Gaitán y la Operación Pantomima

BOGOTA – El 9 de abril de 1948, hace hoy 70 años, un joven y talentoso abogado penalista abandonaba su estudio en la capital colombiana para ir a almorzar. Iba acompañado de varios amigos con los que había celebrado su última victoria forense: la defensa de un jefe militar acusado de asesinar a un periodista conservador. Además de abogado, Jorge Eliécer Gaitán se había convertido en el máximo líder del Partido Liberal, que desde fines del siglo XIX disputaba con los conservadores el control político del país. Desde su nacimiento, y hasta hoy, Colombia ha sido gobernada por una oligarquía. Los mismos apellidos aparecen a lo largo de la historia, solos o en múltiples combinaciones, en uno u otro bando. En ese contexto, el ascenso político de Gaitán era una rareza: hijo de un librero y una maestra, se las había arreglado a fuerza de talento y voluntad para recibirse en la Universidad Nacional, perfeccionarse en Roma, y ganarse tan alto lugar en el Partido Liberal que se lo consideraba el seguro candidato para las elecciones de 1950. Su prestigio se debió principalmente a la elocuencia con la que supo transmitir un ideario hoy asimilable a la socialdemocracia, a las masas excluidas o ignoradas por los dirigentes tradicionales. Por primera vez, los sectores populares encontraban en la alta política alguien que hablaba de ellos y hablaba por ellos. “Yo no soy un hombre, soy un pueblo”, solía decir Gaitán. Y el pueblo le ratificó esa creencia. Poco tiempo atrás casi un millón de personas habían respaldado en la calle su pedido al presidente conservador Mariano Ospina Pérez para que cesara las persecuciones contra los liberales. Los enemigos de Gaitán tomaron nota del poder de su palabra y de su capacidad de convocatoria. Y cuando ese mediodía trasponía las puertas del edificio donde se encontraba su estudio, tres balazos disparados por un sicario lo hirieron de muerte. Los mismos transeúntes ocasionales atraparon al asesino, Juan Roa Sierra, un joven mal entrazado de 20 años, y lo lincharon en el acto. Roa se llevó sus secretos y sus motivos a la tumba. “Ninguna mano del pueblo se levantará contra mí, y la oligarquía no me mata porque sabe que si lo hace, el país se vuelca y las aguas demorarán cincuenta años en regresar a su nivel normal”, había dicho Gaitán con visión profética. Pero una mano lo mató, y esa muerte abrió las puertas del infierno. La historia recuerda con el nombre de “Bogotazo” la orgía de muerte y destrucción que se desencadenó en la capital y otras ciudades del interior, ira desenfrenada sin conducción política alguna. Al cabo de tres o cuatro días el gobierno de Ospina logró imponer el orden. 1 Pero no pudo impedir que a lo largo de los diez años siguientes, culminación de un período conocido como “la violencia”, las facciones políticas colombianas disputaran su predominio a balazos, con centenares de miles de muertos. Sólo al terminar la década de 1950, liberales y conservadores pudieron ponerse de acuerdo en el marco de un llamado Frente Nacional, que dejó afuera a quienes, ajenos al sistema de poder tradicional colombiano, reclamaban participación y derechos. Los excluidos decidieron tomar las armas y así nacieron las organizaciones guerrilleras izquierdistas, luego los grupos armados derechistas que las enfrentaron, y finalmente la asociación de todos ellos con el narcotráfico, sumando otros centenares de miles de muertos al macabro balance de la historia del país. Desde que se inauguró el siglo, Colombia está tratando de sacudirse esa tríada de pesadilla mediante un ejercicio combinado de represión y diálogo orientado a pacificar el país, recuperar el control del territorio, y poner fin al narcotráfico. Y de ponerse de acuerdo con su historia. La gran incógnita pendiente del asesinato de Gaitán es si Roa Sierra actuó solo, o fue la mano armada de otra voluntad. En 1978, un proceso judicial de 30 años dictaminó oficialmente que la agresión había sido el acto irracional de un joven esquizofrénico sin motivaciones políticas. Pero más tarde se conocieron las declaraciones de un agente estadounidense capturado en Cuba, John Mepples Spirito, acerca de la llamada Operación Pantomima, según la cual la CIA intentó primero sobornar a Gaitán para que abandonara la política a cambio de puestos promisorios en universidades europeas y otros beneficios para él y su familia, y que al no lograrlo optó por matarlo; el agente agregó que él mismo había contratado a Roa con la intención de eliminarlo después para no dejar huellas, pero que la ira popular le había ahorrado esa parte del trabajo. La veracidad de la declaración fue respaldada por Gloria Gaitán, hija del líder asesinado, quien recordaba haber escuchado a su padre hablar de la oferta recibida y de su intención de rechazarla; y fue puesta en duda por el periodista Alberto Alape, autor de la obra más completa y documentada sobre el bogotazo, quien entrevistó en Cuba al agente, no quedó convencido, y decidió no incluir su versión en el libro. Al explicar su decisión en un artículo publicado en el diario El Tiempo en el 2000, Alape escribió: “Solo quiero agregar que apoyo la propuesta de Gloria Gaitán de que se cree un tribunal internacional independiente ad hoc, al cual se revelen los archivos de la CIA, la película original de la confesión de Espirito (sic), los papeles de Scotland Yard que no fueron incluidos en el proceso Gaitán en su tiempo, y además que se ‘extraditen’ de Estados Unidos las cartas cruzadas entre Juan Roa Sierra, el asesino físico de Gaitán y la Organización Rosacruz, con sede en California, que no se pudieron revisar durante los 30 años que duró el proceso Gaitán. En el asesinato de Gaitán, como en otros asesinatos políticos ocurridos en América latina, la CIA tiene muchos documentos que mostrar y confesar.” –S.G.

  1. En el momento en que ocurrió el “bogotazo” sesionaba en la capital colombiana la IX Conferencia Panamericana, predecesora de la OEA, en la cual los Estados Unidos procuraban convencer a sus vecinos del sur  para que declararan la ilegalidad del comunismo. A manera de “contra-cumbre”, también se realizaba en Bogotá un Congreso de Estudiantes Latinoamericanos que, según el periodista colombiano Alberto Alape, contaba con el apoyo del gobierno peronista argentino. Gaitán tenía previsto hablar en ese encuentro, y para discutir los detalles iba a reunirse después del almuerzo con uno de sus organizadores, el joven cubano Fidel Castro Ruz. []

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