas de Descolonización me ayudó enormemente el embajador de Uruguay, José María Velázquez, quien presidía un subcomité a cargo de los territorios más pequeños”, relataría años más tarde García del Solar en una entrevista periodística.

“El tomó el asunto como suyo y nos aconsejó cómo hacer todo: la estrategia, la táctica, conocía el terreno. Nos reuníamos en un restaurant cercano a la ONU, muy informal, que le recordaba a Montevideo: ventiladores, aserrín en el piso y unos bifes sensacionales. Allí se redactó la 2065.”

Esa resolución, que enmarcaba el caso en el proceso de descolonización, fue aprobada por 94 votos a favor, ninguno en contra y 14 abstenciones, entre ellas la de los británicos, que la absorbieron sin conflicto, y cuyo representante incluso le comentó a García del Solar: “Trate de convencer a los isleños porque les van a dar mucho trabajo”.

Al mes siguiente, el secretario de exteriores británico Michael Stewart se reunió en Buenos Aires con Miguel Ángel Zavala Ortiz, canciller del presidente Arturo Illia, y los dos diplomáticos firmaron un comunicado conjunto por el que el Reino Unido aceptaba la resolución 2065 y accedía a iniciar negociaciones con la Argentina.

Esas conversaciones se prolongaron durante 16 años, hasta el desembarco militar. En su marco se firmó el Convenio de Comunicaciones de 1971, por el que la Argentina construyó el primer aeropuerto de las islas, envió maestros, estableció algunos vuelos, y estuvo, en dos ocasiones, muy cerca de un acuerdo sobre soberanía.

“El haber logrado que una potencia del calibre de Gran Bretaña –que nunca desde 1833, cuando se apoderó de las Malvinas, había aceptado hablar del tema– se allanase a ello por pedido de la comunidad de naciones fue un logro reconocido aun por autores ingleses; quizás uno de los mayores de la diplomacia argentina”, escribió García del Solar.

* * *

Cuando a comienzos de 1982 comenzaron a circular los rumores de una inminente acción militar en las islas, García del Solar no trabajaba en el servicio exterior argentino. Pero se sintió obligado a advertir sobre el riesgo que significaba el abandono de la vía diplomática, y de los logros tan dificultosamente alcanzados.

Volcó sus preocupaciones en un artículo que tituló “¿Hay aún la posibilidad de una solución pacífica en Malvinas?”, pero, según contó, el diario al que lo llevó se negó a publicarlo porque, habiendo sido informado oficialmente del próximo desembarco, consideraba fuera de lugar ofrecer una nota que abogara por la vía diplomática.

El desembarco se produjo, un mes después se inició la guerra, y cuando ya se advertía la inevitabilidad de la derrota, García del Solar tomó una iniciativa del sociólogo Adolfo Critto y planteó al canciller Nicanor Costa Méndez la posibilidad de que se aprovechara la llegada del Papa para cesar el conflicto y abrir paso a las negociaciones.

La Fuerza Aérea asestaba en ese momento un duro golpe a los británicos en Bahía Agradable, y la respuesta que la junta dio a Costa Méndez pareció más inspirada en los titulares de la revista Gente que en una evaluación militar de la realidad: “La Argentina está ganando y usted quiere negociar…”, fue más o menos lo que le contestaron.

Ahora sólo quedaba por delante el control de daños. García del Solar, que había renunciado al servicio exterior cuando los militares derrocaron a Illia, aceptó la embajada en Washington bajo el gobierno del general Reynaldo Bignone y con Juan Ramón Aguirre Lanari como canciller, en las postrimerías de la última dictadura.

Sus esfuerzos permitieron que, a pesar de la guerra reciente, el tema de Malvinas fuera nuevamente llevado a la Asamblea General de la ONU, y se lograra aprobarlo. “Ese año, por primera vez, Estados Unidos votó a favor. Eso lo gestioné en Washington”, recordó luego el diplomático

“Se aprobó por un margen más reducido, pero salió también y así varias veces en la Asamblea General. Pero desde hace unos años, el reclamo de reanudar la negociaciones se hace sólo en el Comité [de Descolonización]”, agregó, apuntando hacia la que sería la tercera y última etapa de su intervención en el tema.

* * *

En 1989, Domingo Cavallo, en ese momento canciller de Carlos Menem, convocó a García del Solar para emprender negociaciones con los británicos, que condujeron a los llamados acuerdos de Madrid, donde se instaló primero la figura del “paraguas de soberanía”, y se avanzó luego a la reanudación de relaciones con el Reino Unido.

El famoso “paraguas” encerraba la noción de que la discusión acerca de la soberanía sobre las islas debía quedar al margen como condición para la reanudación de relaciones; y una vez reanudadas, Londres fue imponendo la noción de que esa discusión había terminado con su triunfo militar en 1982, noción que hoy es su política de estado.

Las negociaciones, que protagonizó junto a su par británico Crispin Tickell, fueron tensas, complejas y de consecuencias duras para la Argentina. García del Solar destacó sus aspectos positivos: normalización de relaciones, levantamiento de la “zona de exclusión” británica, posibilidad de acuerdos comerciales y de explotación conjunta de recursos.

“Buscaremos la forma de una colaboración mutua, destinada paso a paso a ir recuperando nuestros plenos derechos. No vamos a dejar nuestros derechos soberanos de lado porque constituyen nuestro objetivo último”, dijo el diplomático, pero nunca desconoció la situación desfavorable en la que había quedado la Argentina después de la guerra.

“La ruptura del compromiso argentino de resolver pacíficamente la disputa ha postergado por tiempo indeterminado su solución. El Reino Unido actúa como si el resultado de una guerra provocada, a su juicio, por nuestro país, de hecho anulara el mandato de la ONU y se niega a reanudar las negociaciones”, explicó.

García del Solar creía, con cautelosa expectativa, que el único camino que le queda a la Argentina para recuperar la soberanía en las Malvinas es el de la cooperación económica con Gran Bretaña en la zona de influencia del archipiélago, pero advertía que aún así el proceso será largo, y con muchas variables intervinientes.

“Ciertamente algún día se solucionará la disputa, pero Malvinas demandará un tiempo muy largo y, de todos modos, habrá Gran Bretaña para rato en el Atlántico Sur. Creo entonces, con criterio realista, para sentarse nuevamente a discutir la soberanía, habría que promover importantes emprendimientos comunes en el área”, dijo.

“Y si, como consecuencia de esto, Argentina adquiere sobre el Reino Unido el predicamento que poseía antes de la Segunda Guerra Mundial, aumentará sus posibilidades, en el largo plazo, de obtener la satisfacción que anhela”, agregó hace poco tiempo en un reportaje.

–Santiago González

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