Que Venezuela decida su destino

Por Pat Buchanan *

Los que quieran ser libres deben dar la batalla…
y con sus propias armas forjar esa conquista

Esto escribió Lord Byron acerca de la guerra de los griegos para independizarse de los turcos, aunque el famoso poeta británico ignoró su propio consejo y murió a poco de llegar a Grecia para sumarse a la lucha. Sin embargo, la recomendación de Byron señala el camino más sabio para los Estados Unidos y para el pueblo de Venezuela, que quiere librar a su país del yugo del régimen incompetente y dictatorial de Nicolás Maduro. Que los venezolanos decidan su propio destino, como nosotros decidimos el nuestro.

Por el momento, Caracas parece detenida en un empate.

El líder opositor Juan Guaidó, reconocido como presidente por los Estados Unidos y otras cincuenta naciones, no ha logrado persuadir al ejército de que abandone a Maduro. Pero todavía puede lanzar a las calles de Caracas, para reclamar la salida de Maduro, una multitud mayor que la que Maduro puede convocar en apoyo de su régimen.

El martes y el miércoles, Guaidó anunció que se aproximaba la hora final del régimen. Pero al avanzar la semana, los jefes del ejército, incluido el ministro de defensa, se mantenían al lado de Maduro. Guaidó parece haber perdido la oportunidad, al menos por el momento. Maduro sigue en el poder, aunque sus generales, ponderando sus opciones, parecen estar negociando en secreto con Guaidó.

El gobierno de Trump ha apoyado a Guaidó, sólo para verlo fracasar dos veces en su intento de controlar el poder. La Casa Blanca respaldó en febrero un plan para atravesar las fronteras de Venezuela con camiones cargados de alimentos y medicamentos, contando con que el ejército no iba a bloquear esos envíos. El vicepresidente Mike Pence viajó hasta la frontera. Pero Guaidó y los norteamericanos calcularon mal. El ejército mantuvo su fidelidad a Maduro. Y los camiones no pasaron.

Esta semana, cuando Guaidó exhortó nuevamente a la multitud a derribar al hombre fuerte, la Casa Blanca le dio todo su apoyo. El presidente Donald Trump, Pence, el secretario de estado Mike Pompeo y John Bolton tuitearon su respaldo al levantamiento.

Pero ya el jueves era claro que, más allá de lo que Washington supiera o supusiera, el ejército se mantenía leal a Maduro. Frustrado, exasperado, mostrándose a la vez belicoso e impotente, Washington ha comenzado a bravuconear con una intervención militar.

“Todas las opciones están sobre la mesa”, dice el general Joseph Dunford, presidente del Estado Mayor Conjunto. Presumiblemente, entre esas opciones figura la 82ª brigada aerotransportada.

“Si bien una solución pacífica es lo deseable, existe la posibilidad de una acción militar”, dice Pompeo. “Si eso es lo que se necesita, eso es lo que los Estados Unidos harán.”

“Todas las opciones están abiertas”, dice Bolton. “Preferimos una transferencia pacífica del poder. Pero no vamos a tolerar que Guaidó sea maltratado por este régimen.”

Sin lugar a dudas, Guaidó es nuestro hombre en Caracas.

Bolton tuvo también duras palabras para Vladimir Putin: “Este es nuestro hemisferio. Aquí los rusos no deberían meterse. Fue un error de su parte.”

“La brutal represión del pueblo de Venezuela debe terminar, y debe terminar pronto”, dijo Trump. “La gente se muere de hambre. No tienen comida, no tienen agua. Y éste fue alguna vez uno de los países más ricos del mundo.”

Sin embargo, parece que Trump es renuente a una intervención. Esperemos que sus impulsos antiintervencionistas guíen sus decisiones. No nos corresponde a nosotros decidir el destino de Venezuela.

Este conflicto civil no es nuestra guerra. Nadie nos atacó. No sólo no hay justificación para una intervención militar norteamericana, sino que la sola llegada de tropas estadounidenses a suelo venezolano podría convertirse en otra debacle estratégica de este siglo XXI. Una vez más habría norteamericanos lanzados a matar y morir en un país donde no tenemos intereses vitales en peligro, por más repulsivo que nos parezca el régimen.

No hay en Venezuela matanzas como la de la plaza Tiananmen, ni violaciones masivas de los derechos humanos como para justificar una intervención militar. A decir verdad, parece haber un esfuerzo consciente de parte de Maduro para minimizar las víctimas y el derramamiento de sangre, y las consecuencias que podrían acarrear. No hay tropas que abran fuego indiscriminadamente contra los manifestantes, aunque en las calles los revoltosos provocan a los soldados arrojándoles piedras. Tampoco llegan al país aviones cargados con tropas rusas o cubanas. Una intervención norteamericana en una nación de 30 millones de habitantes, con un ejército de miles de efectivos, le permitiría a Maduro asumir el papel de mártir del imperialismo yanqui.

Y, finalmente, el tiempo juega a favor de nosotros y en contra de Maduro.

La economía de Venezuela, una de las más ricas del hemisferio gracias a las reservas petroleras más grandes del mundo, está ahora en ruinas. Unos tres millones de personas, uno de cada diez venezolanos, han huido del desastre creado por Maduro y su mentor Hugo Chávez. La moneda se hunde a los niveles de Weimar. Las exportaciones petroleras caen. La escasez de comida y medicamentos se extiende. Se ha informado de cortes de energía eléctrica. Resulta difícil imaginar qué giro podría dar el régimen de Maduro para revitalizar la economía o frenar el incesante éxodo de gente.

La mayoría de los países latinoamericanos están con nosotros y en contra de Maduro. La situación de Venezuela es insostenible. Que sea el pueblo venezolano el que decida la suerte del régimen socialista marxista de Nicolás Maduro.

* Ex asesor de los presidentes Richard Nixon, Gerald Ford y Ronald Reagan, aspirante a la presidencia de los Estados Unidos en 1992 y 1996. Su último libro es Nixon’s White House wars: The battles that made and broke a president and divided America forever.

© Patrick J. Buchanan.
Versión castellana y notas © Gaucho Malo.

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