Fútbol, mentiras y dinero

Los que no leen Gaucho Malo –una apreciable mayoría, todavía– no saben lo que se pierden. En una nota publicada el año pasado, Tilingos, marmotas, creyentes, le tomé el pelo a los medios especializados en economía y en deportes por su inveterada costumbre de no informar. “Los precios arreglados son tan comunes como los partidos arreglados, y las cuevas financieras tan conocidas como los reductos de los barras bravas”, escribí entonces, como muestra de los temas que los periodistas conocen pero no cuentan. Con alegría debo decir que esta semana un periodista contó lo que sabía: Eduardo Gorodish reveló en el Cronista que la barra brava de Boca “controla la mayoría del centenar de arbolitos que vocean en Florida y atienden en el segundo piso de la galería comercial situada en la tradicional peatonal, justo a mitad de cuadra entre Sarmiento y Perón”. Como diría Oscar Wilde, la naturaleza imita al arte. La asociación entre cuevas y barrabravas, que en mi artículo era apenas una figura literaria, es efectivamente un dato de la realidad, y el dólar blue, para muchos el ícono de la transparencia del mercado, está en manos del Rafa Di Zeo o de alguno de sus rivales.

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