Los que creen que la arrogancia, la crueldad y el desprecio por el prójimo es patrimonio exclusivo de los libertarios se equivocan. El macrismo los ha precedido en el ejercicio de esas virtudes inciviles, y de algún modo allanó el camino para que sus herederos puedan continuar la tradición sin escandalizar demasiado a nadie. En los últimos días tuvimos una demostración práctica de esa filogenia.
La edición digital del diario La Nación presentó esta semana una elaborada producción sobre el “despegue inmobiliario” de la zona del barrio de Saavedra que rodea a su gran parque, poniendo especial énfasis en una floreciente oferta gastronómica y en las nuevas edificaciones presuntamente lujosas (departamentos sin persianas que obligan a usar el aire acondicionado), con sus infaltables amenities.
Pero ese ambiente exclusivo, con mucho verde en todos los sentidos, había sido escenario en vísperas del feriado patrio de un incidente que hirió como una puñalada a los vecinos del barrio: en horas de la madrugada, una cuadrilla municipal apoyada por la policía intrusó un centro de jubilados que funcionaba desde hacía casi medio siglo en el parque, y las topadoras literalmente lo arrasaron hasta dejar la tierra baldía.
Las instalaciones incluían un salón de regulares dimensiones donde se guardaban sillas, mesas, un equipo de sonido, algunos trofeos y otros enseres; una especie de patio o terraza donde los domingos hombres y mujeres mayores compartían sus habilidades para las danzas folklóricas —y eran admirados por los paseantes—, y una cancha de bochas rodeada de asientos que parecían haber pertenecido a las tribunas de Platense, el club del barrio.
El gobierno de la ciudad justificó su acción con el argumento de que se trataba de una instalación irregular, no autorizada, que se presentaba como centro de jubilados pero que en realidad era una fachada, y que los vecinos se habían quejado de peleas e incidentes. Las autoridades porteñas no aclararon qué cosa encubría la presunta fachada, y ningún vecino del barrio recuerda otra discusión que no fuera sobre el exacto lugar de una bocha.
Jubilados que participaban de las actividades del centro declararon a medios barriales que la suya era “una organización comunitaria reconocida oficialmente por el propio gobierno porteño, a través de su inscripción en el Registro de Organizaciones de Acción Comunitaria bajo el número 2279, vigente hasta 2027. Asimismo está inscripto en el PAMI con el número 01001002014”. ¿Entonces?
Los vecinos de la zona asocian la demolición municipal con el “despegue inmobiliario” comentado en la detallada nota del diario La Nación, y lo vinculan con un episodio similar ocurrido hace unos cinco años ahí nomás, cruzando la avenida Cabildo, en la plaza Félix Lima del barrio de Núñez, con otro centro de jubilados: un saloncito con baño en el que jugaban a las cartas y donde guardaban las sillas que sacaban a la tarde para tomar sol y conversar.
Primero se lo clausuró y se anunció que allí iba a funcionar un centro de salud, idea rechazada en numerosos carteles manuscritos que jubilados y vecinos dejaban en las paredes, y finalmente fue demolido por completo. ¿Qué ocurrió enseguida en las manzanas cercanas a la plaza Lima? Acertaron: el “despegue inmobiliario” de las Lomas de Núñez, con esos mismos edificios sin persianas pero con parrillas (que nadie usa) en los balcones.
Esto sugiere que en algún rincón de la mentalidad urbanista del PRO se aloja la noción de que las ancianities no pegan con las amenities; que una plaza o un parque con viejos que toman sol, o juegan a las cartas o a las bochas, o bailan zambas y carnavalitos, de algún modo frustra la pretensión de exclusividad que permite inflar el precio del metro cuadrado en determinado barrio, y es necesario quitarlos del paisaje. Eso hicieron en Núñez, y eso hacen ahora en Saavedra.
“Los desarrolladores perciben que Saavedra levanta el perfil y acompañan este movimiento con nuevos emprendimientos inmobiliarios. El despegue ya es un hecho”, se entusiasma el redactor de La Nación. También es un hecho el desaliento, la perplejidad, la sensación de ser un estorbo, de estar sobrando, que envuelven a ese medio centenar de jubilados ahora privados de un lugar donde encontrarse los domingos para agitar pañuelos y batir palmas al son de una chacarera. —S.G.
Aborto, eutanasia y después…
Gentrificación que dé paso a los nuevos tiempos, le llaman. Vistes?…
Completamente lamentable. Pero no es nada nuevo en Argentina. Eso si, la inflacion bajo, segun un Presidente M que tienen Ustedes por esos pagos……………………..a veces me pregunto que cambios hubo en los ultimos 40 anios que falto de La Great Repu ……………claro, la partitura musical es la misma, los viejos musicos murieron y los nuevos continuan con la misma musica y dando buena letra. It really stinks !