José Enrique Miguens (1918-2011)

José Enrique Miguens fue un pensador político penetrante y original, que se aplicó con apasionamiento, rigor y honestidad intelectual a descifrar las claves contemporáneas de un país complejo y contradictorio, y de un mundo atravesado por conflictos y mutaciones de incierta resolución.

Sus reflexiones, aunque ajustadas a la marcha de la historia, mantuvieron una adhesión permanente a la tradición cristiana católica como fuente última de sentido, a la democracia como sistema de organización social, y a la familia y la nación como espacios de realización personal pero también de compromiso responsable con el otro.

Miguens se definía como sociólogo, y de hecho fue uno de los pioneros de esa disciplina en la Argentina, tanto en la academia como en el trabajo de campo. Pero su aporte más rico y perdurable reside en la penetrante lucidez de sus interpretaciones, en su capacidad para ver más allá del dato, para anticipar sus implicaciones futuras.

Su primer ensayo ambicioso de interpretación política y social, La otra versión. Mitos, magia e ilusión revolucionaria (1978), coincidió con su último trabajo, Modernismo y satanismo en la política actual (2011), en la búsqueda de una explicación religiosa a los desvaríos de la época.

Los neo-fascismos en la Argentina (1983) y Honor militar, violencia terrorista y conciencia moral (1986), publicados tras la recuperación de la democracia, apuntaron a desentrañar las raíces profundas de los fenomenos de autoritarismo, recurso a la violencia y desprecio por la ciudadanía que marcaron los años de la dictadura.

En Política sin pueblo. Platón y la conspiración antidemocrática (1994) y Desafío a la política neoliberal. Comunitarismo y democracia en Aristóteles (2001) contrapuso, recurriendo al arsenal metodológico de la sociología y reivindicando expresamente su empleo, las dos concepciones dominantes en el pensamiento político occidental.

Finalmente, en su Democracia práctica. Para una ciudadanía con sentido común (2004), Miguens de alguna manera condensó el meollo de las preocupaciones que atraviesan todos sus libros: la democracia como sistema que asegura la participación popular en el ejercicio del poder.

Explica allí que la democracia es antes que nada control popular, que no se limita a la emisión del voto. Afirma que el político debe primero oir a la gente, y tambien oir a los que saben, que no son necesariamente los expertos académicos. Y reivindica el sentido común de la gente común, que los autoritarios desdeñan, dice, como lugar común.

“Sentido común, en cambio, es un juicio serio y ponderado con la experiencia de la gente. Y eso el pueblo lo tiene. Por eso, hay que consultarle qué piensa, qué le parece, y no venir con un programa ya constituido. La política no la hacen los políticos. La política es el pueblo, y los políticos lo representan”, insistió en una entrevista.

Sus artículos periodísticos -–solía colaborar en La Nación— y sus declaraciones más recientes muestran a un Miguens sumamente apesadumbrado con la marcha del país, al que veía en una pendiente decadente marcada por una anomia generalizada que no se logra revertir.

“Este término, adoptado del griego por Emilio Durkheim, uno de los pilares de la Sociología, define a una sociedad desintegrada en la cual no rigen las normas de conducta y los patrones de comportamiento que mantienen la convivencia pacífica entre sus miembros y su integración como sociedad”, escribió.

“Esto da lugar a una sociedad desorientada que no sabe cuál es su conveniencia ni hacia donde dirigirse, con individuos que se pelean para sacarse ventajas unos a los otros caiga quien caiga, en desmedro de su propia sociedad”.

Miguens era abogado, pero se “convirtió” a la sociología cuando viajó becado a Harvard, donde estudió y trabajó junto a Talcott Parsons y Pitirim Sorokin. Trajo de allí una recomendación de Parsons, y un conocimiento profundo de la novedosa disciplina, que lo colocaron de inmediato como figura de referencia de la incipiente sociología argentina.

Fue convocado para organizar la carrera de sociología en la Universidad Católica luego de que la Universidad de Buenos Aires, en la que Miguens había trabajado, prefiriera confiar idéntica tarea a Gino Germani. Miguens fue catedrático en varias universidades argentinas y profesor invitado en casas de estudio norteamericanas.

En el terreno de la práctica profesional, fundó en 1959 el Instituto de Investigaciones Motivacionales y Sociales, una de las primeras organizaciones privadas en ofrecer a los partidos políticos y las empresas servicios de consultoría en materia de opinión pública e investigación de mercado.

Aunque había dedicado su vida a la sociología política, le marcaba los límites: “La ciencia política tiene que aconsejar: está para ilustrar a la gente, para ayudarla a pensar. No está para mandar, eso es una concepción estúpida, es kantismo puro. Ellos saben y nosotros somos todos unos idiotas…”

–Santiago González

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