Por Pat Buchanan *
“Diez días atrás, el presidente Trump decía ‘los Estados Unidos deberían retirarse de Siria’. Lo convencimos de la necesidad de quedarse.” Así se jactaba el domingo el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y agregaba: “Lo convencimos de que era necesario quedarse a largo plazo.”
¿Realmente los Estados Unidos se comprometieron “a largo plazo” en la guerra civil siria? Si eso es así, ¿quién tomó esa desgraciada decisión en nombre de esta república?
La embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, confirmó el domingo que no habría retiro alguno de los 2.000 soldados norteamericanos destacados en Siria sin que se cumplieran tres objetivos. Debemos derrotar completamente a ISIS, asegurar que Bashir al Assad no vuelva a usar armas químicas, y mantener la capacidad de vigilar a Irán.
Traducción: Diga lo que diga Trump, los Estados Unidos no van a salir de Siria. El compromiso de Trump de arrancarnos de esas costosas y sangrientas guerras del medio oriente y de buscar una nueva relación con Rusia ha dejado de ser “operativo”. El Partido Belicista que Trump derrotó en las primarias se ha apoderado de su política exterior y de su diseño. El lunes, la página editorial del Wall Street Journal florecía con planes de guerra. “La mejor estrategia para los Estados Unidos es convertir a Siria en el Vietnam del ayatolá. Sólo cuando Rusia e Irán empiecen a pagar mayores costos en Siria van a tener algún incentivo para negociar el fin de la guerra, e incluso contemplar una paz basada en la división del país según enclaves étnicos.”
Aparentemente, la idea es desangrar a Rusia, el Hezbolá e Irán hasta que no puedan soportar el dolor y se allanen a subdividir a Siria como a nosotros se nos antoje.
Pero supongamos que, como en nuestra guerra civil de 1861-1865, o en la guerra civil española de 1936-1939 o en la guerra civil china de 1945-1949, Assad y sus aliados rusos e iraníes, más los milicianos chiítas, se lanzan con todas sus fuerzas para triunfar y reunificar la nación. Supongamos que optan por pelear para consolidar la victoria obtenida tras siete años de guerra civil. ¿Dónde tenemos las tropas necesarias para recuperar el territorio que nuestros rebeldes perdieron? ¿O acaso vamos a bombardear sin piedad a diestra y siniestra?
Los ingleses y los franceses dicen que nos van a apoyar en futuros ataque si se usan armas químicas, pero ellos no se meten en Siria.
El secretario de defensa James Mattis describió el ataque estadounidense-anglo-francés como un episodio aislado. El canciller británico Boris Johnson pareció coincidir: “El resto de la guerra siria debe proseguir su curso,”
La página editorial del WSJ del lunes estuvo a cargo del ex embajador estadounidense en Siria Ryan Crocker y del integrante de la Brookings Institution Michael O´Hanlon: “La próxima vez los Estados Unidos podrían aumentar la apuesta, e ir en busca del comando y control militar, del liderazgo político, y también quizás del propio Assad. Los Estados Unidos también podrían proponerse despojarlo de buena parte de su poder aéreo. Tampoco deben descartarse objetivos en el interior de Irán.”
¿Y cuándo fue que el Congreso autorizó actos de guerra estadounidenses contra Siria, su fuerza aérea o su liderazgo político? ¿Cuándo autorizó el Congreso el asesinato del presidene de Siria, cuyo país no nos ha atacado? ¿Acaso los Estados Unidos pueden también atacar a Irán y matar al ayatolá sin consultar al Congreso?
Evidentemente, cuando los Estados Unidos ya están peleando en seis países, el comandante en jefe Trump no quiere nuevas guerras, ni ampliar las que se libran en el medio oriente. Pero lo están empujando a convertirse en un presidente de guerra para promover la agenda de las élites diplomáticas que, casi por unanimidad, se opusieron a su elección.
Tenemos a un presidente empujado a regañadientes a una guerra que no quiere pelear. Esta es la fórmula para un desastre estratégico no muy diferente de Vietnam, o de la guerra de George W. Bush para despojar a Irak de unas armas de destrucción masiva que jamás existieron.
El Partido Belicista suponde que si asestamos golpes más vastos y más letales en Siria, causando bajas entre los rusos, los iraníes, el Hezbolá y el ejército sirio, estos van a ceder a nuestras demandas.
Pero, ¿dónde están las pruebas de que las cosas van a resultar así? ¿Qué razón hay para creer que esas fuerzas van a rendir lo que les costó sangre conseguir? Y si decidieran pelear y ampliar la guerra a todo el medio oriente, ¿estaríamos preparados para ello?
El viernes Trump declaró: “No hay sangre ni dinero norteamericanos que alcancen para lograr una paz duradera en el medio oriente”, palabras que el Washington Post desestimó como “fatalistas” y “equivocadas”. Tenemos un interés vital, dice el Post, en impedir que Irán establezca un “corredor terrestre” a través de Siria.
Pero mejor veamos cómo fue que Irán consiguió ese “corredor terrestre”, En 1979 los chiítas derrocaron al cha que nuestra CIA había instalado en el poder en 1953. Los chiítas controlan Irak porque el presidente Bush invadió y derrocó a Saddam y a su Partido Baaz sunita, desbandó a su ejército conducido por sunitas, y permitió que la mayoría chiíta tomara el control del país. Los chiítas dominan el Líbano porque se alzaron y corrieron a los israelíes, que los habían invadido en 1982 para correr a la OLP.
¿Cuántas vidas norteamericanas serán necesarias para revertir esta historia? ¿Cuánto tiempo vamos a tener que permanecer en el medio oriente para asegurar la permanente hegemonía sunita sobre los chiítas?
* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.
© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.