Por Pat Buchanan *
Con su tweet del domingo acerca de que Bashar al Assad, el “animal Assad”, había ordenado un ataque con gas contra civiles sirios, y que Vladimir Putin era moralmente cómplice de esa atrocidad, el presidente Trump se metió, y nos metió a todos, en un brete.
“Muchos muertos, entre ellos mujeres y niños, en un insensato ataque QUIMICO en Siria”, tuiteó Trump. “El presidente Putin, Rusia e Irán son responsables por apoyar al animal de Assad. Les va a costar caro…”
“Les va a costar caro…”, dijo el presidente.
Ahora bien, o bien Trump lanza un ataque que podría hundirnos todavía más en una guerra civil que lleva siete años y de la que la semana pasada prometió rescatarnos, o Trump queda en ridículo como hablador y fanfarrón.
Porque el domingo Trump acusó a Barack Obama de pusilánime por no haber castigado a Siria tras un ataque químico anterior. “¡Si el presidente Obama hubiera cruzado su ‘línea roja en la arena’ ”, tuiteó Trump, “el desastre sirio habría terminado hace mucho tiempo! ¡El animal de Assad ya sería historia!”
La credibilidad de Trump está ahora en juego y los halcones de la guerra lo incitan a ponerse los pantalones.
El domingo, John McCain implicó que los comentarios de Trump acerca de su intención de retirarse “muy pronto” de Siria en los hechos habían “envalentonado” a Assad.”La semana pasada, el presidente Trump hizo saber al mundo que los Estados Unidos se retirarían prematuramente de Siria. Bashar al Assad y sus sostenedores rusos e iraníes lo escucharon, y, envalentonado por la inacción norteamericana, Assad aparentemente lanzó otroata que quimico contra gente inocente, mujeres y niños, esta vez en Douma.”
Tras calificar a Assad de “criminal de guerra”, Lindsey Graham dijo el domingo que la fuerza aérea siria debería ser destruida por completo.
Semejante ataque sería un acto de guerra contra una nación que no nos ha atacado y no es una amenaza para nosotros. Por lo tanto, antes de un ataque tal, el Congreso debería aprobar una resolución que autorice a los Estados Unidos a ir a la guerra contra Siria. Y de paso, el Congreso podría debatir nuestros objetivos en esta nueva guerra, y cuántos hombres, bajas y años se necesitarán para derrotar a la coalición de Siria, Rusia, el Hezbolá, Irán y las milicias chiítas aliadas del medio oriente.
En el primer día de John Bolton como asesor de seguridad nacional, Trump es empujado a abrazar una política de enfrentamiento con Rusia similar a la de la Guerra Fría y a ir a la guerra con Siria. Sin embargo, el candidato Trump había hecho campaña contra esas dos cosas.
El Partido Belicista, que fue repudiado en el 2016, parece haber vuelto a las andadas. Pero antes de hacer cumplir esa amenaza de que “lo van a pagar caro”, Trump debería preguntar a sus asesores qué viene después de un ataque a Siria.
En caso de que lo hayamos olvidado, hubo una razón por la que Obama no atacó a Siria luego de un uso anterior de armas químicas. Los norteamericanos se levantaron como un solo hombre y dijeron que no queríamos otra guerra en el medio oriente. Cuando John Kerry fue al Capitolio a pedir autorización, el Congreso, sensible al temperamento nacional, declinó dar su apoyo a cualquier ataque semejante.
El golpe que Trump asestó hace un año, con 59 misiles de crucero, contra la base aérea que supuestamente había lanzado un ataque con gas sarín, tuvo respaldo sólo porque Trump era nuevo en el cargo y porque no se consideró esa acción como el comienzo de un compromiso más largo y más profundo en una guerra que los norteamericanos no querían pelear.
¿Acaso cree Trump que su base política está más dispuesta ahora a un conflicto mayor en Siria que lo que lo estaba entonces? Los que aclamaron a Trump hace una semana cuando dijo que nos iba a sacar de Siria, ¿volverían a aclamarlo si anunciara que nos vamos a meter más a fondo?
Antes de cualquier acción estadounidense, Trump debería asegurarse de que existen más pruebas sólidas de que Assad lanzó este ataque con gas venenoso que las que hay respecto de que Rusia lanzó aquel ataque con gas venenoso en Salisbury, Inglaterra. Un mes después de ese atentado, que la primera ministra Theresa May atribuyó a Rusia y el canciller Boris Johnson colocó directamente en manos del propio Putin, se han planteado algunos interrogantes:
Si el neurotóxico empleado, Novichok, era de una variedad militar tan mortífera que podía matar a cualquiera que estuviera cerca, ¿por qué nadie murió por su causa? Tanto el objetivo, Sergei Skripal, como su hija Yulia, se están recuperando.
Si ese veneno mortal había sido aplicado, como se informó, en el picaporte de la puerta de la casa de Skripal, ¿cómo es que él y Yulia pudieron concurrir a un restaurante después de haberse contaminado, y ninguno de los dos sufrió un ataque hasta más tarde en el banco de un parque?
Si Rusia lo hizo, ¿por qué los científicos británicos de Porton Down admiten ahora que todavía no pudieron determinar el origen del veneno?
¿Por qué Putin, con el prestigio en juego de ser anfitrión de la Copa Mundial en junio, iba a perpetrar una atrocidad capaz de matar a cientos de personas y obligar a las naciones no sólo a retirarse del torneo sino también a romper relaciones diplomáticas con Rusia?
Según sostienen las élites diplomáticas estadounidenses, Putin quería que Trump ganara las elecciones de 2016. Pero si Putin realmente aspiraba a tratar con Trump, ¿por qué iba a abortar esa posibilidad asesinando con gas venenoso a un ex agente de la KGB en Gran Bretaña, el principal aliado de los Estados Unidos?
El único beneficiario de los ataques con gas en Salisbury y Siria parece ser el Partido Belicista.
* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.
© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.