Aranceles y Nación

Por Pat Buchanan *

Mientras la limusina lo llevaba el lunes a su trabajo en la Casa Blanca, Larry Kudlow no pudo haberse sentido más complacido con el titular que leía en el Washington Post: “Kudlow contradice a Trump sobre aranceles”. El artículo comenzaba: “El director del National Economic Council 1 Lawrence Kudlow reconoció el domingo que son los consumidores norteamericanos los que terminan pagando los aranceles del gobierno a las importaciones chinas, contradiciendo el reiterado e inexacto argumento del presidente Trump en el sentido de que son los chinos los que pagan la cuenta.”

Predicador del libre comercio, Kudlow había admitido a Fox News que los consumidores pagan los aranceles aplicados a los productos hechos en el exterior cuando los compran aquí, en los Estados Unidos. Sin embargo, ésa es sólo una parte de la historia.

Es posible describir un arancel como un impuesto a las ventas o al consumo pagado por el consumidor. Pero los aranceles son también un impuesto discrecional y optativo. Si usted elige no comprar productos chinos y adquirir en cambio productos similares hechos en otros países o en los Estados Unidos, entonces no tiene que pagar el arancel.

Y China pierde la venta. Por eso es que Beiyín, que acumula entre 350.000 y 400.000 millones de dólares anuales de superávit comercial a nuestras expensas, puso el grito en el cielo. Si Donald Trump impusiera ese arancel del 25% a todas las exportaciones chinas a los Estados Unidos, que suman unos 500.000 millones, destrozaría la economía china. Las fábricas que quieren asegurarse el acceso al mercado norteamericano escaparían deseperadamente del Reino Medio.

Los aranceles fueron la clase de impuestos que hicieron grandes a los Estados Unidos. Fueron los impuestos en que inicialmente confiaron los primeros y más grandes de nuestros tempranos estadistas, antes de la llegada de los globalistas Woodrow Wilson y Franklin Delano Roosevelt.

Los aranceles, destinados a proteger las industrias y los empleos, marcaron el camino del Partido Republicano al poder y la prosperidad en los siglos XIX y XX, antes del surgimiento en la costa Este del establishment liberal de Rockefeller y su adhesión a la herejía del libre comercio irrestricto, acunada en Gran Bretaña.

La ley de aranceles de 1789 fue sancionada con el declarado propósito de “alentar y proteger las manufacturas”. Fue la segunda ley aprobada por el primer Congreso encabezado por James Madison. Fue redactada por Alexander Hamilton y promulgada por el presidente Washington.

Después de la guerra de 1812, el presidente Madison, apoyado por Henry Clay y John Calhoun y los ex presidentes Jefferson y Adams, sancionaron la ley de aranceles de 1816 para sacar de la competencia a los productos textiles británicos, de modo que los norteamericanos pudieran construir las nuevas fábricas y capturar el floreciente mercado estadounidense. Y funcionó.

Los aranceles financiaron la guerra de Lincoln. La ley de aranceles de 1890 lleva el nombre del legislador de Ohio y futuro presidente William McKinley, quien dijo que un fabricante extranjero “no tiene derecho a reclamar igualdad con los nuestros… No paga impuestos. No cumple sus obligaciones civiles.”

Eso es el patriotismo económico, poner por delante a los Estados Unidos y a los norteamericanos.

La Ley Fordney-McCumber proporcionó a los presidentes Warren Harding y Calvin Coolidge los ingresos necesarios para compensar el recorte del impuesto a las ganancias dispuesto por Wilson, lo que puso en marcha la más dinámica de todas las décadas: los Tremendos 20.

Que la ley de aranceles Smoot-Hawley fue la causa de la depresión de la década del 30 es un mito del New Deal 2 con el que se adoctrinó durante décadas a los estudiantes norteamericanos. La depresión comenzó con la crisis bursátil de 1929, nueve meses antes de la sanción de esa ley. El auténtico villano: la Reserva Federal, que se negó a reponer ese tercio de la oferta monetaria que había sido barrido por la quiebra de miles de bancos. Milton Friedman nos enseñó eso.

Un arancel es un impuesto, pero su propósito no es simplemente aumentar la recaudación sino hacer que una nación se vuelva independiente de las demás, y que sus ciudadanos dependan unos de otros antes que de entidades extranjeras.

El principio que sostiene un arancel es el mismo que usan los colegios y las universidades norteamericanas cuando les cobran a los estudiantes extranjeros un arancel más alto que al de sus colegas estadounidenses.

¿Qué patriota confiaría la independencia económica de su país a la “mano invisible” de Adam Smith, en un sistema diseñado por intelectuales comprometidos con una ideología y no con un pueblo?

¿Qué gran nación construyeron alguna vez los partidarios del libre comercio?

El libre comercio es la política de las potencias fracasadas o en su ocaso, a las que ya les pasó la hora. En el medio siglo que siguió a la sanción de las Leyes de Granos 3, los propios británicos demostraron la locura del libre comercio. Iniciaron la segunda mitad del siglo XIX con una economía que duplicaba la de los Estados Unidos y la terminaron con una economía que era la mitad de la nuestra, y a la par de una Alemania que, conducida por Bismarck, había adoptado lo que ahora se conoce como el Sistema Estadounidense.

De las naciones que alcanzaron cierta preeminencia económica en los últimos siglos –los británicos antes de 1850, los Estados Unidos entre 1789 y 1914, el Japón de posguerra, la China reciente–, ¿cuántas lo hicieron gracias al libre comercio? Ninguna. Todas practicaron el nacionalismo económico.

¿Cuál es el problema que se le plantea al presidente Trump? Una vez que una nación se vuelve adicta a los productos baratos, que son el narcótico provisto por el libre comercio, rara vez puede librarse de ellos. A la pérdida de independencia económica le sigue la pérdida de la independencia política, la pérdida de grandeza y, en definitiva, la pérdida de su identidad nacional.

El Brexit fue el grito ahogado del pueblo británico, que perdió su independencia y la reclama de nuevo, desesperadamente.

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

  1. Consejo Económico Nacional, organismo dependiente del ejecutivo, creado por Bill Clinton en 1993, cuya función es asesorar al presidente en asuntos económicos. []
  2. Nuevo acuerdo, el programa con el que el presidente Roosevelt procuró reparar los daños causados por la depresión. []
  3. Medidas proteccionistas cuyo rechazo por una poderosa minoría urbana produjo un giro decisivo a favor del libre comercio en Gran Bretaña. []

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