Juego sucio para no perder la Corte

Por Pat Buchanan *

De la buena memoria y la honestidad de Christine Blasey Ford dependen la postulación del juez Brett Kavanaugh para la Corte Suprema, su reputación y posiblemente la continuidad de su carrera en el segundo tribunal en importancia de los Estados Unidos.

Y mucho más que eso. Si Kavanaugh pierde la votación o es forzado a retirarse, el Partido Republicano y el movimiento conservador podrían perder la última oportunidad de recuperar para el constitucionalismo1 ese alto tribunal. No sería posible promover y aprobar un nuevo postulante en el plazo de seis semanas. Y la elección de noviembre podría arrojar un Senado demócrata, obstáculo insuperable para el ascenso de un nuevo construccionista estricto2 como Kavanaugh.

Lo que está en juego es mucho, y es histórico.

¿Y cuál es la querella de la profesora Ford contra el juez Kavanaugh?

En el verano del 82, cuando ella tenía 15 años, acudió con cuatro muchachos a una fiesta cervecera en el condado de Montgomery, Maryland, en una casa de la que los padres estaban ausentes. Dice que Brett Kavanaugh, entonces de 17 años y estudiante de la secundaria de Georgetown, la arrastró a un dormitorio, se le echó encima, la manoseó, intentó quitarle la ropa, y le tapó la boca con una mano para sofocar sus gritos. Un amigo de Kavanaugh, Mark Judge, se arrojó sobre ellos riéndose “como un loco” y todos cayeron de la cama, y así fue como pudo escapar y encerrarse en un baño, mientras “los borrachos” corrían “a los tropezones” escaleras abajo. Huyó de la casa, y no comentó con nadie el alegado intento de violación.

Ford, que ahora ejerce como psicóloga clínica en California, demoró 30 años en contar lo ocurrido. Lo hizo en 2012, durante una sesión de terapia para parejas a la que concurrió con su marido. Asegura que en ese momento mencionó a Kavanaugh como su agresor, pero en las notas que tomó la terapeuta durante esa sesión no aparece el nombre de Kavanaugh.

Ford dice que el ataque la traumatizó. “Pensé que podía llegar a matarme sin querer”.

Fuera de esto, su relato se vuelve confuso. No recuerda quién la llevó a la fiesta. No sabe cuánto bebió. No recuerda de quién era la casa. No recuerda si la llevaron de regreso a su casa, y en todo caso quién. No recuerda qué día fue. Ford dice que no les contó a sus padres porque no quería que supieran que había estado bebiendo. Pero tampoco se franqueó con ninguna amiga ni con ningún otro miembro de su familia acerca de un episodio traumático que tan adversamente parece haber afectado su vida.

Respondió Kavanaugh: “Desmiento esta acusación de manera categórica e inequívoca. No hice esa clase de cosas cuando estaba en el colegio, ni nunca.” Y Mark Judge dice que jamás ocurrió nada semejante.

Dada la gravedad de las acusaciones, Ford debe ser escuchada. Pero también debe ser interrogada, y su relato y su persona sometidos a escrutinio, tal como los investigadores del FBI lo hicieron con Kavanaugh como integrante del equipo del fiscal Ken Starr para el juicio político de Bill Clinton, como colaborador de George Bush en la Casa Blanca, como juez de apelaciones de los Estados Unidos y como postulante a la Corte Suprema. En ninguna de las muchas investigaciones que se han hecho sobre la persona de Kavanaugh salió algo a relucir que sugiriera semejantes desviaciones de carácter.

Unas 65 mujeres que crecieron en la zona de Chevy Chase y Bethesda, y que conocieron a Kavanaugh en sus años de estudiante, se presentaron para ponderar la manera como trataba a sus compañeras y a las mujeres en general.

En realidad, la forma en que todo esto saltó, cinco minutos antes de la medianoche en el largo proceso de confirmación, sugiere que estamos ante una jugada política, si no un juego sucio.

Cuando Ford, que es demócrata, envió a su legisladora en California Anna Eshoo una carta en la que detallaba sus acusaciones contra Kavanaugh, insistió en que no se revelara su identidad como acusadora. Aparentemente, se proponía dañar o destruir la carrera del juez tras un manto de anonimato. Eshoo le trasladó la carta a la senadora Diane Feinstein, quien la retuvo durante dos meses. Eliminando el nombre de Ford, Feinstein la remitió al FBI, que la elevó a la Casa Blanca, que la giró al Senado para que la incluyera en la carpeta de antecedentes del juez. Así, la carga explosiva de Ford, junto con su nombre, sólo salieron a la superficie este fin de semana.

Todo este asunto apesta. Se trata, a todas luces, de un golpe extremo, un tiro de gracia para asesinar a un candidato que, antes del fin de semana, tenía la confirmación prácticamente asegurada, y cuyo ascenso a la Corte Suprema es consecuencia del triunfo del presidente Trump y del Partido Republicano en elecciones libres. Resulta palpable aquí la desesperación de la izquierda para descarrilar a Kavanaugh, temerosa de que su llegada al alto tribunal ponga en peligro su agenda y la revolución social que la Corte Warren y su progenie han logrado imponerle a la nación.

Si Kavanaugh es promovido, la dictadura judicial de las últimas décadas, que se remonta a los fervorosos días de Earl Warren, William Brennan, Hugo Black y “Wild Bill” Douglas, habrá llegado a su fin. Y una nueva era habrá comenzado.

Eso es lo que está en juego.

El Senado republicano debería mantener en pie su calendario para confirmar a Kavanaugh antes del 1 de octubre, concediendo a Ford algún espacio para hacerse escuchar, y otorgando luego a Kavanaugh el derecho a réplica. Y que los senadores decidan.

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

  1. Filosofía política según la cual la autoridad de un gobierno deriva de y está limitada por una ley o un cuerpo legal fundamental. []
  2. El construccionismo estricto es una corriente jurídica estadounidense que, en términos muy generales, propone una rigurosa adhesión a la letra de la ley. []

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