El país de ellos, y el nuestro

Por Pat Buchanan *

“Nos vemos en la Cruz de la Paz.”

En el noroeste de Washington, en la década de 1950, ésa era una expresión corriente entre los estudiantes de secundaria que se dirigían a Ocean City. La Cruz de la Paz (Peace Cross) es un monumento de cemento de doce metros de alto emplazado en Blandensburg, Maryland, en homenaje a los 49 hijos del condado de Prince George muertos en la Gran Guerra. Pagado por las familias del condado y por la American Legion, allí se yergue desde 1925. Antes de la construcción del Beltway 1, la Cruz de la Paz, en la intersección de la Ruta Nacional 1 y la Ruta 450 de Maryland, era un punto de referencia para todos nosotros.

El mes pasado, dos jueces federales del 4º. Circuito dictaminaron que la Cruz de la Paz “confunde excesivamente el gobierno y la religión” y debe ser derribada. Alguien sugirió como fórmula de arreglo que se le cortaran los brazos, de modo que el monumento dejara de ser una cruz ofensiva.

Y uno se pregunta: ¿en qué momento la Cruz de la Paz comenzó a violar la Constitución?

Respuesta: Nunca. La cruz nunca fue alterada en todo un siglo. El cambio se produjo en la mente de unos jueces intolerantes y unas élites alienadas, en las que el arroyo sucio del fanatismo anticristiano fluye ahora hacia la corriente contaminada del antinorteamericanismo. Ambas cosas se manifiestan en la furiosa embestida contra los monumentos de los hombres que trajeron la civilización occidental al Nuevo Mundo e hicieron de los Estados Unidos ese país grande y bueno que tuvimos la bendición de heredar.

La Cruz de la Paz, en Bladensburg, Maryland

El lunes pasado, en el programa de Laura Ingraham, en Fox News, el jefe de gabinete de la Casa Blanca, general John Kelly, describió a Robert E. Lee como “un hombre de honor” que había optado por defender a aquellos entre los que se había criado. “En esos tiempos, lo primero era la lealtad al estado”, agregó Kelly, cuando le pidieron su comentario sobre la decisión de la Iglesia Episcopal de Alexandria de retirar las placas que recuerdan a sus más grandes parroquianos, Lee y George Washington.

La defensa de Lee planteada por Kelly suscitó un estallido de indignación.

¿Y qué es lo que cambio en medio siglo? Como hizo notar Ingraham, Roosevelt, un ícono del liberalismo, se refirió a Lee como “uno de los cristianos más grandes de los Estados Unidos y uno de los caballeros más grandes de los Estados Unidos.”

Cuando en 1960 le preguntaron cómo podía conservar en su Oficina Oval el retrato de un hombre que había “tratado de destruir nuestro gobierno”, el presidente Eisenhower respondió a su crítico por escrito:

«El general Robert E. Lee fue uno de los hombres más altamente dotados que haya producido nuestra Nación. Creía fuera de toda duda en la validez constitucional de su causa, que hasta 1865 era todavía una cuestión discutible en los Estados Unidos: fue un líder decidido e inspirador, fiel a la confianza que millones de sus conciudadanos habían depositado en él; era considerado pero exigente respecto de sus oficiales y sus hombres, indulgente con los enemigos capturados, pero ingenioso, incansable y personalmente valeroso en el combate, jamás descorazonado por un revés o un obstáculo. A lo largo de las muchas pruebas que tuvo que afrontar, mantuvo su generosidad casi hasta el exceso y nunca quebrantó su fe en Dios. En conjunto, fue una persona noble como líder y como hombre, e intachable como lo dicen las páginas de nuestra historia…

«En la medida en que la juventud estadounidense de hoy se esfuerce por emular sus raras cualidades, entre ellas la devoción por esta tierra que revelan sus incansables esfuerzos para ayudar a sanar las heridas de la Nación una vez que esa amarga contienda terminó, nosotros, entre los peligros que plantea a nuestra época un mundo dividido, resultaremos fortalecidos y sostenidos en nuestro amor por la libertad.

«Estas son las razones por las que exhibo con orgullo el retrato de este gran norteamericano en la pared de mi oficina.»

¿Acaso han salido a la luz algunas verdades terribles acerca de Lee que ignorábamos en 1960?

No. El cambio ha ocurrido en las mentes envenenadas de la modernidad.

Algunos nunca van a admitir que hubo principios y honor en juego en la causa de un Sur que declaró su independencia en 1860-61, emulando a las 13 colonias que habían declarado su independencia en 1776. En su homenaje a Lee de 1960, Ike hizo referencia a lo que estaba en juego en 1860 y que encendió la guerra.

«Debemos comprender que en la época de la Guerra entre los Estados la cuestión de la secesión estaba sin resolverse desde hacía más de 70 años. Hombres probos, de carácter, estatura pública, e incuestionable lealtad, tanto en el Norte como en el Sur, discrepaban sobre este asunto como cuestión de principios desde el día en que se aprobó nuestra Constitución.»

Ike no habla de una “Guerra Civil” sino de una “Guerra entre los Estados”. Y tiene razón. Porque el Sur no se propuso derribar el gobierno de los Estados Unidos, ni desconocer la elección de Lincoln, ni tomar el poder en la capital, sino abandonar la Unión, separarse, tal como Jefferson y John Adams habían votado separarse de Gran Bretaña en 1776.

Cuando en Fox News lo consultaron sobre qué estaba pasando en nuestros días con los insultos al himno nacional y la profanación de nuestros monumentos, el juez Clarence Thomas planteó unos interrogantes que muchos norteamericanos se formulan:

“¿Qué es lo que nos une? ¿Qué es lo que todavía tenemos en común…? Siempre hablamos de E pluribus unum 2 ¿Cuál es nuestro unum ahora? Tenemos el pluribus. ¿Cuál es el unum?”

Ese temperamento que desató una guerra en la década de 1860 y que abrió profundas divisiones en la de 1960 está de nuevo en actividad. Hay una gran secesión de los espíritus en marcha.

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana © Gaucho Malo.

Notas Relacionadas¿Qué es lo que nos une?
  1. Camino de circunvalación que rodea la capital estadounidense. (N. del T.) []
  2. Lema nacional de los Estados Unidos; significa De [la suma de] muchos, uno. (N. del T.) []

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