Cambio, cambio

Los argentinos estamos viviendo uno de nuestros momentos interesantes. Entendemos por momentos interesantes ésos en los que toda la podredumbre sale a relucir, en que las cloacas fluyen a cielo abierto. En esos momentos, la mayoría busca refugio en las alturas, donde supone que las miasmas no llegan. Los más corajudos, aquéllos que no temen enfrentarse cara a cara con las cosas, se tapan la nariz y se asoman a la acequia repugnante para ver qué corre por allí. Un proverbio chino, y los chinos suelen ser gente muy sabida, dice: “Pobres aquéllos a quienes les toca vivir momentos interesantes”. Muy cierto: los momentos interesantes nos cuestan caros (el último fue en el 2001, para que se dé una idea), pero en general no los aprovechamos, no aprendemos la lección. Los que tiene estómago como para dirigir la mirada a la inmundicia, a las aguas negras, los que soportan la insidia acre de la fetidez, vuelven y se lo cuentan a los que se refugiaron en las alturas. Pero éstos no les creen, piensan que están exagerando, que quieren darse importancia. Incluso cuando la porquería les besa los tobillos.

En este momento interesante que estamos viviendo ahora mismo resulta especialmente llamativa la manera como las mafias que se han apoderado del país se dejan ver sin el menor pudor. Los lectores habituales de este sitio ya están hartos, seguramente, de que insista con el tema de las mafias (que algunos denominan establishment, como a la sífilis se la llamaba mal francés), pero ocurre que es uno de esos temas que encuentran resistencias en el público. Resistencias que aumentan cuando decimos que la gran prensa, esa que se pretende cuarto poder del sistema republicano, forma en realidad parte activa del accionar mafioso. En su momento mostramos cómo los principales medios de Buenos Aires, con la colaboración de determinados encuestadores con fama de creíbles, trabajaban para instalar en la opinión pública la figura del intendente de Tigre Sergio Massa como el titán capaz de vencer al kirchnerismo. Hasta que, como podía preverse, lo lograron. Con lo cual la mafia se asegura de que todo parezca cambiar cuando en realidad nada va a cambiar. Por las venas de Mario Puzo y su Vito Corleone corría sangre siciliana, pero también por las de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, y su Gatopardo.

La semana pasada se conoció un episodio que normalmente habría sido comentado hasta la saturación por todos los medios. Un periodista del diario El Cronista contó (y no era la primera vez) que la barra brava del club Boca Juniors maneja una cueva de dinero, con un centenar de arbolitos distribuidos por las primeras cuadras de la calle Florida. Hasta esa cueva acudió el secretario de comercio Guillermo Moreno, preocupado por la cotización del dólar llamado blue (por el establishment), y con su visita la puso en evidencia, al menos para ese periodista. Todos los días todos los diarios hablan de las barras bravas y del dólar blue, pero nadie habló de esta noticia que reunía dos temas tan populares y los potenciaba con una sinergia escandalosa. No habló la prensa del establishment, porque se dio cuenta enseguida de que asociar el dólar blue, instalado por esa misma prensa como el ícono de la transparencia del mercado, con los habitualmente arbitrarios muchachones de La 12, era un pelotazo comunicacional en contra. Pero tampoco habló la numerosa prensa del régimen, que bien pudo hacerse un picnic explotando justamente esa sorprendente vinculación. Alrededor de los barras hay mucha política, muchos intereses que se despliegan en todas direcciones, y vaya a saber uno cuáles vinculan a los funcionarios del gobierno con los muchachos del tablón, oportunamente bendecidos por la presidente. De este modo, ni a unos ni a otros, por diferentes razones, les resultó interesante ventilar el caso. Ni siquiera hablaron los habituales animadores de uno y otro bando en las llamadas redes sociales. El silencio es salud. Código mafioso.

En otros momentos interesantes de nuestra historia hemos visto a los barrabravas saqueando supermercados para crear el clima de intranquilidad y agitación pública en el que prosperan los golpes de estado. Ahora nos encontramos con esa misma mano de obra actuando en el mercado negro de divisas, cuyas oscilaciones han alimentado en el pasado situaciones similares de intranquilidad y agitación. Estos muchachos tan serviciales parecen capaces de clavar el blue, por lo menos durante un tiempo, en el precio que les pide Moreno. En cualquier momento, con la misma disposición y los debidos apoyos (incluso de prensa, que la mafia está en condiciones de suministrarle), pueden poner el valor del dólar donde se lo pidan, por el tiempo necesario para crear una conmoción social. Quienes hemos sufrido la crisis prolijamente planificada del 2001/2002 tenemos motivos para estar preocupados, especialmente cuando nombres vinculados con el accionar mafioso de esos años trágicos aparecen ahora mezclados con los de quienes el establishment propone como alternativa al kirchnerismo. (Y si algún incauto cree que esta nota apunta a favorecer directa o indirectamente al actual gobierno, puede remitirse a las decenas de artículos sobre los Kirchner publicados en este sitio).

–Santiago González

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