¿Los DD.HH. conciernen a todos?

Por Pat Buchanan *

¿Debería importarle a Canadá que las mujeres saudíes tengan o no derecho a conducir automóviles? Bueno, parece que al menos a la canciller canadiense Chrystia Freeland sí le importa. Al denunciar reiteradamente el arresto por Riad de la activista Samar Badawi, una defensora de los derechos femeninos, Freeland colocó a los dos países al borde de la ruptura diplomática.

“Repudiable”, dijo el gobierno de Riad acerca de los ataques de Freeland por Twitter. Canadá “se ha embarcado en una flagrante intromisión en los asunto internos del Reino”. Además resolvió expulsar al embajador canadiense, ordenó a 15.000 estudiantes saudíes que dieran por terminados sus estudios en Canadá y prohibió la importación de trigo canadiense. También podría verse comprometido un contrato de 15.000 millones de dólares para la provisión de vehículos blindados a los saudíes.

El príncipe heredero Mohammad bin Salman, que ha venido reculando con sus promesas de modernizar el reino, parece estar ya harto de lecciones occidentales sobre valores democráticos y moralidad. Una semana después de que el papa Francisco denunciara la pena de muerte como algo siempre “inadmisible”, Riad siguió adelante y crucificó en la Meca a un asesino condenado. En Arabia Saudí, la homosexualidad puede acarrear una condena a muerte.

Ni el presidente Donald Trump ni el Departamento de Estado tomaron posición en el entredicho, pero el Washington Post se hizo presente con un editorial: “Los derechos humanos conciernen a todos”.

“Lo que Freeland y Canadá han comprendido correctamente es que los derechos humanos son valores universales, no propiedad de reyes y dictadores que puedan conceder o retirar a su capricho. La vieja práctica saudí de negar derechos básicos a sus ciudadanos, especialmente las mujeres, y el trato particularmente cruel que dispensan a algunos disidentes –como la flagelación pública [del hermano de Badawi]– son cuestiones de legítima preocupación para todas las democracias y sociedades libres. Ha sido tradicionalmente el papel de los Estados Unidos defender los valores universales donde quiera que sean pisoteados, y mostrar a los matones autócratas que no podrán salirse con la suya escondiendo sus sucias operaciones a puertas cerradas.”

El Post pidió a todos los cancilleres del Grupo de los Siete que retuiteen el mensaje de Freeland, agregando: “Los derechos humanos conciernen a todos”.

Sin embargo, esas amplias generalizaciones suscitan no pocos interrogantes.

¿Quién decide cuáles son los “derechos básicos” o los “valores universales”?

Arabia Saudí es una monarquía absoluta que nunca ha permitido que las mujeres manejen, siempre ha flagelado a los delincuentes y siempre tuvo pena de muerte.

¿Desde cuándo esas prácticas empezaron a entrar en contradicción con los “valores universales”?

¿Desde cuándo es “tradicionalmente el papel de los Estados Unidos” defender el derecho de las mujeres a manejar automóviles en cualquier país, cuando en los propios Estados Unidos las mujeres no tuvieron derecho al voto hasta después de la Primera Guerra?

En la Norteamérica de la década de 1950, la homosexualidad y el aborto eran considerados transgresiones vergonzosas y graves delitos. Ahora el aborto y la homosexualidad se han convertido en derechos constitucionales. ¿Son acaso derechos humanos básicos? ¿Para quién? ¿Acaso los 55 millones de abortos practicados en los Estados Unidos en 45 años no plantean una cuestión de derechos humanos? ¿Acaso los Estados Unidos tienen el imperativo moral de defender el aborto y los derechos de los homosexuales en todo el mundo, cuando una buena parte de la sociedad norteamericana sigue considerándolos como signos de nuestra decadencia y declinación nacional?

Y si los saudíes son unos reaccionarios merecedores de que sumemos nuestra condena a la de Canadá, ¿por qué imaginamos una OTAN árabe en la que Arabia Saudí debería ser un aliado junto al que lucharíamos para combatir a Irán? Irán, por lo menos, celebra elecciones cada cuatro años, y sus mujeres parecen tener menos restricciones, y las manifestaciones contra el régimen ser más toleradas, que en Arabia Saudí.

Pensemos en nuestra propia historia.

Desde 1865 hasta 1965 la segregación racial fue ley en el sur de los Estados Unidos. ¿Esa negación de los derechos civiles y políticos justificó algún tipo de intervención extranjera en los asuntos internos de los Estados Unidos? ¿Cómo habría reaccionado el presidente Eisenhower, que empeñó el ejército para asegurar la integración en el colegio secundario de Little Rock1, si los británicos y los franceses le hubiesen reclamado poner fin a la segregación ya?

En esta nueva Norteamérica descristianizada, todas las religiones deben ser tratadas de la misma manera y ninguna puede ser enseñada en ninguna escuela pública. Pero en casi 50 países, los musulmanes son mayoría, y ellos creen que hay un solo Dios, Alá, y que Mahoma es su profeta, y que todas las demás religiones son falsas. ¿Acaso los musulmanes no tienen derecho a insistir en la primacía de su fe en las naciones que gobiernan? ¿No es la interferencia occidental en esa pretensión una fuente permanente de conflictos?

En los Estados Unidos, la libertad de expresión y la libertad de prensa están garantizadas. Y esos derechos de la primera enmienda protegen la difamación, la calumnia, el lenguaje soez, la blasfemia, la pornografía, la quema de la bandera y la publicación de ataques contra las creencias religiosas, contra nuestro propio país y contra el gobierno de los Estados Unidos. Si otras naciones rechazan semejantes libertades como una estupidez suicida, ¿tenemos algún tipo de obligación de intervenir en sus asuntos internos para promoverlas?

Recientemente, el Independent informó: “Desde el año pasado, centenares de miles, tal vez millones de inocentes uigures y otras minorías étnicas de la región de Xinyián, en el noroeste de China, han sido injustamente arrestados y recluidos en lo que el gobierno chino denomina ‘campos de reeducación política’. Varios miles han desaparecido. Existen informes confiables sobre tortura y muerte de prisioneros… La comunidad internacional ha reaccionado en su gran mayoría con el silencio.”

¿Alguien se anota para sancionar a la China de Xi Yinpín?

¿O los derechos de los uigures son inferiores a los de las feministas saudíes?

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

  1. Famoso incidente ocurrido en 1957 cuando el gobernador de Arkansas se negó a cumplir una orden judicial que le obligaba a desegregar los colegios públicos. []

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