Cupo femenino

La aprobación en la legislatura bonaerense de la llamada ley de paridad de género pone de manifiesto el enorme abismo que existe entre la clase política y la ciudadanía que se supone debe representar. En la última elección, los votantes dieron un claro mandato en favor de la transparencia, la responsabilidad y la competencia en el manejo de la cosa pública. A contrapelo de ese mandato, pero al impulso de los siempre malsanos vientos de la corrección política, los legisladores de la provincia resolvieron que en el futuro el el 50 por ciento de los cargos electivos en el distrito -legisladores, concejales y consejeros escolares- deberán ser ocupados por mujeres. El proyecto aprobado tal vez no viole la letra pero sí el espíritu de la Constitución nacional, que establece la igualdad de los ciudadanos ante la ley. En un sistema liberal como el argentino, la mayor o menor presencia de mujeres en los cargos electivos sólo debería depender de dos cosas: la mayor o menor disposición de las mujeres a actuar en política, y la mayor o menor disposición de los votantes a elegir mujeres para que los representen. Y el único obstáculo legal para ese ordenamiento natural, justo y equitativo de las cosas es la lista sábana. Pero la lista sábana es la herramienta principal de quienes han elegido la política no como un servicio público sino como una vía rápida hacia el enriquecimiento personal y el ascenso social, y no la van a derogar ni a palos. Un sistema de elección de legisladores en el que el votante pudiera elegir de a uno a sus representantes borraría de un plumazo el tema de los cupos por género, que pasarían a ser irrelevantes. La decisión de los legisladores provinciales es tan desatinada que abre el camino a reclamos de otros sectores que invoquen desventajas parecidas a las usadas para justificar esta ley, como los transexuales, los pelirrojos o los petisos. En la Argentina, las mujeres nunca han necesitado de una ley para actuar en política, y especialmente en las últimas décadas han dado muestras de un coraje cívico y una independencia de criterio que le faltaron a los varones. Al mismo tiempo, desde que se puso vigencia del cupo femenino (un tercio) en las legislaturas hemos asistido a ejemplos sobrados y bochornosos de mujeres manifiestamente incompetentes para ocupar una banca, que en muchos casos habían llegado allí simplemente por ser esposas o favoritas de algún hombre. El único voto en contra que tuvo este proyecto provino de un representante de la Coalición Cívica, el partido creado y orientado por la mujer más relevante de la política argentina en estos momentos. –S.G.

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