De Frondizi a Macri

En 1958 mis padres compraron su primer televisor para poder ver la asunción de Arturo Frondizi. La casa estaba agitada y llena de expectativas. Toda la familia, incluídos varios tíos y tías con sus esposos e hijos, se congregó para el acontecimiento.  Por primera vez yo era testigo consciente de la asunción de un presidente, y me contagié del entusiasmo general. Frondizi fue derrocado cuatro años más tarde por un puñado de estúpidos, y la Argentina perdió una de esas oportunidades que pocas veces se les presentan a los países. Desde entonces asistí a una larga serie de asunciones presidenciales, algunas legales y otras ilegales, y a una larga serie de frustraciones a las que mi propia generación contribuyó con destructiva energía. Todo siempre terminó mal, y más allá de las alzas y bajas circunstanciales, la tendencia fue declinante y retrógrada. Me casé y tuve hijos; mis padres y mis tíos murieron, y llegaron los nietos. Cincuenta y siete años después de la asunción de Frondizi pude asistir ahora a la asunción de Mauricio Macri, quien casualmente lo mencionó en su discurso inaugural. No seguí la ceremonia como entonces frente al televisor familiar, sino frente a la computadora, desde un pais lejano donde los padres de algunos de mis nietos encontraron los espacios para crecer y desarrollarse que el suyo les negaba. Las primeras palabras de Macri, las primeras imágenes de su gobierno, me transmitieron una sensación de normalidad, de serenidad, incluso de cierta dignidad que ya creía irrecuperables. Frondizi fue el último presidente en asumir con una idea de país en la cabeza; Macri fue menos explícito sobre sus planes, pero al citar a Frondizi dio una pista. El ambiente familiar, aun en esta ciudad ajena, es entusiasta y esperanzado como lo había sido en aquel 1958, y me gustaría contagiarme como entonces.. Soy escéptico en parte por naturaleza, en parte por experiencia de vida, y en parte por deformación profesional. Pero si no creyera en un destino argentino, no estaría escribiendo estas notas, no desearía en el fondo de mi corazón que al nuevo gobierno le vaya bien, que si comete errores podamos advertírselo a tiempo, y que si lo hacemos sepa escucharnos. –S.G.

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