Trump y sus generales enfrentados por Siria

Por Pat Buchanan *

Ahora que ISIS se bate en retirada en Siria, el presidente Trump declaró esta semana que se propone cumplir su promesa de traer las tropas de vuelta a casa. “Quiero salir de ahí. Quiero traer a nuestros soldados de regreso”, dijo el presidente. No conseguimos “nada con los $7 trillones [estadounidenses] de dólares [gastados] en el medio oriente en los últimos 17 años. De modo que ya es hora.”

Más despacio, señor presidente.

En el mismo momento en que Trump decía estas cosas, su comandante del Centcom, el general Joseph Votel, afirmaba lo contrario. “Mucho y muy bien se ha progresado” en Siria, admitió Votel, “pero lo más difícil … está por venir.” Más todavía, agregó Votel, una vez que derrotemos a ISIS, debemos estabilizar a Siria y cuidar de su reconstrucción.

El secretario de estado Rex Tillerson había sido más específico: “Es crucial para nuestra defensa nacional mantener una presencia militar y diplomática en Siria, para ayudar a poner fin a ese conflicto, mientras ellos trazan la ruta hacia un nuevo futuro político.”

Pero, ¿acaso el “futuro político” de Siria no está ya trazado?

Bashar al Assad, apoyado por Irán y Rusia, se impuso al cabo de siete años de guerra civil. Ha recuperado el baluarte rebelde en el oriente de Ghuta, cerca de Damasco. Controla ahora la mayor parte del país que no controlamos nosotros ni los kurdos.

Según el Washington Post, el secretario de defensa James Mattis tampoco coincide con Trump y “ha dicho reiteradamente … que las tropas estadounidenses habrán de permanecer en Siria en el futuro inmediato para garantizar la estabilidad y la resolución política de la guerra civil.”

El príncipe heredero saudí Mohammad bin Salman, temeroso de un “corredor chiíta” desde Teherán a Bagdad, Damasco y Beirut, también se opone a Trump. “Si ustedes retiran esas tropas del este de Siria”, dijo el príncipe a Time, “van a perder ese puesto de control… Las tropas norteamericanas deberían quedarse [en Siria] por lo menos en el mediano plazo, si no en el largo plazo.”

Bibi Netanyahu también quiere que sigamos en Siria.

El miércoles, Trump se allanó a las pretensiones de sus generales. Aceptó dejar nuestras tropas en Siria hasta que ISIS haya sido liquidado. Sin embargo, dado que los 2.000 soldados estadounidenses no están ahora en lucha con ISIS –muchos de nuestros aliados kurdos vuelven al norte para defender las poblaciones fronterizas amenazadas por Turquía– esto podría llevar un tiempo.

No obstante, hay una controversia en ciernes. Y, simplificando las cosas, las posiciones enfrentadas son las siguientes:

Trump piensa que al-Qaeda e ISIS son el verdadero enemigo, y está dispuesto a retirar todas las tropas norteamericanas de Siria tan pronto el califato sea erradicado. Y si en ese momento Assad se encuentra al mando, apoyado por Rusia e Irán, que así sea. Trump no cree que una Siria gobernada por los Assad, tal como ha sido desde la presidencia de Nixon, plantee una amenaza grave para los Estados Unidos. No tiene intenciones de derramar más sangre norteamericana para torcer el resultado de una guerra que Siria, Irán y Rusia ya han ganado. Ni está dispuesto a pagar la cuenta de la reconstrucción de Siria, ni a una ocupación a largo plazo de ese cuadrante de Siria que ahora está bajo nuestro control y el de nuestros aliados.

Una vez derrotado ISIS, Trump quiere salir de la guerra y de Siria.

Los israelíes, los saudíes y la mayoría de nuestra élite diplomática, sin embargo, se muestran vehementemente en desacuerdo. Quieren que los Estados Unidos se aferren a ese trozo de Siria al este del Éufrates que ahora ocupamos, y que usen la presencia de nuestras tropas en suelo sirio como elemento de presión para lograr la remoción del presidente Assad y la expulsión de los iraníes.

El Partido Belicista no quiere aceptar que Siria se ha perdido. Cree que la batalla decisiva todavía no se ha librado. Está deseosa de enfrentar y, si se presenta la necesidad, combatir a los sirios, a los iraníes y a las milicias chiítas en caso de quese internen en la margen oriental del Éufrates, como lo hicieron hace semanas, cuando la artillería y la aviación norteamericana los masacró por centenares, rusos incluidos.

Si las tropas norteamericanas permanecen en Siria, es altamente probable que Trump, como los presidentes Bush y Obama antes que él, quede atrapado indefinidamente en la Guerra Eterna del Medio Oriente.

El presidente de Turquía, Erdogan, que ha arrebatado Afrin a los kurdos sirios, amenaza con avanzar a Manbij, donde las tropas kurdas cuentan con el respaldo de los Estados Unidos. Si Erdogan no se retracta de su amenaza, los alidados de la OTAN podrían terminar enfrentados a los tiros.

Dado que los 2.000 soldados norteamericanos que se encuentran en Siria no fueron invitados ni tampoco bienvenidos, es muy probable que un Assad triunfador nos exiga muy pronto que los retiremos de su país. ¿Qué haremos entonces? ¿Vamos a desafiar al presidente Assad, con la posibilidad de que la aviación y los soldados norteamericanos terminen trabados en combate con sirios, rusos, iraníes y las milicias chiítas?

A Trump lo acusan de aislacionismo. Pero, ¿qué hemos ganado tras 17 años de guerras en el medio oriente –desde Afganistán a Irak, Siria, Libia y Yemen– para justificar toda la sangre derramada y el dinero gastado?

¿Y cuánto ha perdido China, nuestro gran rival, por no haberse comprometido en ninguna de estas guerras?

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

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