Fútbol y política

Messi y Scaloni proponen un liderazgo sin estridencias ni demagogia, centrado en el esfuerzo, el deber, la identidad, la unión y la alegría

E
n la calurosa Doha se han hecho visibles dos caras de lo que sin demasiada precisión describimos como la clase dirigente argentina. Una de ellas quedó emblemáticamente plasmada en el fastuoso yate de un empresario local que amasó su fortuna como proveedor único del estado y que supo preservar ese lugar surfeando con elegancia los vaivenes políticos de las últimas décadas. La fervorosa hinchada albiceleste que alienta a la selección desde las tribunas está superpoblada de ejemplares semejantes, políticos, empresarios, sindicalistas y una variada gama de sirvientes asociados en el empeño de promover sus vidas privadas echando mano de los dineros públicos. También están, por supuesto, los que solventan viajes y estadías, entradas y consumiciones, haciendo uso de su plata duramente ganada. Pero sospecho que son minoría.

La otra cara de la dirigencia argentina apareció, casi impensadamente, en el campo de juego. Digo “casi” porque desde hace algunas semanas Iris Speroni, que se presenta como economista pero a la que nada humano le es ajeno, viene llamando la atención en sus columnas sobre la arenga de Lionel Messi a sus compañeros de equipo antes de jugar la final de la Copa América. Las palabras del capitán son un ejemplo de liderazgo y de team building, de confianza en sí mismo, de conciencia de las propias capacidades, y también de alegría y de disfrute en la seguridad de conseguir el objetivo. “Salgamos confiados y tranquilos, que ésta nos la llevamos a casa”.

Frente a Arabia Saudita, la selección sufrió en Catar su primera derrota tras una racha de 36 victorias consecutivas. Allí reapareció el liderazgo de Messi cuando propuso “volver a las bases de lo que somos”. No se puede pedir mayor expresión de identidad y confianza en sí mismo, tan intensa que se vuelve contagiosa y embarca al resto en el empeño. “Ahora hay que demostrar que éste es un grupo de verdad”, insistió. Confianza y seguridad en las propias fuerzas que no fueron sinónimos de autocomplacencia: “Hay que corregir las cosas que hicimos mal y aprender, porque estas cosas siempre pasan por algo.” Y que sumaron la audacia del compromiso: “Le pedimos a la gente que confíe. Este grupo no los va a dejar tirados”.

El triunfo frente a México solventó esa seguridad: “Llegó el gol y volvimos a ser nosotros”, comentó tras ese partido, insistiendo en el punto de la identidad. Y agregó otro ya casi olvidado en la cultura pública argentina: la conciencia del deber y la responsabilidad de cumplirlo: “Sabíamos cuál debía ser nuestra respuesta. Sabíamos que íbamos a responder así”. Al concluir el encuentro con Polonia, Messi no tuvo excusas para reconocer su equivocación en el penal fallido, y aprovechó para extraer del caso nuevas lecciones. “Quedé con bronca por haber errado el penal, pero tras ese error mío el equipo salió fortalecido. Esta es la fortaleza de este grupo: la unión”.

Es llamativa la sintonía entre Messi y el director técnico Scaloni, otro Lionel también santafesino. Scaloni habla poco y se muestra rigurosamente profesional, con escasas concesiones a la demagogia que tanto encanta a quienes nada tienen que ver con el fútbol pero se las arreglan para extraerle réditos políticos o económicos. Vienen a cuento en este lugar declaraciones suyas del año pasado al diario La Nación, deliberadamente antiglamorosas: “Habría que tener un poco más de sentido común y pensar que es sólo un partido de fútbol. Yo soy entrenador, los jugadores son jugadores, y no somos más que eso. Aprendí que lo único que tengo que hacer es dirigir, aunque esté al frente de una selección importante. Y los jugadores, jugar. Nada más.”

Las palabras de Messi, como las de Scaloni, evocan una clase de dirección sin estridencias ni demagogia, centrada en el esfuerzo, la conciencia del deber, la identidad, la unión y también la alegría, con clara noción de las proporciones, una clase de dirección que está faltando desde hace tiempo en la Argentina y cuya ausencia explica buena parte de nuestros padecimientos presentes. El deporte, desde el nivel elemental del campo de juego, ha promovido en este caso liderazgos de sorprendente y envidiable sensatez y compromiso, como no han sabido generar la política ni la empresa ni la cultura. Las piernas, y también el azar, decidirán la suerte de esta selección en Catar. La cabeza, o el espíritu, se muestran saludablemente despejados. –S.G.

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4 opiniones en “Fútbol y política”

  1. Me resulta conmovedora la descripción que hace de Iris Speroni. Sería mi Ministro de Hacienda en un gobierno que ame a la Patria. Admirable Mujer. Más allá de que comparto todo lo expuesto.

  2. Tal como estamos felizmente acostumbrados, la nota ofrece una rigurosidad quirurgica. Me permito agregar algo: esta Seleccion ofrece antecedentes impecables. No solo su invicto cortado por su insignificante traspie en su debut. Me refiero a que, triunfantes en la Copa America, se negaron a ser saludados por el cuatro de copas que aparenta ejercer la presidencia de la Nacion. Ya en el mundial, se negaron tambien a llevar luto por el fallecimiento de la cabecilla (tambien estafadora) de una de las organizaciones que son sosten politico¬ideologico de las bandas criminales que azotaron el pais a partir de los 60¬70. Por suerte estan dando muestras de estar en las antipodas de la bazofia zurdoperonista actualmente encaramada en el poder. Son mas que dignos embajadores.

    1. Apreciado Carlos: pensaba opinar en este estupendo espacio pero, al leer tu comentario, solo me queda CONVALIDARLO COMPLETAMENTE. Has expresado con CLARIDAD MERIDIANA, lo mismo que yo siento. Y, además, lo has hecho con una excelencia que yo no hubiese tenido. Gracias. Desde Mendoza, Argentina: un respetuoso y cordial saludo.

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