Advierte Cavallo

Una desdolarización compulsiva como la impuesta en 2002 y sugerida ahora por algunos economistas sería desastrosa para el país

El que se quemó con leche ve una vaca y llora. Domingo Cavallo, a quien un relato malicioso convirtió en chivo expiatorio del saqueo de los depósitos y destrucción del patrimonio de los ciudadanos ocurrido tras la crisis del 2001/2002, percibe que ahora, con el país sumido en una crisis incluso peor que aquélla, se alinean opiniones y voluntades como las que indujeron una salida cuyo rasgo emblemático fue la malhadada “pesificación asimétrica”, un robo a mano armada que descargó sobre los hombros de la población el costo de los errores, y de la corrupción, de la clase dirigente. El ex ministro olfatea que ciertos asesores económicos de la oposición proponen una solución similar, y lo advierte. Sería prudente no desatender su advertencia.

En una nota publicada en su blog la semana pasada, Cavallo reconoce que “prácticamente todos los economistas y dirigentes políticos no kirchneristas coinciden en que para estabilizar y volver a crecer se necesita producir un fuerte ajuste fiscal”. Pero advierte que algunos economistas profesionales enfáticamente opuestos a la dolarización que propone Javier Milei “han comenzado a proponer un ajuste fiscal desdolarizador como el que aplicó Remes Lenicov en 2002.” Según Cavallo, ese ajuste supone “recurrir a una fuerte devaluación que licue deudas, salarios y jubilaciones, brinde fuerte protección a la sustitución de importaciones y genere recursos fiscales a través de las retenciones agropecuarias, petroleras y mineras.”

El ex ministro deja a salvo sin embargo a Remes: “Me consta que el ajuste que hizo no era el que tenía planeado”, escribió, sino “el que buscaban algunos fuertes empresarios de la Unión Industrial Argentina representados por De Mendiguren, en coalición con los industriales que añoraban la protección del período de encerramiento económico anterior a la convertibilidad. Esos lobbies lograron engañar a Duhalde y a Alfonsín y llevaron a Remes a adoptar las decisiones que, a la postre, le hicieron un daño enorme a la economía.” Más allá de la gentileza con un colega, la mención histórica de Cavallo sugiere que los mismos sectores, u otros parecidos, pueden estar operando ahora.

“El ajuste fiscal del tipo del que condujo a los ‘superávits gemelos’ del 2002”, insiste el economista, “es incompatible con un plan de estabilización posterior porque supone una violación generalizada de contratos y de derechos de propiedad de quienes ahorraron e invirtieron productivamente en el pasado y deja mucho más desalineados que antes a los precios relativos, los que en la búsqueda de su realineamiento van a generar una puja distributiva muy desestabilizadora en una economía que seguirá con alta inflación y gran inercia inflacionaria.”

Un ajuste fiscal virtuoso, sostiene Cavallo, debe partir de una “reforma del estado con eliminación de los organismos, empresas y fuentes de gastos que no son esenciales y que sólo sirven para distribuir beneficios a funcionarios políticos y miembros de corporaciones que por largo tiempo lograron obtener prebendas y privilegios.” Ése fue el camino seguido por él mismo en los albores de la convertibilidad, y condujo a una reducción del gasto de 7,6% del PBI en cuatro años. El ajuste impuesto en 2002, con una desdolarización compulsiva que sustrajo buena parte de sus ahorros a los depositantes, fuerte devaluación con su consecuente salto inflacionario, y default de la deuda externa e interna para licuar gastos y pasivos, consiguió reducir el gasto en un 8,6% del PBI, también en cuatro años.

“Si la aceleración inflacionaria licua los pasivos remunerados y no remunerados del Banco Central antes del cambio de gobierno y reduce gastos del sector público en términos reales y, sobre todo, permite el sinceramiento de todos los precios internos que están atrasados en relación al precio del dólar oficial, será más fácil la aplicación por parte del nuevo gobierno de un buen ajuste fiscal”, considera el ex ministro. “Pero si nada de esto ocurre antes del cambio de gobierno y el nuevo equipo económico piensa que debe comenzar con un ajuste fiscal al estilo del que se atribuye a Remes, la gestión del nuevo gobierno estará condenada, desde el vamos, al fracaso”, agrega. “La economía va a entrar en hiperinflación y luego de ello no encontrará ningún régimen monetario capaz de derrotar a la inflación en un mandato presidencial.”

Si una “desdolarización compulsiva” no es una opción, como afirma Cavallo, tampoco la “dolarización compulsiva” parece serlo. En una entrevista concedida este fin de semana a Infobae, el economista Pablo Guidotti, que secundó al ex ministro Roque Fernández y lideró un intento frustrado de dolarizar la economía argentina a fines de los 90, puso también el énfasis en la recuperación del superávit fiscal antes de imaginar cualquier cambio del signo monetario, y planteó un camino parecido al sugerido por Cavallo. “Sería un error pensar que con la situación fiscal actual se pueda dolarizar”, dijo. “La dolarización no va a resolver el problema fiscal, que es muy profundo porque tiene un componente político e institucional muy grande y por lo tanto va a requerir realmente un cambio de mentalidad de la sociedad.”

“El próximo gobierno de Argentina va a empezar sin credibilidad, por más que cambie el signo político, los inversores van a esperar que se pongan en marcha acciones concretas. En 2015 claramente hubo un error al pensar que Argentina podía incluso aumentar el déficit porque iba a haber financiamiento. Eso era no entender el funcionamiento de la economía internacional. La idea de que más credibilidad puede generar más acceso al financiamiento que va a permitir dolarizar a un menor costo sin hiperinflación no es lógica”, agregó Guidotti.

“Es prematuro pensar en qué régimen monetario queremos terminar; primero tenemos que hacer un plan de estabilización y fundamentalmente crear las condiciones para que se corrija el desequilibrio fiscal y se eliminen un montón de regulaciones absurdas; también hay que bajar el gasto público improductivo y permitir que se eliminen los impuestos a las exportaciones que no existen en ningún otro país”, dijo el ex viceministro. “Cuando uno habla de gasto público está hablando de una masa de corrupción enorme. El ajuste no significa terminar con la educación; hay un montón de gastos por corrupción e ineficiencia en el Estado que pueden permitir el ajuste que permita reactivar la economía, incluso bajando impuestos.” -S.G.

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